lunes, 22 de diciembre de 2008

Padres creadores de la democracia

Thomas Jefferson

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Thomas Jefferson
Thomas Jefferson


4 de marzo de 18014 de marzo de 1809
Vicepresidente Aaron Burr (1801-1805)
George Clinton (1805-1809)
Precedido porJohn Adams
Sucedido porJames Madison

4 de marzo de 17974 de marzo de 1801
Precedido porJohn Adams
Sucedido porAaron Burr

26 de septiembre de 178931 de diciembre de 1793
PresidenteGeorge Washington
Sucedido porEdmund Randolph

1 de junio de 17793 de junio de 1781
Precedido porPatrick Henry
Sucedido porWilliam Fleming
Nacimiento13 de abril de 1743
Shadwell, Virginia
Fallecimiento4 de julio de 1826 (83 años)
Monticello, Virginia
PartidoDemócrata-Republicano
CónyugeMartha Wayles Skelton Jefferson
ReligiónDeísmo
FirmaFirma de Thomas Jefferson
Thomas Jefferson (13 de abril de 17434 de julio de 1826) fue el tercer presidente de los Estados Unidos de América, ocupando el cargo entre 1801 y 1809.

Anteriormente también había ocupado los cargos de vicepresidente (entre 1797 y 1801) y de gobernador de Virginia (1779-1781).

Siendo conocido además por el hecho de ser el principal autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y por fundar la Universidad de Virginia (1819).

Contenido

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Biografía General [editar]

Thomas Jefferson nació en Shadwell (Virginia) el 13 de abril de 1743, en el seno de una familia acomodada. Fue el tercero de los diez hijos (dos de los cuales nacieron muertos) del matrimonio formado por Peter y Jane Jefferson, dueños de una plantación que llevaba el nombre de la ciudad. En 1752, Jefferson comenzó a asistir a clase en una escuela local. A los nueve años de edad, empezó a estudiar latín, griego clásico y francés. En 1757, cuando tenía catorce años, su padre murió, con lo que él heredó unos 5.000 acres de terreno. Algún tiempo más tarde ingresó en la Universidad. En 1772, Jefferson contrajo matrimonio con una viuda, Martha Wayles Skelton (1748-1782). Tuvieron seis hijos, pero Martha falleció el 6 de septiembre de 1782, con lo que Jefferson quedó viudo y no volvió a casarse. Se asegura que, además, tuvo al menos siete hijos con Sally Hemings, una de sus esclavas.

Fue delegado continental del congreso, gobernador, secretario de estado, Vicepresidente y Presidente. Tras este último cargo, se retiró en su estado natal, donde falleció, en julio de 1826, a la edad de 83 años.



Compra de Luisiana [editar]

Se denomina compra de Luisiana a la adquisición de una extensa región en Norteamérica efectuada por Estados Unidos a Francia en 1803. El territorio, de unos 2.100.000,- km2, comprendía los actuales estados de Arkansas, Missouri, Iowa, la zona de Minnesota al este del río Mississippi, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Nebraska, Oklahoma, la mayor parte de Kansas, zonas de Montana, Wyoming, el territorio de Colorado al este de las montañas Rocosas y el de Luisiana al este del río Mississippi, con la ciudad de Nueva Orleans incluida.

La región de Luisiana fue ocupada por Francia a comienzos del siglo XVIII. En 1763, el tratado de París, que puso fin a la guerra de los Siete Años, estableció que la zona oriental del Mississippi fuera cedida a Gran Bretaña, al tiempo que ratificaba el Tratado de Fontainebleau por el que Francia cedió el resto de Luisiana a España en compensación por la pérdida de Florida. En 1800 este territorio volvió a la soberanía francesa por el tercer tratado de San Ildefonso. En 1802, no obstante, se produjeron dos hechos que el presidente Thomas Jefferson consideró hostiles para los intereses de Estados Unidos: el envío de tropas francesas a Nueva Orleans y a la isla de Santo Domingo para reprimir sublevaciones que habían estallado en esos territorios, y la supresión del derecho de depósito, privilegio acordado tiempo atrás con los comerciantes estadounidenses para guardar mercancías en Nueva Orleans hasta su trasbordo. Jefferson envió a James Monroe a París para colaborar con el ministro plenipotenciario en Francia, Robert R. Livingston, en el intento de realizar una de las cuatro posibilidades siguientes: la compra de la Florida oriental y occidental y de Nueva Orleans; la adquisición sólo de Nueva Orleans; la compra del territorio a orillas del río Mississippi para construir un puerto estadounidense o bien la adquisición a perpetuidad de los derechos de navegación y almacenamiento.

Las negociaciones previas entre Livingston y el ministro francés de Asuntos Exteriores, Charles Maurice de Talleyrand-Périgord, fracasaron. Más tarde la situación internacional empeoró para Francia. El ejército francés de Santo Domingo quedó diezmado por una epidemia de fiebre amarilla y la sublevación estalló en la isla. Napoleón, decidido a sacar el mejor provecho de tan complicada situación, dio nuevas instrucciones a Talleyrand y el 11 de abril de 1803, éste sorprendió a Monroe y Livingston con un único e innegociable ofrecimiento: la compra de la totalidad de Luisiana. Aunque esta operación rebasaba su competencias, los embajadores estadounidenses aceptaron. A comienzos de mayo, se firmaron tres documentos por los que Francia cedía Luisiana a Estados Unidos. El precio acordado fue de 15 millones de dólares, de los cuales 11.250.000 suponían el pago a Francia de los derechos de cesión de los territorios. Los restantes 3.750.000 dólares fueron utilizados por el gobierno de Estados Unidos para satisfacer las reclamaciones de sus ciudadanos contra Francia.

En el momento de la compra, Jefferson fue interpelado sobre la constitucionalidad de la adquisición de territorios por no añadir una nueva enmienda a la Constitución estadounidense que le diera cobertura legal. No obstante, la adquisición de Luisiana fue ratificada por el Senado de Estados Unidos bajo la forma de tratado.

Thomas Jefferson consideraba que todos los hombres eran igualmente libres e independientes y tenían derecho a la vida, la libertad, los medios de adquirir propiedades y la búsqueda de la felicidad y la seguridad. Esto se desprende del primer artículo de la Declaración de Derechos de Virginia redactada por George Mason en 1776.

Aclaró en su autobiografía que, las razas blancas y negras, igualmente libres, no pueden vivir en un mismo gobierno.

Monumento Thomas Jefferson Memorial
La base de la democracia jeffersoniana consiste en:

democracia participativa
separación de poderes
separación Iglesia-Estado
mentor de la libertad de conciencia por antonomasia
el gobierno debe proteger la libertad de los individuos
libertades de expresión y de prensa
Claudio J. Katz argumentó que Thomas Jefferson formaba parte de una corriente del liberalismo que era anticapitalista (Thomas Jefferson's Liberal Anticapitalism) llegando a proponer que los ciudadanos fueran autoempleados antes que aceptar el trabajo asalariado.[1] Según Kantz, Thomas Jefferson, aún basándose en el iusnaturalismo de John Locke para definir el concepto de propiedad sobre la tierra, redefinió algunos argumentos para acabar enfocando su visión sobre la propiedad de la tierra hacia un modelo basado en la ocupación personal o familiar, haciendo una crítica a los sistemas agrarios basados en haciendas y latifundios pertenecientes a grandes terratenientes. Además cuestionó la especulación financiera y los derechos de patentes, apostando claramente por el minifundismo. Aún así, algunas veces los especialistas han definido a su modelo económico republicanismo agrario o liberalismo agrario, en la misma línea de la tradición del republicanismo federal y del capitalismo.

Por estas razones ha sido visto con simpatía por algunos anarquistas que lo han considerado una persona próxima a algunas de las ideas libertarias,[2] y hasta un precursor del anarquismo.[3] [4] Otros, en cambio, prefieren valorar su contribución fundamental en la creación y consolidación del que hoy es el Estado más poderoso del planeta.[5]



Notas [editar]

  1. Véase El anticapitalismo liberal de Thomas Jefferson por Claudio J. Katz (en inglés)
  2. Benjamin Tucker escribió en Socialismo de Estado y anarquismo en qué coinciden y en qué difieren que "Los anarquistas son, simplemente, demócratas jeffersonianos hasta las últimas consecuencias y sin miedo de éstas".
  3. Comenta Jason Wehiling sobre Enrique Flores Magón en su libro Influencias anarquistas en la Revolución Mexicana que trató de ganarse al público estadounidense argumentando que Thomas Jefferson "era un anarquista de su tiempo".
  4. El economista anarquista Murray Rothbard sostiene:
    Sin embargo, durante el siglo XIX continuó el ímpetu libertario. Los movimientos jeffersonianos y jacksonianos, los partidos Demócrata-Republicano y luego Demócrata, lucharon abiertamente por lograr la virtual eliminación del gobierno de la vida estadounidense. Debía ser un gobierno sin ejército o armada permanentes; un gobierno sin deudas y sin gravámenes federales directos ni impuestos confiscatorios, y prácticamente sin aranceles a la importación --es decir, con niveles ínfimos de impuesto y gasto--, un gobierno que no se comprometiera en obras públicas o mejoras internas, que no controlara ni regulara, que dejara al dinero y al sistema bancario en libertad, sólido y exento de inflación; en resumen, citando las palabras del ideal de H. L. Menken, "un gobierno que apenas sí es un gobierno".



    El avance jeffersoniano hacia la virtual inexistencia del Gobierno se malogró después de que Jefferson asumió la presidencia, primero, a causa de concesiones a los federalistas (posiblemente como resultado de un acuerdo destinado a obtener votos federalistas para quebrar una paridad en el colegio electoral), y luego por la compra inconstitucional del territorio de Luisiana. Pero el fracaso se debió sobre todo al impulso imperialista hacia la guerra con Inglaterra durante el segundo período de Jefferson, un impulso que condujo a la guerra y a un sistema unipartidista que estableció, casi por completo, el programa estatista federalista: altos gastos militares, un banco central, aranceles proteccionistas, impuestos federales directos, obras públicas. [...]
    Hacia una nueva libertad
  5. Véase, por ejemplo, Thomas Jefferson: Author of America, por Christopher Hitchens, HarperCollins, ISBN 0-06-059896-4.




John Locke

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«Locke» redirige aquí. Para otras acepciones véase Locke (desambiguación).
Filosofía de Occidente
Filosofía del siglo XVII
Nombre

John Locke

Nacimiento

Wrington, Somerset, Inglaterra, 29 de agosto de 1632

Fallecimiento

Oates, Essex, Inglaterra, 28 de octubre de 1704 (72 años)

Escuela/Tradición

Contrato Social, Derecho natural, Empirismo

Influyó a

Hume, Kant, Berkeley, Paine, Smith

Firma



John Locke (29 de agosto de 1632 en Wrington, Somerset, Inglaterra y fallecido el 28 de octubre de 1704 en Oates, Essex, Inglaterra). Pensador inglés considerado como el padre del empirismo y del liberalismo.

Contenido

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Biografía [editar]

John Locke nació en Wrington (cerca de Bristol), Inglaterra, el 29 de agosto de 1632. Se educó en la Westminster School y en la Christ Church de Oxford. En 1658 se convirtió en tutor y profesor de Griego y Retórica. Más tarde volvió a Oxford y estudió medicina.

La fama de Locke es mayor como filósofo que como pedagogo. Prácticamente todo el pensamiento posterior fue influenciado por su empirismo, hasta desembocar en el escepticismo de Hume. En lo pedagógico, Locke no pretendió crear un sistema educativo, sino explicar los lineamientos de la educación para los hijos de la nobleza, por consiguiente sus ideas representan tanto un reflejo de la percepción pedagógica de su tiempo como una reflexión profunda sobre sus bondades, defectos y alcances.

