jueves, 25 de diciembre de 2008

Adela Cortina









Adela Cortina

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Adela Cortina Orts, filósofa española nacida en Valencia.

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Biografía [editar]

Tras cursar filosofía y letras en la Universidad de Valencia, ingresó en 1969 en el departamento de metafísica.

En 1976, defiende su tesis doctoral, sobre Dios en la filosofía trascendental kantiana y enseña durante un tiempo en institutos de enseñanza media.

Una beca de investigación le permite frecuentar la Universidad de Munich, donde entra en contacto con el racionalismo crítico, el pragmatismo y la ética marxista y, más en concreto con la filosofía de Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel.

Al reintegrarse a la actividad académica en España, orienta definitivamente sus intereses de investigación hacia la ética.

En 1981 ingresa en el departamento de filosofía práctica de la Universidad de Valencia.

En 1986 obtiene la Cátedra de Filosofía Moral, relativas a la economía, la empresa, la discriminación de la mujer, la guerra, la ecología, la genética, etc. Son ámbitos igualmente cultivados por la autora en sus obras.

En artículos y conferencias, ha expresado su opinión sobre otros tantos aspectos de la vida, que sometida a examen "merece ser vivida".

Está casada con el también filósofo y catedrático de la Universidad de Valencia, Jesús Conill.

Con su obra "Ética de la razón cordial", ha sido ganadora del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2007.



Resumen de su pensamiento [editar]

Adela Cortina se inscribe dentro del procedimentalismo y la ética discursiva, presenta como marco teórico fundamentalmente a Kant, Hegel, Habermas y Apel. Sostiene (junto con Apel y Habermas) la racionalidad del ámbito práctico, el carácter necesariamente universalista de la ética, la diferenciación entre lo justo y lo bueno, la presentación de un procedimiento legitimador de las normas y la fundamentación de la universalización de las normas correctas mediante el diálogo.

Al aceptar la ética discursiva advierte el peligro que presenta ésta de disolver el fenómeno moral si no es completada con una teoría de los derechos humanos y una ética de virtudes y actitudes. Desde su punto de vista, el derecho a la igual participación no puede atribuirse sin más a la racionalidad, así, tanto en el caso de Kant como en el de la ética discursiva se descubre la conciencia moral de una época determinada, expresada ya sea en la conciencia o en el lenguaje. Esto no significa restarle validez a la propuesta discursiva, sino más bien reconocer que la razón es histórica. Se han de tener en cuenta las circunstancias históricas y culturales cuando se inicia el discurso, y no sólo las puramente racionales. También en sus escritos encontramos una cierta crítica al puro procedimentalismo. Para ella prescindir de la bondad de la intención y desplazar el interés ético hacia lo que hace correcta una norma, sitúa a la ética y la moral en un lugar precario, el de la pura exterioridad.

Una cuestión más que preocupa a Adela Cortina es el hecho de que el principio de la ética discursiva, como legitimador de normas morales correctas, se escriba sobre la apariencia de un principio de legitimación de las decisiones políticas (en una mala interpretación). Esto puede conllevar el inconveniente de cargar a la voluntad y juicios morales con el lastre de las realizaciones pervertidas de la vida política existente. Por esto es importante remarcar el hecho de que en la voluntad moral no es tan importante guiarse por el consenso que culmina, sino por el proceder dialógico, esto es: cultivar la actitud dialógica de quien está interesado en conocer los intereses de los afectados por una norma, escuchar sus argumentos, exponer los propios y no dejarse convencer por intereses particulares, sino sólo por los generalizables.

Adela Cortina también ve el peligro de que la ética discursiva pueda caer en un idealismo, en el sentido de considerar sólo la dimensión racional del hombre y olvidar los móviles del mismo, esto es, el tipo de virtudes que predisponen a actuar de acuerdo a ellas. Desde su punto de vista sin la percepción de un valor, sin experimentar algún elemento valioso, no hay motivo por el que el individuo deba seguir un principio. Y señala que si la ética discursiva se ha ocupado de algo parecido a una virtud, ha sido la de la formación democrática de la voluntad, de la disponibilidad al diálogo, pero ésta es una virtud intelectual que no guarda relación con posibles virtudes éticas, con virtudes del carácter. Cortina considera un error el eliminar la dimensión del querer y por tanto de la virtud, por lo que es necesaria una doctrina de la virtud elaborada desde aquello que los hombres consideran como valioso.

Por lo que se refiere a la teoría de los derechos humanos propuesta por Cortina, podemos decir que ésta se encuentra fundada en la ética discursiva; considera que es necesario para la fundamentación de los derechos humanos llevar acabo la defensa de una concepción que atienda tanto al ámbito ético de estos derechos, como a su promulgación en los códigos jurídicos vigentes. Se ha de buscar una base ética procedimental, esto es, un criterio válido para promulgar estas normas, pero que sea al mismo tiempo compatible con la múltiple variedad de creencias que encontramos en las distintas culturas a las que los hombres pertenecen. Entiende por derechos humanos a aquellos que se le atribuyen a todo hombre por el hecho de serlo, y hombres son aquellos que poseen o podrían poseer competencia comunicativa, idea que tiene la ventaja de posibilitar una fundamentación normativa de los derechos humanos mediante el principio de la ética discursiva. Así los derechos humanos son un tipo de exigencias cuya satisfacción debe ser obligada legalmente y por tanto protegida por los organismos correspondientes, y el respeto por estos derechos es la condición de posibilidad para poder hablar de hombres con sentido.



