En su busca de mecanismos para resolver conflictos, la teoría de los juegos ha investigado unos curiosos modelos analíticos a los que denomina juego de la gallina y dilema del prisionero. El primero corresponde a una competición en que ambos jugadores pueden resultar dañados si no se retiran a tiempo. Así ocurre como ejemplo ilustrativo con las típicas carreras de coches emparejadas a dos y dirigidas contra un precipicio, que figura en cientos de películas para adolescentes y cuyo ejemplo más célebre es Rebelde sin causa, filme de Nicholas Ray mucho más conocido porque su más famoso intérprete, James Dean, protagoniza una competición de esas características. Se trata de no quedad como un cobarde (o un gallina) siendo el primero en abandonar la carrera. O mirado al revés, es una competición por ver quién de los dos competidores es más suicida, como una variante simultánea de la ruleta rusa.
En cuanto al dilema de los prisioneros, recibe este nombre por su ilustración mças conocida: la policía detiene con rpuebas insuficientes a dos sospechosos de un delito y les ofrece la libertad a cada uno por separado a cambio de que delaten a compañero que cargará con todas las culpas. Si los dos son leales y se niegan a delatar a su compinche, haciendo honor a la ley del silencio, sólo recibirán la pena máxima. ¿Qué eligirán hacer? ¿Primará su lealtad, negándose a delatar? ¿O tratarán de salvarse a costa del otro? En este último caso, si los dos son insolidarios, ambos saldrán perdiendo al quedar condenados para siempre. Algo parecido ocurre en el juego de la gallina, si ninguno se retira a tiempo y ambos caen por el precipicio perdiendo la vida.
Se trata de juegos de estrategia que fluctúan entre el conflicto y la cooperación, pues los jugadores cooperan como tratar de dañarse. Si los dos jugadores cooperan, el juego es de suma positiva porque ambos salen ganando algo. Si los dos se dañan, el juego es de suma negativa porque ambos salen perdiendo bastante. Y si uno daña mientras que el otro coopera, el listo gana mucho a costa del otro, mientras que el primo paga el pato comiéndose el marrón. En tal caso es un juegode suma nula o suma cero donde cada parte gana lo que pierde la otra. Por lo tanto, el listo sólo puede ganar si el otro está dispuesto a hacer el primo. Pero si ninguno quiere hacer el primo y los dos quieren hacerse los listos a costa del otro, ambos se destruyen mutuamente.
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En cuanto al dilema de los prisioneros, recibe este nombre por su ilustración mças conocida: la policía detiene con rpuebas insuficientes a dos sospechosos de un delito y les ofrece la libertad a cada uno por separado a cambio de que delaten a compañero que cargará con todas las culpas. Si los dos son leales y se niegan a delatar a su compinche, haciendo honor a la ley del silencio, sólo recibirán la pena máxima. ¿Qué eligirán hacer? ¿Primará su lealtad, negándose a delatar? ¿O tratarán de salvarse a costa del otro? En este último caso, si los dos son insolidarios, ambos saldrán perdiendo al quedar condenados para siempre. Algo parecido ocurre en el juego de la gallina, si ninguno se retira a tiempo y ambos caen por el precipicio perdiendo la vida.
Se trata de juegos de estrategia que fluctúan entre el conflicto y la cooperación, pues los jugadores cooperan como tratar de dañarse. Si los dos jugadores cooperan, el juego es de suma positiva porque ambos salen ganando algo. Si los dos se dañan, el juego es de suma negativa porque ambos salen perdiendo bastante. Y si uno daña mientras que el otro coopera, el listo gana mucho a costa del otro, mientras que el primo paga el pato comiéndose el marrón. En tal caso es un juegode suma nula o suma cero donde cada parte gana lo que pierde la otra. Por lo tanto, el listo sólo puede ganar si el otro está dispuesto a hacer el primo. Pero si ninguno quiere hacer el primo y los dos quieren hacerse los listos a costa del otro, ambos se destruyen mutuamente.
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