Tras algunas vicisitudes en el mundo de la política internacional, que le valieron no pocos problemas, Locke volcó la experiencia de su vida intelectual en dos obras cumbre: Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) y Pensamientos sobre educación (1692). La última parte de su vida fue dedicada a tareas administrativas y económicas, murió en Oates, el 28 de octubre de 1704.



Bases del pensamiento de John Locke [editar]

Su epistemología no cree en la existencia del innatismo y el determinismo considerando el conocimiento de origen sensorial, por lo que rechaza la idea absoluta en favor de la probabilística matemática. Para Locke, el conocimiento solamente alcanza a las relaciones entre los hechos, al cómo, no al por qué. Por otra parte cree percibir una armonía global, apoyado en creencias y supuestos evidentes por sí mismos, por lo que sus pensamientos también contienen elementos propios del racionalismo y el mecanicismo.

Cree en un Dios creador cercano a la concepción calvinista del gran relojero, basando su argumentación en nuestra propia existencia y la imposibilidad de la nada de producir el ser, un Dios tal cual como lo describe el pensador del racionalismo Descartes en el Discurso del método en la tercera parte del mismo. De la esencia divina solamente pueden ser conocidos los accidentes y sus designios solamente pueden ser advertidos a través de las leyes naturales.

Trata la religión como un asunto privado e individual, que afecta solamente a la relación del hombre con Dios, no a las relaciones humanas. En virtud de esta privatización el hombre se libera de su dependencia de la disciplina e imposiciones eclesiásticas y sustrae la legitimidad confesional a la autoridad política, puesto que considera que no hay base bíblica para un estado cristiano.

Considera la ley natural un decreto divino que impone la armonía global a través de una disposición mental (reverencia, temor de Dios, afecto filial natural, amor al prójimo), concretada en acciones prohibidas (robar, matar y en definitiva toda violación de libertad ajena), que obligan en favor de la convivencia.



Ensayo sobre el entendimiento humano [editar]

Obra del filósofo inglés John Locke. Pese a que éste acabó su redacción en 1666, no fue publicada hasta 1690, año en que vio la luz bajo el título original inglés de An Essay Concerning Human Understanding.

En este tratado, Locke planteó los fundamentos del conocimiento humano y advirtió su intención de realizar una «obra moralmente útil». Concebida en la época de los grandes descubrimientos científicos (especialmente palpables en los trabajos de Christiaan Huygens e Isaac Newton), Locke pensaba que la filosofía tenía que participar en estos importantes avances, eliminando, por ejemplo, todas las invenciones y los conceptos inútiles acumulados durante los siglos anteriores. Según él, las analogías y las relaciones entre los contenidos del conocimiento son los elementos que permiten la elaboración de instrumentos críticos capaces de eliminar los conocimientos erróneos. Debido a su característico empirismo analítico, se opuso a las concepciones puramente mecanicistas y sistemáticas cartesianas y, pese a ser cuestionado por Gottfried Wilhelm Leibniz, su influencia sobre los filósofos de la Ilustración fue considerable.

En el primer libro del Ensayo, Locke insistía en la necesidad de prescindir de consideraciones a priori y, en oposición a René Descartes, afirmaba que no existen conocimientos innatos y que sólo debe ser tenida en cuenta la experiencia. En el segundo libro propuso que la sensación (o ideas de la sensación, las «impresiones hechas en nuestros sentidos por los objetos exteriores») y la reflexión (o ideas de la reflexión, «reflexión del espíritu sobre sus propias operaciones a partir de ideas de sensación»), se fundamentan en la experiencia y en las ideas simples creadas por medio de la percepción inmediata derivada de las excitaciones que provienen de los objetos.

Seguidamente precisaba que las ideas son ante todo signos. Distinguía las cualidades primarias (resultado del carácter objetivo de las cosas), de las cualidades secundarias (resultado del carácter subjetivo). Los individuos tienen la capacidad de representar los objetos, así como una voluntad libre para determinarlos. La razón presenta las ideas simples en tres grupos: conjunción, abstracción y combinación. Locke divide las ideas complejas en sustancias (que subsisten por sí mismas), en modos (que no subsisten por sí mismas) y en relaciones (que son las ideas). El entendimiento tiende a determinarse él mismo: la identidad del individuo es posible gracias a una toma de conciencia de sí. Locke estudia las relaciones de identidad, causales y analógicas.

En el tercer libro se interesaba por las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento, en la formación intersubjetiva del conocimiento. Las palabras remiten a ideas generales que son evidenciadas por sustracciones sucesivas de sus particularidades circunstanciales. Distinguía entre las esencias nominales (que son complejas, y establecidas para servir a la selección y clasificación de las ideas) y las esencias reales (para uso de la metafísica, inaccesibles a la razón, la cual no puede tener acceso a su conocimiento).

En el cuarto libro trataba de averiguar lo que se establece a partir del acuerdo o desacuerdo entre dos ideas, ya fuera por intuición, por demostración racional o por conocimiento sensible. La confrontación práctica permite despejar la duda. No son conexiones entre las ideas nacidas de cualidades sensibles lo que percibimos. De hecho, el conocimiento humano se basa en las definiciones que da a las cosas llamadas «reales». El saber humano es, pues, limitado. Sólo el conocimiento que proporcionado por los sentidos puede indicar lo que de realidad hay en los objetos del mundo. La verdad es cuestión sólo de palabras, mientras que la realidad interesa a los sentidos. A falta de algo mejor, para paliar la limitación de las posibilidades cognoscitivas de la realidad se puede intentar utilizar en un discurso la noción de cosas «probables». Para Locke, Dios es el resultado de una inferencia y las enseñanzas resultantes de la fe deben estar de acuerdo con la razón. Ateísmo y escepticismo están pues muy presentes en Locke, como en la mayor parte de los empiristas ingleses. En resumen la principal idea que subyace en el Ensayo es que únicamente la sensación permite la comprensión de la realidad y que la verdad pertenece sólo al discurso.



Política [editar]

En política, John Locke es considerado el padre del liberalismo moderno. Propone que la soberanía emana del pueblo, que la propiedad privada es el derecho básico, anterior a la constitución de los estados, y que el Estado tiene como misión principal proteger ese derecho, así como las libertades individuales de los ciudadanos. También sostiene que el gobierno debe estar constituido por un parlamento y que, anticipándose a Montesquieu, el poder legislativo y el ejecutivo han de estar separados. Así, el rey está sometido a las leyes.

Al Estado le confiere funciones de decisión en controversias entre los individuos, en el contexto de la pluralidad y la tolerancia, puesto que se dan diversidad de opiniones e intereses entre los hombres, fruto de las distintas vías individuales de búsqueda de la felicidad, por lo que el desacuerdo y el conflicto son inevitables.

Postula que los hombres viven en desorden necesitando así a una autoridad con función de proteger los derechos naturales. Es así como se necesita un Pacto social, entregándole al Estado la tutela de los derechos naturales y fundamentales del hombre.


Locke pensaba que el desarrollo, era una condición por la que todo ser humano tenia que atravesar, para poder llegar a fin, ya que sino trascendemos y avanzamos poco a poco, caeremos muy fácil.



Epitafio [editar]

Original en latín:

Hic juxta situs est JOHANNES LOCKE. Si qualis fuerit rogas, mediocritate sua contentum se vixesse respondet. Literis innutritus eo usque tantum profecit, ut veritati unice litaret. Hoc ex scriptis illius disce, quae quod de eo reliquum est majori fide tibe exhibebunt, quam epitaphii suspecta elogia. Virtutes si quas habuit, minores sane quam sibi laudi duceret tibi in exemplum proponeret; vita una sepeliantur. Morum exemplum si squaeras in Evangelio habes: vitiorum utinam nusquam: mortalitatis certe (quod prosit) hic et ubique. Natum Anno Dom. 1632 Aug. 29

Mortuum Anno Dom. 1704 Oct. 28

Memorat haec tabula brevi et ipse interitura.
Traducido del latín:

Detente, viajero. Aquí yace John Locke. Si te preguntas que clase de hombre era, él mismo te diría que alguien contento con su medianía. Alguien que, aunque no fue tan lejos en las ciencias, sólo buscó la verdad. Esto lo sabrás por sus escritos. De lo que él deja, ellos te informarán más fielmente que los sospechosos elogios de los epitafios. Virtudes, si las tuvo, no tanto como para alabarlo ni para que lo pongas de ejemplo. Vicios, algunos con los que fue enterrado. Si buscas un ejemplo que seguir, en los Evangelios lo encuentras; si uno de vicio, ojalá en ninguna parte; si uno de que la mortalidad te sea de provecho, aquí y por doquier.


Obras [editar]

Estas son las obras de John Locke:



No publicados o manuscritos póstumos [editar]

  • 1660. Primer Tratado de Gobierno (o the English Tract)
  • c.1662. Segundo Tratado de Gobierno (o the Latin Tract)
  • 1664. Questions Concerning the Law of Nature (texto definitivo en latín, con trad. al [[inglés) de Robert Horwitz et al., eds., John Locke, Questions Concerning the Law of Nature, Ithaca: Cornell University Press, 1990)
  • 1667. Essay Concerning Toleration
  • 1706. La conducta del entendimiento
  • 1707. Paráfrasis & Notas en las Epístolas de San Pablo





Ediciones [editar]

  • The Works of John Locke, a cargo de L. J. Churchill, 3 volúmenes, Londres 1714
  • The Works of John Locke, 9 volúmenes, Londres 1853







Jean-Jacques Rousseau

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Para otros usos de este término, véase Rousseau (desambiguación).
Filosofía occidental
Filosofía del siglo XVIII
Nombre

Jean-Jacques Rousseau

Nacimiento

Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712

Fallecimiento

Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778 (66 años)

Escuela/Tradición

Teoría del Contrato Social

Intereses principales

Filosofía política, música, religión, educación, literatura, botánica.

Influido por

Maquiavelo, Thomas Hobbes, Descartes, Malebranche, Locke

Influyó a

Kant, Schiller, Revolución francesa, Wollstonecraft, Hegel, Rawls, Lévi-Strauss

Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778) fue un escritor, filósofo, músico; usualmente es definido como un ilustrado, pero parte de sus teorías prefiguran el posterior Romanticismo.

Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución Francesa, el desarrollo de las teorías Republicanas, y el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en su más célebre frase, contenida en El contrato social: «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado».




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Vida [editar]

Nació en Ginebra el 28 de junio de 1712. Era hijo de Isaac Rousseau (Ginebra, 1672 - Nyon, 1747), relojero como su padre y su abuelo, y de Suzanne Bernard (Ginebra, 1673 - Ginebra, 1712), que muere el 7 de julio de 1712, a sólo nueve días del nacimiento de Jean-Jacques, ella también era hija del relojero Jacques Bernard. Huérfano de madre, a los nueve años, pasa a ser criado por su tío materno Samuel Bernard, pastor protestante, que Jean-Jacques toma como si fuera su abuelo. Su familia, de origen francés, debe exiliarse a Ginebra en 1549 a causa de la persecución religiosa. Su padre lo abandona a sus 10 años, teniendo una infancia, una educación y unos comienzos muy difíciles. Pasa dos años en casa del pastor Lambercier, en Bossey (al pie del Salève, al sur de Ginebra) (1722 - 1724). Su tío le consigue trabajo como aprendiz de relojero, y en 1725 con un maestro grabador.

«Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes.»
(Del contrato social)

A los dieciséis años huyó de su localidad natal tras pasar tantas dificultades. Más tarde se estableció en Annecy, tutelado por Madame de Warens, quien le proporcionó una educación esmerada y ayudó en su afición por la música. Tras una enfermedad grave, debió residir en Montpellier por un periodo de seis semanas para reponerse. A su regreso, fue preceptor en Lyon y contactó con Fontenelle, Diderot, Rameau y Marivaux. Pasó más tarde a ser en la que ejercerá diferentes oficios relacionados con las letras y la música. Recorrerá muchos kilómetros a pie por la zona de los Alpes a través de los cuales forjará su carácter de «paseante solitario».

Su vida se estabiliza un poco en 1745 cuando llega por segunda vez a París. Se casa con Thérèse Levasseur y entra en contacto con otros ilustrados como D'Alembert, Voltaire, Rameau, Diderot... Es a partir de este periodo cuando se inicia la producción escrita de Rousseau que lo ha hecho ocupar un importante lugar en la tradición ilustrada europea. Cuando finalizó su estancia en París, y ya tras haber estado en un buen contacto con otros ilustrados se traslada a Ermenonville, donde fallece después de un paro cardíaco, cuando estaba en su casa.



El legado de Rousseau [editar]



Legado filosófico [editar]

En 1762, la publicación de El contrato social fue causa de su expulsión de Francia, refugiándose en Neuchatel. Uno de los temas fundamentales de la obra es la soberanía (tema fundamental de la filosofía occidental de la modernidad). Para el autor soberanía es sinónimo de voluntad general, en tanto que sólo la voluntad general del pueblo puede constituirse en ley. Esta es indivisible y no puede ser representada. Por lo tanto la soberanía radica en el todo (el pueblo en su totalidad), no puede dividirse en partes (como los poderes) y menos todavía ser representada por un parlamento electo (porque de esta manera el hombre sería libre solo cuando elige a sus representantes legisladores, pero después volvería a ser esclavo). Soberanía y Estado son términos inseparables, en tanto que el Estado se mantiene en el poder soberano. De esta manera para Rousseau el principio fundante del Estado Moderno debería ser netamente democrático, ya que el poder soberano solo es tal, cuando es la expresión de la voluntad general de todos los ciudadanos de un Estado. La voluntad general del pueblo es el denominador común de todas las voluntades particulares. Esto suena algo utópico, pero el autor contesta diciendo que si entre un grupo de hombres no hubiera ningún interés común a todos, que los pueda unir, seria imposible pensar en la sociedad civil y menos en un contrato social fundante de un Estado.

Sólo en un Estado fundado en un principio democrático, donde el poder soberano es la voluntad general de todos, el hombre puede ser realmente libre, existir auténticamente. Porque el hombre de esta manera sólo se somete a la ley que él mismo se dicta. Ni en el Estado de Naturaleza (donde está atado a sus pasiones, o bien, a las de otro) ni en otro tipo de Estado puede llegar a serlo realmente. Sin embargo, define a la voluntad general como un principio o guía moral. De allí que sea infalible.

Pero no hay que confundir este principio fundante del Estado (a saber que solo la votación de todos puede crear ley) con el régimen o forma de gobierno. Una cosa es la forma de Estado y otra su régimen político.

El gobierno es el órgano encargado de ejecutar la voluntad general del pueblo. La ley, como expresión de la voluntad general, debe también apuntar siempre al todo y nunca a un particular. Por eso es necesario un gobierno que aplique la ley a las partes, pero éste no puede nunca dictarla, solo el pueblo entero puede hacerlo. Para Rousseau no hay un régimen político ideal o por excelencia, el tipo de régimen dependerá de la situación geográfica donde se asiente la sociedad civil y su consecuente Estado. En territorios pequeños es conveniente una democracia como forma de gobierno, en territorios medianos una Aristocracia y en un territorio grande una monarquía.

Rousseau propugnaba la soberanía del pueblo que identificaba solamente con los varones. Su concepción sobre las mujeres puede conocerse a partir de su tratado de educación femenina "El Emilio" donde cuestiona la igualdad que propugnaba ya que solamente incluía a los varones. Lo vemos así en afirmaciones como la siguiente:

La educación de las mujeres siempre debe ser relativa a los hombres. Agradarnos, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos de adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables; estas son las obligaciones de las mujeres durante todo el tiempo y lo que debe enseñárseles en su infancia.
El Emilio


Legado literario [editar]

Dado su alejamiento de los enciclopedistas de la época y su enfrentamiento con la Iglesia Católica, por sus polémicas doctrinas, su estilo literario cambió. Sus obras autobiográficas y de su yo, dieron un vuelco fundamental en la literatura europea; a tal punto que es considerado uno de los precursores del Romanticismo.

Entre sus obras más importantes se encuentran Emilio, El Contrato Social, Julia, o la nueva Eloísa y el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.



La botánica [editar]

Rousseau descubre tardíamente la botánica, hacia sus 65 años, gustando de herborizar, que lo tranquilizaba, luego de tanta jornada de reflexionar, que lo fatigaba y lo entristecía, escribiendo en la séptima La vuelta al caminante solitario. Así sus Cartas sobre la botánica le permiten continuar una reflexión sobre la cultura, en un sentido inmenso, comenzando con la Émile, su tratado de educación, y su romance, La Nouvelle Héloïse, donde se interroga sobre el arte de la jardinería.

El hombre, estando desnaturalizado, sin instintos, no puede contemplar la naturaleza, haciendo únicamente áreas habitables y cultivables, desnaturalizadas, «contorneadas a su modo» en «campiñas artificiales» donde si bien pueden vivir, no resulta más que en un país pobre. Y van quedando cada vez menos posibilidades de acceder a lo natural «deberían conocerse y ser dignos de ser admirados... La naturaleza semeja estar desordenada a los ojos humanos, y pasar sin atraer lamirada de los poco sensibles, y que a su vez han desfigurado... Están quienes le aman e intentar buscar y no lo pueden hallar» continua Rousseau en su romance donde va describiendo como Julie instala al fondo de su vergel un jardín secreto, jugando con lo agradable a lo útil de manera de hacer un poco de paseo que recuerde a la pura naturaleza : «es verdad, dice élla que la naturaleza hace todo, más bajo mi dirección, no habrá más quien le ordene».

Rousseau describe el jardín del hombre que concilia a la vez al humanista y al botánico, como un aspecto útil y placentero donde pueda estar sin artificios visibles, ni a la francesa, ni a la inglesa : el agua, la verdura, la sombra, y las siembras, como se ve en la naturaleza, sin usar la simetría ni alinear los cultivos y los bordes. El hombre de gusto «no se inquietará a punto de su percepción de bellas perspectivas : el gusto de los puntos de vista solo visibles a muy pocos.»

El trabajo de mejorar el suelo y de hacer injertos no devolvera lo natural quitado a la naturaleza, mas, además que no volverá, sigue extendiéndose catastróficamente nuestra civilización urbana con consecuencias, más puede forzarse otro destino. Y si el trabajo de un vergel y de campos sea una necesidad para el hombre, el jardín de «el hombre de gusto» funcionará permitiendo desahogarse, descanzar de momentos de esfuerzo.

Para Rousseau, las melodías y el jardín son del orden de lo humano, de la perfectibilidad, de la imaginación y de las pasiones simples. El habla de una música de una temporalidad melódica, por lo tanto habrá procesos educativos que permitan a los humanos de esperar un devenir «todo lo que podamos ser» para que la naturaleza no nos haga sufrir.



Abreviatura [editar]

La abreviatura Rousseau se emplea para indicar a Jean-Jacques Rousseau como autoridad en la descripción y clasificación científica de los vegetales. (Ver listado de spp. signadas por este autor en IPNI)

Logró identificar y nombrar a 28 nuevas especies (IPNI).



Véase también [editar]

Véase también: Prerromanticismo
Categoría principal: Obras de Rousseau


Enlaces externos [editar]

Wikisource

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El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, publicada en español bajo la licencia GFDL.


Libros [editar]





Alexis de Tocqueville

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Alexis de Tocqueville. Fotograbado de una estampa, de la edición estadounidense de 1899 de Democracy In America
Alexis Henri Charles de Clérel, vizconde de Tocqueville (* 29 de junio de 1805, Verneuil-sur-Seine (Isla de Francia) — †16 de abril de 1859, Cannes), fue un pensador, jurista, político e historiador francés, uno de los más importantes ideólogos del liberalismo, bisnieto del también político y ministro Guillaume-Chrétien de Lamoignon de Malesherbes.

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Vida y obra [editar]

Nacido en una familia de ultra monárquicos que perdió a varios de sus miembros durante el Terror revolucionario de la Revolución Francesa, la caída de Robespierre en el año II (1794) evitó, in extremis, la guillotina a su madre. Probablemente por esta razón, desconfió toda su vida de los revolucionarios, sin que ello lo llevara a planteamientos ultraconservadores.

Estudió Derecho y obtuvo una plaza de magistrado en Versalles en 1827. Sin embargo, su inquietud intelectual le llevó a aceptar una misión gubernamental para viajar a los Estados Unidos a estudiar su sistema penitenciario (1831). Su estancia allí duró dos años. Fruto de este viaje fue su primer obra: Del sistema penitenciario en los Estados Unidos y de su aplicación en Francia (1833). Sin embargo, su estancia en Estados Unidos le sirvió para profundizar en el análisis de los sistemas político y social estadounidenses, que describió en su obra La democracia en América (1835-1840).

De regreso de sus viajes a Estados Unidos, Tocqueville abandonó definitivamente la magistratura para dedicarse a la política y a la producción intelectual. En 1838 ingresó en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. En 1839 fue elegido diputado por el pueblo de Normandía que lleva su mismo nombre, Tocqueville (del que habla en su obra Souvenirs), y en 1841 llegó a la Academia Francesa. Se opuso tanto a la Revolución de 1848 (que acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans) como al golpe de estado de Luis Napoleón en 1851-1852 (que acabó con la Segunda República Francesa y dio paso al Segundo Imperio, con Luis Napoleón como Napoleón III); fue uno de los diputados arrestados durante el golpe. En el intervalo, fue brevemente ministro de Asuntos Exteriores (1848) de la Segunda República, y vicepresidente de la Asamblea Nacional (1849). Tras el advenimiento del Segundo Imperio, Tocqueville se retiró de la vida pública y se dedicó a la que sería su obra cumbre (junto con De la democracia en América), inacabada: El Antiguo Régimen y la Revolución (1856). En 1858, su salud se resintió y fue enviado al sur de Francia, donde murió (Cannes, 1859). Sus obras completas fueron publicadas en nueve volúmenes por H. G. de Beaumont (1860-1865).

Su obra está basada en sus viajes a Estados Unidos, y es una referencia obligada para entender ese país, en particular durante el siglo XIX. Se considera como un de los defensores históricos del liberalismo y de la democracia, fue anticolectivista y una de las referencias de los liberales. Fue también un teórico del colonialismo, concretamente a través de sus estudios de la colonización francesa de Argelia. Abogó también por la caridad privada en lugar de la ayuda del Estado para el cuidado de los pobres, lo que han encomiado los conservadores estadounidenses, especialmente a finales del siglo XX y principios del XXI.



Sentido de su obra [editar]

Hay que destacar dos sentidos;

La afirmación sin fisuras de lo que se considera un hecho fundamental y trascendente → la tendencia de las sociedades modernas hacia la igualdad de condiciones entre las personas. Es una tendencia claramente anclada en el pasado, que permite encontrar unidad en todo el complejo y plural devenir histórico. Esta idea central nos permite seguir su obra según la oposición entre aristocrático y democrático (o entre aristocrático e igualitario).

Insistencia en que esta tendencia se podía realizar de las más variadas formas y coexistir con muy diferentes tipos de organización. Los progresistas estarán en contra en este punto ya que piensan que hay una vía única (periodización de las edades del hombre que no se pueden saltar). Aquí introduce la idea sobre que la tendencia a la igualdad se produce de forma inconsciente (idea que luego veremos en Marx).