Bibliografía [editar]

  • Ética mínima: Introducción a la filosofía práctica. Madrid: Tecnos, 1986. 295 pp. ISBN 8430917489. (Prólogo de José Luis Aranguren).
  • Ética sin moral. Madrid: Tecnos, 1990. 318 pp. ISBN 8430926429
  • 10 palabras clave en filosofía política [colaboradores, Ángel Castiñeira et al.]. Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino, 1998. 440 p.; 22 cm. ISBN 8481691615
  • Alianza y Contrato: Política, Ética y Religión Madrid: Editorial Trotta, 2001. 182 pp. ISBN 978-84-8164-485-2
  • Ética para la sociedad civil edición coordinada por Francisco Javier Peña Echevarría. Valladolid: Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2003, 200 p.; 21 cm. ISBN 8484482316
  • Por una ética del consumo. Taurus. 2002 ISBN 8430604855
  • Ética de la razón cordial. Educar en la ciudadanía del siglo XXI. Ediciones Nobel. 2007. 274 p ISBN 9788484591795


Enlaces externos [editar]








Adela Cortina, Ciudadanos del mundo. Hacia una teoria de la ciudadanía
Alianza. Madrid (1997). 265 págs.

El concepto de ciudadanía es complejo y debatido, incluso cuando la discusión se reduce al contexto de las sociedades democráticas occidentales. Distintas interpretaciones de la ciudadanía podrían ilustrarse con referencia a cuatro rasgos: la identidad que confiere a un individuo; las virtudes que son requeridas para ser ciudadano; el compromiso político que implica, y los requisitos sociales necesarios para una efectiva ciudadanía.

Adela Cortina trata de elaborar un concepto de ciudadanía que sea capaz de armonizar las diversas facetas -política, social, económica, civil e intercultural- de este rico concepto. Su idea de ciudadanía "pretende sintonizar con dos de nuestros más profundos sentimientos: el de pertenencia a una comunidad y el de justicia de esa misma comunidad".

Pero, ¿cómo se combinan ambas realidades? En su intento de clarificar la cuestión, acude la autora a la doble raíz griega y latina de ciudadanía, más política en el primer caso, y jurídica en el segundo, que son la base de las tradiciones republicana y liberal, o sea de democracia participativa y representativa, respectivamente.

Pasa después a tratar de la noción de ciudadanía social, tal como T.H. Marshall la definió y que se ha realizado, aunque con deficiencias, en el Estado del Bienestar. Desde este punto de vista, el Estado social de derecho constituye una exigencia ética. Advierte también también la autora sobre los peligros que aquí se pueden esconder, ya que no sólo el despotismo ilustrado genera ciudadanos dependientes, sino también el Estado benefactor, con las consiguientes secuelas psicológicas. Así, la cuestión estaría en "delimitar qué necesidades y bienes básicos han de considerarse como mínimos de justicia, que un Estado social de derecho no puede dejar insatisfechos sin perder su legitimidad" y no empeñarse en garantizar el bienestar.

Aparece entonces en el discurso del libro otro aspecto de la ciudadanía, de no menor importancia: el económico, la dimensión pública de la economía, su legitimación social. Destaca la importancia de un imperio de la ética sobre la economía y la vida de las empresas.

La sociedad civil es la siguiente perspectiva que Adela Cortina adopta en su discurso, como auténtica escuela de ciudadanía, usando la curiosa expresión de "ciudadanía civil". Difiere de los teóricos de la sociedad civil ya que éstos "siguen pensando en ella -la sociedad civil- más que como una esfera autónoma, como un ámbito que debemos potenciar para que sea posible la democracia" (p. 138). Queda clara en este capítulo, como a lo largo de toda la obra, su filiación y querencia kantiana-habermasiana.

La ciudadanía intercultural es el último de los enfoques. La autora busca superar las miserias del etnocentrismo y deja constancia a la vez de los problemas básicos que encierra un proyecto intercultural, desde el punto de vista ético y político. Kymlicka, Walzer, Taylor, Young, son algunos de los autores a los que acude en este punto. Coincide con sus aportaciones en torno a la construcción de la identidad personal, al reconocimiento y al tratamiento de las diferencias culturales, a la política de las diferencias, etc. De todos modos, la autora se inclina claramente por un universalismo, que a la vez conserve "la sensibilidad ante lo diferente" (p. 186).

La apuesta de Adela Cortina es por una ciudadanía cosmopolita que viene a dar luz al propio título del libro -Ciudadanos del mundo- y que no deja de encerrar su dificultad. Concluye con la afirmación de que a ser ciudadano se aprende, como se aprende a vivir conforme a los valores morales, entre los que elige los siguientes: la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto activo y el diálogo.

Da la impresión de que Adela Cortina depende quizá demasiado de las obras de Rawls y Habermas, de la ética dialógica. También llama la atención la conexión que la autora hace de su línea de pensamiento universalista con el liberalismo y el socialismo, como herederos políticos del universalismo ético -cristiano en su origen- y que "convienen con Kant en que la humanidad tiene un destino, el de fijar una ciudadanía cosmopolita, posible en una suerte de república ética universal" (p. 252). Sus propuestas pueden sonar a posiciones socialdemócratas, a mesuradas aportaciones de justicia social.

Es significativo que, al tratar de aunar sentimiento y razón, recurra, en el terreno de la educación moral y cívica, a Kant, cuando para este autor, la educación moral tiene una marca racionalista al separar la educación del carácter (de las emociones, afectividad, etc) de la educación moral propiamente dicha.

Estas últimas consideraciones no empañan el valor que este libro tiene al proponer un concepto más pleno de ciudadanía. Quizá su principal acierto sea subrayar el papel de la educación en la construcción de esta nueva ciudadanía y de una cultura de paz y de comprensión internacional, que no establece disyuntivas entre identidad ciudadana y lealtad cultural.

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