  • En estos dos puntos vemos que Tocqueville propone una filosofía de la historia → algo muy propio de los siglos XVIII y XIX; una visión que otorga sentido general a toda la evolución histórica. La diferencia de Tocqueville a otras filosofías de la historia es que considera que el despliegue de esa razón de ese proceso histórico es del todo impredecible.
  • En la obra de Tocqueville también hay que destacar importantes aportaciones metodológicas; asume una metodología que en muchos casos es novedosa. Tiene muchos puntos en común a los que tendrá en Max Weber. ¿Qué novedad o innovación se produce? La especial habilidad para partiendo de fenómenos o datos empíricos muy precisos, pasaba a la construcción o modelos que aspiran a hacer la realidad general comprensible. La novedad es que estos modelos no reflejaban al pide de la letra la realidad sino que se dedicaban a privilegiar rasgos de esta realidad (más tarde lo hará Max Weber, y se llamará categoría ‘tipo ideal’ → no es una media, se trataba de exagerar unos rasgos para entender una realidad, llegando a veces, a caricaturizar). Con esto trabaja Tocqueville. Llama también la atención porque su tendencia es buscar datos para hacer construcciones generales; me baso en una realidad concreta pero busco modelos generales.


El cambio social según Tocqueville [editar]

Para Tocqueville, el cambio social es el resultado de la aspiración a la igualdad de los hombres.

Para él, si la humanidad debe elegir entre la libertad y la igualdad, siempre decidirá en favor de la segunda, incluso a costa de alguna coacción, siempre y cuando el poder público proporcione el mínimo nivel necesario de vida y seguridad.

La cuestión sigue siendo de actualidad, es la adecuación entre esta doble reivindicación de libertad e igualdad: "las naciones hoy en día no saben hacer que en su seno las condiciones no sean iguales, pero depende de ellos que la igualdad lleve a la servidumbre o a la libertad, a las luces o a la barbarie, a la prosperidad o a la miseria."

Para Tocqueville, la sociedad democrática caracterizada por la igualdad de condiciones es el resultado de los cambios sociales.






Obras [editar]

Sus obras incluyen:



Enlaces externos [editar]

Wikiquote




Solón

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Solón
Solón (en griego Σόλων) (c. 638 a. C.558 a. C.) fue un famoso legislador ateniense, considerado uno de los precursores de la democracia en Atenas.

Contenido

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Biografía [editar]

Fue hijo de Ejecéstides, comerciante rico cuya generosidad con los demás le hizo perder gran parte de su fortuna. Se inició como comerciante internacional, y sus habilidades poéticas hicieron que fuera considerado uno de los Siete sabios de Grecia.

En la mitad de los años 590 a. C. trabajó para instigar la reanudación del conflicto con Cirra sobre Salamina. En 594 a. C. fue nombrado arconte del Ática, con el propósito de controlar el desorden civil rampante en esa ciudad, producto de las leyes emitidas por Dracón y la esclavitud de muchos campesinos por deudas.

Solón abolió la mayoría de estas leyes (de donde se deriva el adjetivo de "draconianas"), que eran excesivamente sanguinarias con los delitos menores y habían provocado quejas en la población, excepto las referentes al homicidio.

Introdujo un conjunto de reglamentos, seisachtheia, que fueron muy útiles para mejorar las condiciones en asuntos de hacienda y tenencia de tierras. Sus reglamentos tuvieron tal éxito que se le encomendó la tarea de reescribir la constitución. El resultado fue llamado más tarde la Constitución Soloniana.

Se eximió a los ciudadanos de impuestos directos. Introdujo la Heliaia (juicio por jurado). El Consejo de los Cuatrocientos (o Bulé) y el Areópago fueron establecidos como los principales cuerpos consultivos y administrativos. Anuló todas las deudas que pesaban sobre los campesinos humildes y decretó que todos los esclavos por deudas fueran liberados; remodeló el calendario, y reguló los pesos y medidas. Sus leyes fueron escritas en cilindros especiales de madera (kyrbeis) y puestas en la Acrópolis.



La Reforma social de Solón o Timocracia [editar]

Decidió terminar con los derechos de casta, adaptando los derechos y deberes de los ciudadanos a sus respectivas rentas, procediendo a la división de la población en cuatro clases. Este sistema político, en el que en función de la renta de cada clase (unidad de medida: medimno) se le adjudican ciertos derechos políticos y responsabilidades, se conoce como timocracia (timokratia).

  • Pentakosiomedimnoi (Pentacosiomedimnos): producen más de 500 medimnos.
  • Hippeis: son los que producen más de 300 medimnos. Su nombre proviene de su pertenencia a la caballería (pueden permitirse pagar un caballo)
  • Zeugitai: son los que producen entre 200 y 299 medimnos. Son la masa de los labradores o pequeños campesinos que formaban el ejército hoplita (podían pagarse el casco, la espada corta, la coraza...)
  • Thetes: producen menos de 200 medimnos
Había de tributar como de quinientos medimnoi el que sacase de tierra propia quinientas medidas entre áridos y líquidos; como caballeros los que sacasen trescientas, o como algunos dicen los que pudieran criar un caballo, y éstos dan como prueba el nombre de la clase, como deducido de este hecho, (...). El tributo de un par pagaban los que cosechaban entre áridos y

líquidos doscientas medidas, y los restantes pagaban el impuesto como thetes, sin participar en ninguna magistratura.
Los autores no coinciden en cuanto a qué clases podían aspirar a cuáles magistraturas, aunque aproximadamente se puede explicar así,

  • Las tres primeras clases (las superiores), debían cumplir el servicio militar como hoplitas.
  • No está claro si eran las dos primeras clases o sólo la primera quiénes podían desempeñar magistraturas superiores.
  • Mientras que los de la cuarta clase (la de los trabajadores asalariados), sólo servirían en infantería ligera o la flota y sólo tenían voz en la asamblea popular (Ekklesía) y en los Tribunales de Justicia (Heliaia).


Importancia de la Constitución Soloniana [editar]

Moneda griega de 50 dracmas con la efigie de Solón en el reverso (1982)
Esta constitución estableció un régimen que llamamos Timocracia ("gobierno de los ricos"), u Oligarquía ("gobierno de algunos"), ya que sólo permite el acceso a las instituciones de gobierno superiores a aquellos que poseen las mayores propiedades. Anteriormente sólo los nobles controlaban estas instituciones. Por tanto, la Constitución Soloniana significa una pérdida de poder político para la nobleza y una extensión de éste hacia capas medias de la sociedad. La Constitución de Solón tiene su mérito en que a través de la riqueza, permitió el acceso a la acción política a personas ajenas a la nobleza (mercaderes y comerciantes enriquecidos en el intercambio con las colonias mediterráneas, por ejemplo). Además, fue la primera constitución escrita, lo cual ayudó a finalizar con las arbitrariedades de los jueces (que siempre eran "aristoi"). De este modo, las capas medias trabajadoras de la sociedad lograron una cuota considerable de participación política.



Poder político e instituciones [editar]

La Timocracia significó la división de la población en cuatro clases según los "medimnoi" producidos por una persona. La riqueza determinaba la participación política porque sólo los Pentakosiomedimnoi y quizá los Zeugitai podían optar al "arcontado" (magistraturas ejecutivas). Por tanto, la participación en el Areópago estaba limitada a ellos. Sólo las tres clases superiores podían participar en el ejército, al poder pagarse las armas necesarias. Los Hippeis ("caballeros") podían también pagarse un caballo.

El Areópago o Consejo Aristocrático, en época monárquica había sido el Consejo del Rey. En época monárquica se llamaba Bulé, pero cambió su nombre cuando Solón creó la nueva Bulé. En época de Solón fue mantenido como un consejo prestigioso que supervisaba el gobierno de la ciudad, el trabajo de los magistrados, opinaba sobre el gobierno y actuaba como tribunal para delitos graves y de sangre. No podía decidir, pero la Ekklesía intentaba contar con su favor. Estaba compuesto de forma vitalicia por aristócratas, familias poderosas y por los exarcontes.

La Bulé, nuevo órgano creado por Solón, era un Consejo de Cuatrocientos ciudadanos (cien de cada tribu del Ática). Los thétes estaban excluídos de la vida política. Hay dudas sobre sus funciones en época de Solón. Se cree que se ocupaba de proponer leyes y de preparar las reuniones de la Ekklesía. La Ekklesía o Asamblea Ciudadana era la que tomaba todas las decisiones de política interior, exterior, legislativa, judicial y ejecutiva, pero necesitaba la aquiescencia y consejo del Areópago y la Bulé. La Ekklesía elegía a los arcontes, y por tanto, elegía indirectamente a los nuevos miembros del Areópago. Estaba compuesto por todos los ciudadanos mayores de dieciocho años, varones. Delegaba su poder ejecutivo en los nueve arcontes y su poder judicial en el Areópago (tribunal para los casos de homicidio voluntario) y en la Heliea (tribunal ciudadano).

La Heliea era un Tribunal de Justicia Ciudadano, compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo.


Solón es el autor de la Constitución Ateniense del año 594 aC



"Guarda todo con mesura" [editar]

Sin embargo, que sus leyes resolvían varios problemas de la sociedad ateniense, no era suficiente para las clases más bajas, que esperaban medidas más radicales. Solón en cambio buscaba el justo medio, atribuyéndosele la frase ”guarda todo con mesura”.

Dejó a los atenienses por el lapso de 10 años, en los que debían respetar las leyes, cosa que no ocurrió, y recorrió varios países como Chipre, Lidia y Egipto, de donde extraerá a partir de varios sacerdotes el relato de la Atlántida, posteriormente recogido por Critias y plasmado por Platón en sus diálogos Timeo y Critias, regresando a Atenas para el año 550 a. C., durante el gobierno del tirano Pisístrato, que se mantuvo respetuoso con el viejo legislador. Debatió sobre el sentido de la ley con el filósofo Anacarsis el escita y falleció el año 558 a. C.



Bibliografía [editar]



Fuentes primarias [editar]

  • Platón (1992/2002). Diálogos. Obra completa. Volumen VI: Filebo. Timeo. Critias. traducción, introducción y notas a cargo de Mª Ángeles Durán (Filebo) y Francisco Lisi (Timeo) y (Critias). Traducción revisada por Mercedes López Salvá (Filebo) y (Timeo) y Carlos García Gual (Critias). Biblioteca Clásica Gredos 160. 1ª edición, 2ª reimpresión. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-1475-2.
  • Plutarco (1996). Vidas paralelas. Obra completa. Volumen II: Solón & Publícola; Temístocles & Camilo; Pericles & Fabio Máximo. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-1796-8.


Discurso fúnebre de Pericles

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Legado [editar]

Fachada del Partenón, en la Acrópolis de Atenas.
El legado más visible de Pericles se puede encontrar en los trabajos literarios y artísticos de su Edad de Oro, de los cuales muchos han sobrevivido hasta nuestros días. La Acrópolis, aunque en ruinas, todavía permanece como el símbolo de la Atenas moderna. Paparrigopoulos escribió que estas obras maestras eran "suficientes para hacer del nombre de Grecia algo inmortal en nuestro mundo".[118]

En términos políticos, Victor L. Ehrenberg argumenta que el elemento básico del legado de Pericles es el imperialismo ateniense, que, exceptuando a la potencia gobernante, niega la verdadera democracia y las libertades al resto de estados.[136] La promoción de un imperialismo tan arrogante se dice que arruinó a Atenas.[137] Sin embargo, otros analistas subrayan un humanismo ateniense ilustrado por la Edad de Oro.[138] La libertad de expresión se ve como un legado duradero de este periodo.[139] Pericles es alabado como "el prototipo ideal de político perfecto en la antigua Grecia" y su Discurso fúnebre es hoy en día sinónimo de la lucha por la democracia participativa y el orgullo cívico.[118] [140]

La Oración funeral de Pericles, o Discurso fúnebre de Pericles es un un famoso discurso recogido por Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso,[1] una de las pocas fuentes completas a nuestro alcance sobre el tema de la guerra de poder entre Atenas y Esparta a finales del siglo V a. C.

La guerra ha comenzado hace ya un año y los atenienses celebran en forma solemne un funeral simbólico de todos los caídos hasta ese momento. El orador en esta oportunidad es nada menos que Pericles y el contenido de su discurso es un retrato idealizado de la democracia ateniense. La indicación de que los atenienses siguieron esta costumbre “durante el transcurso de toda la guerra” (cap. 34) permite inferir con alto grado de probabilidad que Tucídides compuso este pasaje cuando Atenas ya había sufrido la derrota final. El discurso enfatiza el poder de la ciudad y la libertad de que gozan los ciudadanos, quienes a su vez viven con un profundo respeto por el imperio de la ley (cap. 37). Esta imagen idílica se desvanece de inmediato al mostrarnos Tucídides cómo la peste afectó en lo más profundo el temple moral de la ciudad llevando a una situación de extrema anomia o falta total de respeto por las leyes (cap. 53).

34. En el mismo invierno los atenienses, siguiendo la costumbre tradicional, organizaron públicamente las ceremonias fúnebres de los primeros que habían muerto en esta guerra, de la siguiente manera: montan una tienda y exponen los huesos de los difuntos tres días antes del entierro, y cada uno lleva a su deudo la ofrenda que desea. Y cuando tiene lugar la conducción de cadáveres, unos carros transportan los féretros de ciprés, cada uno de una tribu y en su interior se hallan los huesos de los pertenecientes a cada una de las tribus. Se transporta también un féretro vacío preparado en honor de los desaparecidos que no fueron hallados al recuperar los cadáveres. Acompaña al cortejo el ciudadano o extranjero que quiere, y las mujeres de la familia quedan llorando sobre la tumba. Los depositan, pues, en el cementerio público que está en el más hermoso barrio de la ciudad, que es donde siempre dan sepultura a los que han muerto por la ciudad, excepción hecha de los que murieron en Maratón, pues a éstos, al considerar la brillantez de su valor, los enterraron allí mismo.
Y después que los cubren de tierra, un hombre elegido por la ciudad, el que por su inteligencia no parezca ser un necio y destaque en la estimación pública, pronuncia en honor de éstos el pertinente elogio, tras lo cual se marchan todos. Este es el modo como los entierran. Durante el transcurso de toda la guerra seguían esta costumbre cada vez que la ocasión se les presentaba. Así pues, para hablar en honor de estos primeros muertos fue elegido Pericles, hijo de Jantipo. Llegado el momento, se adelantó desde el sepulcro hacia una alta tribuna que se había erigido a fin de que pudiera hacerse oír ante tan gran muchedumbre, y habló así:
35. “La mayoría de los que aquí han hablado anteriormente elogian al que añadió a la costumbre el que se pronunciara públicamente este discurso, como algo hermoso en honor de los enterrados a consecuencia de las guerras. Aunque lo que a mí me parecería suficiente es que, ya que llegaron a ser de hecho hombres valientes, también de hecho se patentizara su fama como ahora mismo ven en torno a este túmulo que públicamente se les ha preparado; y no que las virtudes de muchos corran el peligro de ser creídas según que un solo hombre hable bien o menos bien. Pues es difícil hablar con exactitud en momentos en los que difícilmente está segura incluso la apreciación de la verdad. Pues el oyente que ha conocido los hechos y es benévolo, pensará quizá que la exposición se queda corta respecto a lo que él quiere y sabe; en cambio quien no los conoce pensará, por envidia, que se está exagerando, si oye algo que está por encima de su propia naturaleza. Pues los elogios pronunciados sobre los demás se toleran sólo hasta el punto en que cada cual también cree ser capaz de realizar algo de las cosas que oyó; y a lo que por encima de ellos sobrepasa, sintiendo ya envidia, no le dan crédito. Mas, puesto que a los antiguos les pareció que ello estaba bien, es preciso que también yo, siguiendo la ley, intente satisfacer lo más posible el deseo y la expectación de cada uno de vosotros.
36. Comenzaré por los antepasados, lo primero; pues es justo y al mismo tiempo conveniente que en estos momentos se les conceda a ellos esta honra de su recuerdo. Pues habitaron siempre este país en la sucesión de las generaciones hasta hoy, y libre nos lo entregaron gracias a su valor. Dignos son de elogio aquéllos, y mucho más lo son nuestros propios padres, pues adquiriendo no sin esfuerzo, además de lo que recibieron, cuanto imperio tenemos, nos lo dejaron a nosotros, los de hoy en día. Y nosotros, los mismos que aún vivimos y estamos en plena edad madura, en su mayor parte lo hemos engrandecido, y hemos convertido nuestra ciudad en la más autárquica, tanto en lo referente a la guerra como a la paz. De estas cosas pasaré por alto los hechos de guerra con los que se adquirió cada cosa, o si nosotros mismos o nuestros padres rechazamos al enemigo, bárbaro o griego, que valerosamente atacaba, por no querer extenderme ante quienes ya lo conocen. En cambio, tras haber expuesto primero desde qué modo de ser llegamos a ellos, y con qué régimen político y a partir de qué caracteres personales se hizo grande, pasaré también, luego al elogio de los muertos, considerando que en el momento presente no sería inoportuno que esto se dijera, y es conveniente que lo oiga toda esta asamblea de ciudadanos y extranjeros.
37. Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida. 38. Y también nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres.
39. Y también sobresalimos en los preparativos de las cosas de la guerra por lo siguiente: mantenemos nuestra ciudad abierta y nunca se da el que impidamos a nadie (expulsando a los extranjeros) que pregunte o contemple algo —al menos que se trate de algo que de no estar oculto pudiera un enemigo sacar provecho al verlo—, porque confiamos no más en los preparativos y estratagemas que en nuestro propio buen ánimo a la hora de actuar. Y respecto a la educación, éstos, cuando todavía son niños, practican con un esforzado entrenamiento el valor propio de adultos, mientras que nosotros vivimos plácidamente y no por ello nos enfrentamos menos a parejos peligros. Aquí está la prueba: los lacedemonios nunca vienen a nuestro territorio por sí solos, sino en compañía de todos sus aliados; en cambio nosotros, cuando atacamos el territorio de los vecinos, vencemos con facilidad en tierra extranjera la mayoría de las veces, y eso que son gentes que se defienden por sus propiedades. Y contra todas nuestras fuerzas reunidas ningún enemigo se enfrentó todavía, a causa tanto de la preparación de nuestra flota como de que enviamos a algunos de nosotros mismos a puntos diversos por tierra. Y si ellos se enfrentan en algún sitio con una parte de los nuestros, si vencen se jactan de haber rechazado unos pocos a todos los nuestros, y si son vencidos, haberlo sido por la totalidad. Así pues, si con una cierta indolencia más que con el continuo entrenarse en penalidades, y no con leyes más que con costumbres de valor queremos correr los riesgos, ocurre que no sufrimos de antemano con los dolores venideros, y aparecemos llegando a lo mismo y con no menos arrojo que quienes siempre están ejercitándose. Por todo ello la ciudad es digna de admiración y aun por otros motivos.
40. Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicie, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar que como jactancia de palabra. Y el reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie, sino que el no huirlo de hecho, eso sí que es más vergonzoso. Arraigada está en ellos la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y estas gentes, dedicadas a otras actividades, entienden no menos de los asuntos públicos. Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción, sino el no aprender de antemano mediante la palabra antes de pasar de hecho a ejecutar lo que es preciso. Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. Y en lo que concierne a la virtud nos distinguimos de la mayoría, pues nos procuramos a los amigos, no recibiendo favores sino haciéndolos. Y es que el que otorga el favor es un amigo más seguro para mantener la amistad que le debe aquel a quien se lo hizo, pues el que lo debe es en cambio más débil, ya que sabe que devolverá el favor no gratuitamente sino como si fuera una deuda. Y somos los únicos que sin angustiarnos procuramos a alguien beneficios no tanto por el cálculo del momento oportuno como por la confianza en nuestra libertad.
41. Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto. Y que estas cosas no son jactancia retórica del momento actual sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío de la ciudad, el cual hemos conseguido a partir de este carácter. Efectivamente, es la única ciudad de las actuales que acude a una prueba mayor que su fama, y la única que no provoca en el enemigo que la ataca indignación por lo que sufre, ni reproches en los súbditos, en la idea de que no son gobernados por gentes dignas. Y al habernos procurado un poderío con pruebas más que evidentes y no sin testigos, daremos ocasión de ser admirados a los hombres de ahora y a los venideros, sin necesitar para nada el elogio de Homero ni de ningún otro que nos deleitará de momento con palabras halagadoras, aunque la verdad irá a desmentir su concepción de los hechos; sino que tras haber obligado a todas las tierras y mares a ser accesibles a nuestro arrojo, por todas partes hemos contribuido a fundar recuerdos imperecederos para bien o para mal. Así pues, éstos, considerando justo no ser privados de una tal ciudad, lucharon y murieron noblemente, y es natural que cualquiera de los supervivientes quiera esforzarse en su defensa.
42. Esta es la razón por la que me he extendido en lo referente a la ciudad enseñándoles que no disputamos por lo mismo nosotros y quienes no poseen nada de todo esto, y dejando en claro al mismo tiempo con pruebas ejemplares el público elogio sobre quienes ahora hablo. Y de él ya está dicha la parte más importante. Pues las virtudes que en la ciudad he elogiado no son otras que aquellas con que las han adornado estos hombres y otros semejantes, y no son muchos los griegos cuya fama, como la de éstos, sea pareja a lo que hicieron. Y me parece que pone de manifiesto la valía de un hombre, el desenlace que éstos ahora han tenido, al principio sólo mediante indicios, pero luego confirmándola al final. Pues es justo que a quienes son inferiores en otros aspectos se les valore en primer lugar su valentía en defensa de la patria, ya que borrando con lo bueno lo malo reportaron mayor beneficio a la comunidad que lo que la perjudicaron como simples particulares. Y de ellos ninguno flojeó por anteponer el disfrute continuado de la riqueza, ni demoró el peligro por la esperanza de que escapando algún día de su pobreza podría enriquecerse. Por el contrario, consideraron más deseable que todo esto el castigo de los enemigos, y estimando además que éste era el más bello de los riesgos decidieron con él vengar a los enemigos, optando por los peligros, confiando a la esperanza lo incierto de su éxito, estimando digno tener confianza en sí mismos de hecho ante lo que ya tenían ante su vista. Y en ese momento consideraron en más el defenderse y sufrir, que ceder y salvarse; evitaron una fama vergonzosa, y aguantaron el peligro de la acción al precio de sus vidas, y en breve instante de su Fortuna, en el esplendor mismo de su fama más que de su miedo, fenecieron.
43. Y así éstos, tales resultaron, de modo en verdad digno a su ciudad. Y preciso es que el resto pidan tener una decisión más firme y no se den por satisfechos de tenerla más cobarde ante los enemigos, viendo su utilidad no sólo de palabra, cosa que cualquiera podría tratar in extenso ante ustedes, que la conocéis igual de bien, mencionando cuántos beneficios hay en vengarse de los enemigos; antes por el contrario, contemplando de hecho cada día el poderío de la ciudad y enamorándose de él, y cuando les parezca que es inmenso, piensen que todo ello lo adquirieron unos hombres osados y que conocían su deber, y que actuaron con pundonor en el momento de la acción; y que si fracasaban al intentar algo no se creían con derecho a privar a la ciudad de su innata audacia, por lo que le brindaron su más bello tributo: dieron, en efecto, su vida por la comunidad, cosechando en particular una alabanza imperecedera y la más célebre tumba: no sólo el lugar en que yacen, sino aquella otra en la que por siempre les sobrevive su gloria en cualquier ocasión que se presente, de dicho o de hecho. Porque de los hombres ilustres tumba es la tierra toda, y no sólo la señala una inscripción sepulcral en su ciudad, sino que incluso en los países extraños pervive el recuerdo que, aun no escrito, está grabado en el alma de cada uno más que en algo material. Imiten ahora a ellos, y considerando que su libertad es su felicidad y su valor su libertad, no se angustien en exceso sobre los peligros de la guerra. Pues no sería justo que escatimaran menos sus vidas los desafortunados (ya que no tienen esperanzas de ventura), sino aquellos otros para quienes hay el peligro de sufrir en su vida un cambio a peor, en cuyo caso sobre todo serían mayores las diferencias si en algo fracasaran. Pues, al menos para un hombre que tenga dignidad, es más doloroso sufrir un daño por propia cobardía que, estando en pleno vigor y lleno de esperanza común, la muerte que llega sin sentirse.
44. Por esto precisamente no compadezco a ustedes, los padres de estos de ahora que aquí están presentes, sino que más bien voy a consolarles. Pues ellos saben que han sido educados en las más diversas experiencias. Y la felicidad es haber alcanzado, como éstos, la muerte más honrosa, o el más honroso dolor como ustedes y como aquellos a quienes la vida les calculó por igual el ser feliz y el morir. Y que es difícil convencerles de ello lo sé, pues tendrán múltiples ocasiones de acordarse de ellos en momentos de alegría para otros, como los que antaño también eran su orgullo. Pues la pena no nace de verse privado uno de aquellas cosas buenas que uno no ha probado, sino cuando se ve despojado de algo a lo que estaba acostumbrado. Preciso es tener confianza en la esperanza de nuevos hijos, los que aún están en edad, pues los nuevos que nazcan ayudarán en el plano familiar a acordarse menos de los que ya no viven, y será útil para la ciudad por dos motivos: por no quedar despoblada y por una cuestión de seguridad. Pues no es posible que tomen decisiones equitativas y justas quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás. Y a su vez, cuantos han pasado ya la madurez, consideren su mayor ganancia la época de su vida en que fueron felices, y que ésta presente será breve, y alíviense con la gloria de ellos. Porque las ansias de honores es lo único que no envejece, y en la etapa de la vida menos útil no es el acumular riquezas, como dicen algunos, lo que más agrada, sino el recibir honores.
45. Por otra parte, para los hijos o hermanos de éstos que aquí están presentes veo una dura prueba (pues a quien ha muerto todo el mundo suele elogiar) y a duras penas podrían ser considerados, en un exceso de virtud por su parte, no digo iguales sino ligeramente inferiores. Pues para los vivos queda la envidia ante sus adversarios, en cambio lo que no está ante nosotros es honrado con una benevolencia que no tiene rivalidad. Y si debo tener un recuerdo de la virtud de las mujeres que ahora quedarán viudas, lo expresaré todo con una breve indicación. Para ustedes será una gran fama el no ser inferiores a vuestra natural condición, y que entre los hombres se hable lo menos posible de ustedes, sea en tono de elogio o de crítica.
46. He pronunciado también yo en este discurso, según la costumbre, cuanto era conveniente, y los ahora enterrados han recibido ya de hecho en parte sus honras; a su vez la ciudad va a criar a expensas públicas a sus hijos hasta la juventud, ofreciendo una útil corona a éstos y a los supervivientes de estos combates. Pues es entre quienes disponen de premios mayores a la virtud donde se dan ciudadanos más nobles. Y ahora, después de haber concluido los lamentos fúnebres, cada cual en honor de los suyos, márchense”.


Véase también [editar]



Referencias



Fuentes secundarias [editar]



Véase también [editar]







Montesquieu

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Charles Louis de Secondat, Baron de Montesquieu
Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu (18 de enero de 1689 - 10 de febrero de 1755), fue un cronista y pensador político francés que vivió en la llamada Ilustración. Es uno de los filósofos y ensayistas ilustrados más relevantes en especial por la articulación de la teoría de la separación de poderes, que se da por descontado en los debates modernos sobre los gobiernos, y ha sido implementado en muchas constituciones a lo largo del mundo.

Su pensamiento debe ser enmarcado dentro del espíritu crítico de la Ilustración francesa, patente en rasgos como la tolerancia religiosa, la aspiración de libertad y su concepto de la felicidad en el sentido cívico, si bien se desmarcará de otros autores de la época por su búsqueda de un conocimiento más concreto y empírico en oposición a la abstracción y método deductivo dominantes. Podemos decir que como difusor de la Constitución inglesa y teórico de la separación de poderes se encuentra muy cercano al pensamiento de Locke, en tanto que como autor de las Cartas Persas podría situarse próximo a Saint-Simon. Sin embargo, el pensamiento del señor de La Brède es complejo y tiene esa personalidad propia que le convierte en uno de los pensadores más influyentes en el seno de la Historia de las ideas políticas.

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Biografía [editar]

Nació el 18 de enero de 1689 en el Castillo de la Brède, a pocos kilómetros de Burdeos, Francia. Hijo de Jacques de Secondat y Marie-Francoise de Pesnel, su familia pertenecia a la llamada nobleza de toga. En ese mismo año, el parlamento inglés, a través de Bill of Rights impone definitivamente una monarquía constitucional en Inglaterra, mientras que en Francia el largo reinado de Luis XIV parece asegurar el poder absoluto del rey, pese a la crisis y el descontento que se manifiesta a su muerte en 1715.

Estudió en la Escuela de Oratoria de Juilly y la carrera de Derecho siguiendo la tradición familiar, primero en la Universidad de Burdeos y más tarde en París, entrando en contacto con los intelectuales de la capital francesa. En 1714, tras la muerte del padre, vuelve a La Brède donde ingresará como consejero en el Parlamento de Burdeos. Pasará a vivir bajo la protección de su tío, el barón de Montesquieu, quien a su muerte le dejará como legado tanto su fortuna, como su título de barón y el cargo de Presidente del Parlamento (1716-1727). En 1715 contrae matrimonio con Jeanne Lartigue. Durante esa época y como miembro de la Academia de Ciencias de Burdeos, presentará varios estudios sobre las glándulas renales, la gravedad y el eco. Su función de magistrado le aburre, por lo que termina vendiendo el cargo y dedicándose a viajar por Europa observando costumbres e instituciones de los diferentes países. Muere el 10 de febrero de 1755 en París.



Visión política y legado [editar]

Montesquieu desarrolló las ideas de John Locke acerca de la división de poder. En su obra "El espíritu de las leyes" manifiesta admiración por las instituciones políticas inglesas y afirmó que la ley es lo más importante del Estado.

Las “Cartas Persas” se publican en 1721, con 32 años, y su éxito es fulminante en la sociedad francesa de la época de la regencia. Ingresa en la Academia Francesa en 1727 y se traslada a Inglaterra en 1729 siendo elegido miembro de la Royal Society. Sus tres años en Inglaterra resultan cruciales para su desarrollo intelectual.

En 1739 publica un importante ensayo sobre los romanos. El espíritu de las leyes se publica en Ginebra en 1748. En 1750, para responder a las críticas de los jansenistas y los jesuitas, publica la Defensa del Espíritu de las Leyes aunque la Iglesia lo incluye en el índice de libros prohibidos.

Dos son fundamentalmente los puntos en que los diferentes autores insisten al señalar la aportación original de Montesquieu al estudio científico de las sociedades humanas:

  • Montesquieu acomete la tarea científica de describir la realidad social según un método analítico y "positivo" que no se detiene en la pura descripción empirista de hechos, sino que intenta organizar la multiplicidad de datos de la realidad social en un reducido número de tipos.
  • Dar una "respuesta sociológica" a la aparente diversidad de los hechos sociales, bajo el supuesto de que existe un orden o causalidad de estos hechos susceptible de una interpretación racional.
Es considerado uno de los precursores del liberalismo y fue quien elaboró la teoría de la separación de poderes.



Obras [editar]

  • Les causes de l'écho
  • Les glandes rénales
  • La cause de la pesanteur des corps
  • La damnation éternelle des païens (1711)
  • Système des Idées (1716)
  • Lettres persanes (1721)
  • Le Temple de Gnide (novela de 1724)
  • Arsace et Isménie (novela de 1730)
  • Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence (1734)
  • De l'esprit des lois (1748)
  • La défense de «L'Esprit des lois» (1748)
  • Pensées suivies de Spicilège





Voltaire

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Para otros usos de este término, véase Voltaire (desambiguación).
Voltaire en 1718, de Nicolas de Largillière
François Marie Arouet, más conocido como Voltaire (París, 21 de noviembre de 1694ibídem, 30 de mayo de 1778) fue un escritor y filósofo francés que figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad. En 1746 Voltaire fue elegido miembro de la Academia francesa.

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El seudónimo «Voltaire» [editar]

Existen varias hipótesis acerca del seudónimo Voltaire. Una versión muy aceptada dice que deriva del apelativo Petit Volontaire que usaban sus familiares para referirse a él de pequeño. No obstante, parece ser que la versión más verosímil es que Voltaire es el anagrama de «Arouet L(e) J(eune)» (‘Arouet, el joven’), utilizando las mayúsculas latinas.

También existen otras hipótesis, puede tratarse del nombre de un pequeño feudo que poseía su madre, se ha dicho que puede ser el sintagma verbal que significaba en francés antiguo que él voulait faire taire (‘deseaba hacer callar’, de ahí vol-taire), a causa de su pensamiento innovador, que pueden ser las sílabas de la palabra re-vol-tai (‘revoltoso’) en otro orden. En cualquier caso, es posible que la elección que el joven Arouet adopta, tras su detención en 1717, sea una combinación de más de una de estas hipótesis.



Biografía [editar]

Busto de Voltaire, 1778, por Jean-Antoine Houdon (1741-1828)
François-Marie Arouet fue el último de los cinco hijos del notario François Arouet (16501 de enero de 1722) y de Marie Marguerite d'Aumary (166013 de julio de 1701), miembro de una familia noble de la provincia de Poitou-Charentes y que murió cuando él tenía siete años de edad. Estudió en el colegio jesuita Louis-le-Grand (17041711) durante los últimos años del reinado de Luis XIV y en el que aprendió latín y griego. En el colegio trabó amistad con los hermanos René-Louis y Marc-Pierre Anderson, futuros ministros del rey Luis XV.

Alrededor de 1706 Voltaire escribió la tragedia Amulius y Numitor, de la que se encontraron más tarde algunos fragmentos que se publicaron en el siglo XIX. Entre 1711 y 1713 estudió Derecho. Su padrino, el Abad de Châteauneuf, lo introdujo en una sociedad libertina, la Sociedad del Temple, y para esa época recibió una herencia de Ninon de Lenclos.

En 1713 obtuvo el cargo de secretario de la embajada francesa en La Haya, trabajo del que fue expulsado debido a un idilio con una refugiada francesa llamada Catherine Olympe Dunoyer. Durante esa época empezó a escribir su tragedia Edipo (que no se publicará hasta 1718). A la muerte de Luis XIV en 1715, el Duque de Orleáns asumió la regencia y el joven Arouet escribió una sátira contra el mismo Duque que le valió la reclusión por un año en la Bastilla (1717), tiempo que dedicó a estudiar literatura. Una vez liberado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire.

En 1718 su tragedia Edipo y en 1723 su epopeya, La Henriade, dedicada al rey Enrique IV, tuvieron un gran éxito. Sin embargo, como producto de una disputa con el noble De Rohan, fue encarcelado de nuevo en la Bastilla y al cabo de cinco meses, fue liberado y desterrado a Gran Bretaña (17261729). Se instaló en Londres y allí Voltaire recibió una influencia determinante en la orientación de su pensamiento. Cuando regresó a Francia en 1728, Voltaire difundió sus ideas políticas, el pensamiento del científico Isaac Newton y del filósofo John Locke.

En 1731 escribió la Historia de Carlos XII, obra en la que esbozó los problemas y tópicos que, más tarde, aparecieron en su famosa obra Cartas filosóficas, publicada en 1734 donde defendió la tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo la permisividad inglesa y acusando al cristianismo de ser la raíz de todo fanatismo dogmático. Por este motivo, en el mes de mayo se ordenó su detención y Voltaire se refugió en el castillo de Madame Châtelet, mujer con la que establecerá una larga relación personal y con la que trabajará en su obra La filosofía de Newton.

En esta misma época, tras el éxito de su tragedia Zaire (1734) escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzira o los americanos (1736), Mahoma o el fanatismo (1741). También escribió El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749), que tuvieron menos éxito que los anteriores.

En 1742 su Mahoma o el fanatismo es prohibida y un año después publica Mérope. Por esta época, Voltaire viajó a Berlín, donde fue nombrado académico, historiógrafo y Caballero de la Cámara real. Cuando murió Madame de Châtelet en 1749, Voltaire volvió a Berlín invitado por Federico II, época durante la cual escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromegas (1752), la serie de sus cuentos iniciada con Zadig (1748). Producto de algunas disputas con este monarca se le expulsó nuevamente de Alemania y debido a la negativa de Francia de aceptar su residencia, Voltaire se refugió en Ginebra, Suiza, lugar en el que chocó con la mentalidad calvinista. Su afición al teatro y el capítulo dedicado a Miguel Servet en su Ensayo sobre las costumbres (1756) escandalizaron a los ginebrinos.

Su poema sobre Juana de Arco, la doncella (1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido de los católicos. Fruto de esta época fueron el Poema sobre el desastre de Lisboa (1756) y la novela corta Cándido o el optimismo (1759), obra que será inmediatamente condenada en Ginebra por sus irónicas críticas a la filosofía leibnitziana y su sátira contra clérigos, nobles, reyes y militares. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde Voltaire vivió durante dieciocho años, lugar donde recibió a la élite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancredo, 1760), mantuvo una copiosa correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de contrariar el fanatismo clerical.

Cuatro años después redactó el Tratado sobre la tolerancia, y en 1764 su Diccionario filosófico. Desde entonces, siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida pública, intervino en distintos casos judiciales, como el caso Calas y el de La Barre, que estaba acusado de impiedad, defendiendo la tolerancia y la libertad a todo dogmatismo y fanatismo.

En 1778 Voltaire volvió a París, se le acogió con entusiasmo y murió el 30 de mayo de ese mismo año. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.



Obra [editar]

Voltaire alcanzó la celebridad gracias a sus escritos literarios y sobre todo filosóficos. Voltaire no ve oposición entre una sociedad alienante y un individuo oprimido, idea defendida por Jean-Jacques Rousseau, sino que cree en un sentimiento universal e innato de la justicia, que tiene que reflejarse en las leyes de todas las sociedades. La vida en común exige una convención, un «pacto social» para preservar el interés de cada uno. El instinto y la razón del individuo le lleva a respetar y promover tal pacto. El propósito de la moral es enseñarnos los principios de esta convivencia fructífera. La labor del hombre es tomar su destino en sus manos y mejorar su condición mediante la ciencia y la técnica, y embellecer su vida gracias a las artes. Como se ve, su filosofía práctica prescinde de Dios, aunque Voltaire no es ateo: como el reloj supone el relojero, el universo implica la existencia de un «eterno geómetra» (Voltaire es deísta).

Sin embargo, no cree en la intervención divina en los asuntos humanos y denuncia el providencialismo en su cuento filosófico Cándido o el optimismo (1759). Fue un ferviente opositor de la Iglesia católica, símbolo según él de la intolerancia y de la injusticia. Se empeña en luchar contra los errores judiciales y en ayudar a sus víctimas. Voltaire se convierte en el modelo para la burguesía liberal y anticlerical y en la pesadilla de los religiosos.

Voltaire ha pasado a la Historia por proporcionar el concepto de tolerancia religiosa. Fue un incansable luchador contra la intolerancia y la superstición y siempre defendió la convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones.

Sus escritos siempre se caracterizaron por la llaneza del lenguaje huyendo de cualquier tipo de grandilocuencia. Maestro de la ironía, la utilizó siempre para defenderse de sus enemigos, de los que en ocasiones hacía burla demostrando en todo momento un finísimo sentido del humor. Conocidas son sus discrepancias con Montesquieu acerca del derecho de los pueblos a la guerra, y el despiadado modo que tenía de referirse a Rousseau, achacándole sensiblería e hipocresía.



Su moral [editar]

No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defendería hasta la muerte su derecho a decirlo.
Cita apócrifa de Voltaire
Esta frase que le es a menudo atribuida es apócrifa. No aparece en ninguna parte de su obra publicada. Aparece por vez primera en 1906 en The Friends of Voltaire (Los amigos de Voltaire), libro inglés de Evelyn Beatrice Hall, escritora con el seudónimo de S. G. Tallentyre, para resumir su posición: «I disapprove of what you say, but I will defend to the death your right to say it», antes de ser traducida al francés y al español.

En el pensamiento del filósofo inglés John Locke, Voltaire encuentra una doctrina que se adapta perfectamente a su ideal positivo y utilitario. Locke aparece como el defensor del liberalismo, afirmando que el pacto social no suprime los derechos naturales del individuo. En resumen, sólo aprendemos de la experiencia; todo lo que la supera sólo es hipótesis; el campo de alguien coincide con el de lo útil y de lo comprobable.

Voltaire saca de esta doctrina la línea directriz de su moral: la labor del hombre es tomar en su mano su propio destino, mejorar su condición, garantizar, embellecer su vida con la ciencia, la industria, las artes y por una buena política de las sociedades. Así la vida no sería posible sin una convención donde cada uno encuentra su parte. A pesar de que se expresan por leyes particulares en cada país, la justicia, que asegura esta convención, es universal. Todos los hombres son capaces de concebir la idea, primero porque todos son seres más o menos razonables, luego porque son todos capaces de comprender qué es lo inútil y útil a cada uno. La virtud, «comercio de beneficios», es dictada a la vez por el sentimiento y por el interés. El papel de la moral, según Voltaire, es enseñarnos los principios de esta «política» y de acostumbrarnos a respetarlos.



Aspectos [editar]



Voltaire y el antisemitismo [editar]

El antisemitismo de Voltaire es reconocido por ciertos críticos o historiadores[cita requerida], se dice incluso que puede ser un instigador del antisemitismo moderno[cita requerida]. Así, por ejemplo, el historiador León Poliakov tituló el tomo 3 de su Historia del antisemitismo como «De Voltaire a Wagner». Según él, este sentimiento se habría agravado en los últimos quince años de la vida de Voltaire. Parecía entonces ligado al combate del filósofo contra la iglesia cristiana. Continúan, igualmente, los problemas financieros y de relaciones difíciles con banqueros judíos, lo que no está demasiado probado[cita requerida]. Hay que recordar sin por ello minimizar el hecho que el antisemitismo es un lugar común del pensamiento general, desde al menos la Edad Media: Voltaire no hizo sino suscribir una opinión ampliamente extendida entre sus contemporáneos.

Pero el antisemitismo de Voltaire es igualmente rechazado por aquellos que no ven sino al antijudaísmo.[1] Los que señalan el antisemitismo indican una serie de citas.

Por otra parte muchos historiadores consideran que sus obras se desprende un fuerte fervor contra los hugonotes y los católicos, por lo que consideran a Voltaire más bien antirreligioso que antisemita, antihugonote y anticatólico, aunque sus palabras sean explícitas.



Citas antisemitas de Voltaire [editar]

(Tomadas de su Diccionario filosófico, 1764)

«¿Por qué los judíos no habrían sido antropófagos? Hubiese sido la única cosa que hubiera faltado al pueblo de Dios para ser el más abominable de la Tierra».
«...una horda de ladrones y de usureros...».
«Me ordena hacerle un cuadro fiel del espíritu de los judíos, y de su historia; y, sin entrar en los caminos inefables de la Providencia busqué en las costumbres de este pueblo la cadena de acontecimientos que esta Providencia ha preparado».
«Son el último de todos los pueblos entre los musulmanes y los cristianos, y se creen el primero. Este orgullo en su descenso se justifica por una razón sin contrapartida; es que ellos son realmente los padres de los cristianos y de los musulmanes. Las religiones cristiana y musulmana reconocen a la judía como a su madre; y, por una contradicción singular, sienten por esta madre respeto y horror».
«Se desprende de este cuadro resumen que los hebreos casi siempre han sido o errantes, o tunantes o esclavos o sediciosos: aún hoy son vagabundos sobre la tierra, y para horror de los hombres, garantizando que el cielo y la tierra, y todos los hombres, se crearon para ellos solos».


Voltaire y el dinero [editar]

Homenaje a Voltaire en un billete bancario francés (de la segunda mitad del siglo XX)
Voltaire murió siendo inmensamente rico: fue uno de los mayores rentistas de Francia. El origen de estas rentas era:

Apenas abordó el tema, y se considera que se guardó el secreto sobre dos cosas: sus romances, y sus amores con su sobrina.



Voltaire y el diluvio: un error de apreciación [editar]

La presencia de fósiles marinos en la cima de las montañas fue considerada en su época como una prueba de haber estado bajo el agua y, por consiguiente, el diluvio. Voltaire no admitía esta interpretación, ni siquiera la idea de que hayan podido estar algún día fondos marinos donde se encuentran las montañas. Apoyaba su idea en el Diccionario filosófico mostrándose sorprendido de que nadie haya pensado en una explicación, según él, bastante más simple: que cruzados o peregrinos hayan botado moluscos de los que tenían entre sus provisiones para su viaje. A todo esto hay que añadir que tampoco el diluvio ha sido el causante de la altitud de estos fósiles, sino la deriva continental.



Voltaire y la esclavitud [editar]

Voltaire cree posible humanizar la esclavitud. La falta de humanidad de los patrones es la que causa los males de la esclavitud. No critica el principio,[2] sólo la forma, lo que se ve reflejado en Cándido.

Sin embargo, se entusiasma en la liberación de sus esclavos por los cuáqueros de Pensilvania en 1769. Se interesa aún más por «los esclavos de los monjes» de Pays de Gex, que son «más infelices que los negros».



Voltaire y el fanatismo [editar]

Toda la obra de Voltaire es un combate contra el fanatismo y la intolerancia, y eso desde La Henriada, en 1723. «Entendemos hoy en día por fanatismo una locura religiosa, oscura y cruel. Es una enfermedad que se adquiere como la viruela» (Diccionario filosófico, 1764, artículo «Fanatismo»).



Voltaire y la historiografía [editar]

Es también un histórico, e inventa expresiones como la de filosofía de la historia, que lo hace en ese momento preciso, buscando la polémica, porque antes se hacía la teología de la historia, ya que se buscaba la intervención divina en todos los hechos acontecidos.

Se va a interesar por el estudio del pasado, primero dentro de sus tragedias, ya que algunas de ellas van a tratar el tema histórico, y sus personajes habrían vivido en la realidad. Hay una obra, La Henriade, en la que describe la historia épica de Francia, centrándose en Enrique IV, fundador de la monarquía de los Borbones en Francia y además es el rey que pone fin a las guerras religiosas. Este es un relato inventado. También escribe la historia de Carlos XII de Suecia, que ya es una obra histórica. Más tardíamente, escribe las obras El siglo de Luís XIV y El ensayo sobre las costumbres.

La concepción de la historia de Voltaire se va a definir entre dos extremos de los que pretende huir, que son la «teología de la historia» y la «historia erudita». Respecto a la primera, trata por todos sus medios de ridiculizar las interpretaciones religiosas que se han dado en la historia, y para ello, usa su habilidad retórica. Voltaire critica sobre Agustín de Hipona que, para este autor, todo lo que ha sucedido en la antigüedad ha sido causado por el pueblo de Palestina. Dice que no hay que tomar al pie de la letra todo lo que dice la Iglesia.



Tipos de Historia [editar]

  1. Historia de las opiniones.
  2. Historia de las artes. Es la parte más interesante de la historia, y será la que desarrollen los enciclopedistas.
  3. Historia natural. Aquí se tomó la palabra historia por su valor etimológico, que según Heródoto era el de investigar. Para Voltaire no debía estar encuadrada en el género de la historia.
  4. Historia de los acontecimientos, que a su vez se divide en:
  • Sagrada. A Voltaire no le cabe duda de que la Biblia y la Ilíada son parte de la historia.
  • Profana. La constituyen los relatos de los padres a los hijos. Cuantas más generaciones pasan, los datos son más improbables, por lo que estos datos de los pueblos son prescindibles.
Para este autor la historia debe ser un género en el que se excluya todo aquello que se considere falso.



«Historia de Carlos XII» [editar]

Su primera obra histórica, 1730, considerando lo anterior como fábula. Carlos XII de Suecia reinó a finales del siglo XVII y a comienzos del siglo XVIII. Le llamaban el Alejandro del Norte. Es el rey que lleva a la guerra del Norte, entre Suecia y todas las demás potencias. Después de varias victorias, Suecia cae derrotada y entra en crisis, a la vez que aumenta la potencia rusa. Voltaire no elige a este soberano para hacerle un canto, sino para demostrar cómo, aunque era una persona que tenía todas las virtudes, lleva a su país a la derrota.

Para el autor, sólo hay dos tipos de acontecimientos que se salvan de estar en una obra histórica:

  • Los que llevan a cabo profundas transformaciones.
  • Los que son retratados por grandes escritores.
Por lo tanto, el libro de Voltaire tiene un carácter educativo. Aun así, su método no es diferente al de los otros historiadores, consiste en buscar testigos presenciales para reconstruir la verdad.



«El siglo de Luis XIV» [editar]

Véase también: El siglo de Luis XIV
Es además de la historia de un rey, un planteamiento sobre el tema del Progreso, convirtiéndose este en su propósito central. Voltaire pensaba que el progreso en la historia es relativo, aunque sí que se podía encontrar esto. Cree que hay cuatro momentos en que las luces habían crecido y que son:

Se trata de analizarlo todo, es una historia total en cierto modo. Voltaire habla de política, religión, literatura y su conclusión es que se va a producir un cierto progreso.



«Ensayo sobre las costumbres» [editar]

En el prefacio de Ensayo sobre las costumbres, Voltaire se dirige a los lectores planteando que el pasado es inabarcable, no se podría reflejar en libros. Lo que el historiador hace es seleccionar, así los historiadores cristianos habían hablado sobre la ciudad de Dios. Ahora Voltaire rechaza este criterio. Lo que para él merece la pena es hablar sobre el espíritu, las costumbres y el uso de las naciones apoyándose solamente en hechos que sean imprescindibles. Saber datos no es el objetivo de la historia, sino los usos y las costumbres. Siempre la historia es una selección que se hace de acuerdo con una teoría. No es necesario saber todos los reyes que han reinado en un país sino los que fueron decisivos. El historiador debe escoger lo que le es útil dentro de ese gran almacén que es la historia. Para él, la historia tiene sólo utilidad de enseñar lo que es la Ilustración.

Voltaire quiere relativizar todo lo que se considere absoluto, la historia antes había sido eurocéntrica, ahora relativiza este concepto. También quiere poner de manifiesto el fanatismo y la crueldad contra los que él lucha (sobre todo los de la Iglesia). Pretende debatir lo que es razonable. Voltaire quiere demostrar cómo las Cruzadas que él analiza no se produjeron por causas espirituales, sino económicas.



«Cándido» [editar]

Véase también: Cándido
Hace también una crítica al optimismo histórico, en el que critica sobre todo a Leibnitz, que creía que todo lo que sucedía era con el fin de alcanzar el mejor de los objetivos. Esta crítica surge a raíz del terremoto de Lisboa, con el que se demuestra que no vivimos en el mejor de los mundos posibles. Hace un libro donde se reflejan estas concepciones del destino, que es Cándido, en el que a uno de los discípulos de Leibnitz durante toda la narración le están ocurriendo desgracias, pero al final acaba bien.



«Diccionario filosófico» [editar]

En el Diccionario filosófico, Voltaire define a la historia como «el relato de los hechos que se consideran verdaderos» y la fábula como «el relato de los hechos que se consideran falsos». Según esta definición, el Génesis o la Ilíada serían historias verdaderas. Define la historia como la subjetividad del autor. Hay que tener en cuenta que en su época la historia aún no existía como género independiente.



Voltaire poeta [editar]

Voltaire estimaba mucho sus versos y se autodenominaba poeta (precisemos que en el siglo XVIII, el concepto de poeta incluía a quienes escribían poesía y a quienes eran dramaturgos); fue considerado en su siglo como el sucesor de Corneille y de Racine, a veces incluso como triunfador; sus piezas tuvieron un inmenso éxito y el autor conoce la consagración en 1778 cuando, en la escena de la Comedia Francesa, Clairon corona su busto con laureles, delante de un público entusiasta.



Obras [editar]

Cartas inglesas


Anécdotas [editar]

  • En 2000, Fréderic Lenormand publica la novela La joven y el filósofo evocando la adopción por Voltaire de una descendiente de la familia de Corneille. La anécdota se extrae del relato que hizo Voltaire en su correspondencia. Atormentado por la sombra de Corneille, le pareció extraordinario de transformarse en el padre adoptivo de una de sus descendientes. Para constituir una dote, esta joven muchacha publicó una nueva edición de las piezas de Corneille, vendida por suscripción a todos los príncipes de Europa. Hay que señalar que se encarceló a la muchacha en París bajo el Terror, como Bonita y Buena, y como la nuera de la bella Émilie, la duquesa del Châtelet, quien fue incluso guillotinada.
  • El altercado con el Caballero de Rohan: a la salida de un teatro parisino, Voltaire encuentra al Caballero de Rohan, un representante de una de las grandes familias de la nobleza francesa. Voltaire le dijo entonces: «Señor, yo estoy comenzando a hacerme un nombre mientras que usted está terminando el suyo». El noble saluda educadamente a Voltaire. Algunos días más tarde, Voltaire es invitado a almorzar a la casa del Caballero de Rohan. Una vez que ha ingresado al interior de la casa, los sirvientes golpean con un bastón al joven Arouet y luego lo hacen encarcelar.


Un misterio [editar]

En su novela Micromegas (1752) encontramos que menciona a los dos satélites del planeta Marte un siglo antes de su descubrimiento oficial (Asaph Hall los descubre en 1877): «...A salir de Júpiter atravesaron un espacio de cerca de cien millones de leguas, y costearon el planeta Marte, el cual, como todos saben es cinco veces más pequeño que nuestro glóbulo, y vieron dos lunas que sirven a este planeta y no han podido descubrir nuestros astrónomos».[3] Es notable que también un contemporáneo suyo, Jonathan Swift, hace lo mismo en Los Viajes de Gulliver, pero dando sus distancias al planeta y sus períodos de rotación con precisión pasmosa.

Aunque siempre se ha querido ver en esto una suerte de misterio conspirativo, en ambos casos los dos autores parece que se estaban haciendo eco de una idea muy corriente en los ambientes intelectuales de la época, surgida de las primeras opiniones del astrónomo Johannes Kepler (previas a que enunciara sus famosas tres leyes), basadas a su vez en una teoría misticista relacionada con los sólidos perfectos. La precisión de los datos, en ambos casos, se debe a los cálculos mecánicos realizados a principios del s.XVIII en base a la ley de la Gravitación Universal, referidos a cuál sería el período de rotación y distancia a Marte de un supuesto cuerpo orbitante en torno a dicho planeta.



Notas y referencias [editar]

El carácter contradictorio de Voltaire se refleja tanto en sus escritos como en las opiniones de otros. Parecía capaz de situarse en los dos polos de cualquier debate, y en opinión de algunos de sus contemporáneos era poco fiable, avaricioso y sarcástico. Para otros, sin embargo, era un hombre generoso, entusiasta y sentimental. Esencialmente, rechazó todo lo que fuera irracional e incomprensible y animó a sus contemporáneos a luchar activamente contra la intolerancia, la tiranía y la superstición. Su moral estaba fundada en la creencia en la libertad de pensamiento y el respeto a todos los individuos, y sostuvo que la literatura debía ocuparse de los problemas de su tiempo. Estas opiniones convirtieron a Voltaire en una figura clave del movimiento filosófico del siglo XVIII ejemplificado en los escritores de la famosa Enciclopedia francesa. Su defensa de una literatura comprometida con los problemas sociales hace que Voltaire sea considerado como un predecesor de escritores del siglo XX como Jean-Paul Sartre y otros existencialistas franceses.

Todas las obras de Voltaire contienen pasajes memorables que se distinguen por su elegancia, su perspicacia y su ingenio. Sin embargo, su poesía y sus obras dramáticas abusan a menudo de un exceso de atención a la cuestión histórica y a la propaganda filosófica. Cabe destacar, entre otras, las tragedias Brutus (1730), Zaire (1732), Alzire (1736), Mahoma o el fanatismo (1741), y Mérope (1743); el romance filosófico Zadig (1747); el poema filosófico Discurso sobre el hombre (1738); y el estudio histórico Historia de Carlos XII (1730).



Obras sobre Voltaire [editar]

  • El calígrafo de Voltaire, novela de Pablo De Santis.
  • El corazón de Voltaire, novela de Luis López Nieves.
  • Catálogo de la biblioteca voltairiana, Adrien Jean Quentin Beuchot, colección única en manuscrito, que comprende las ediciones originales y las principales reimpresiones de cada una de las obras de Voltaire, con sátiras, críticas, parodias apologías, etcétera.
  • Vie de Voltaire, Nicolas de Condorcet.
  • Voltaire humanista, Charles Porset, Ed. EDIMAF.
  • Voltaire, Jean Goldzink, Ed. Hachette Supérieur.
  • El retorn de Voltaire, Martí Dominguez, Ed. Destino.


Referencias [editar]

  1. «No porque ciertas frases de Voltaire nos duelan deberíamos confundirlo en la turba de perseguidores», Roland Desné («¿Voltaire era antisemita?», El Pensamiento, n.º 203, enero-febrero de 1979, páginas 70–84).
  2. «No compramos esclavos domésticos sino donde los negros. Se nos reprocha este comercio: un pueblo que trafica sus hijos es aún más condenable que el comprador. Este negocio demuestra nuestra superioridad; lo que nos da una maestría para tenerlos», en los Ensayos sobre las costumbres y el espíritu de las naciones.
  3. Capítulo III, «Viaje de los dos habitantes de Sirio y Saturno». Colección Clásicos Inolvidables, Voltaire, El Ateneo, página 622.


Véase también [editar]



Enlaces externos [editar]

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