martes, 26 de febrero de 2008

la reclusión y el loco




lo dijo Pasolosdías


"Nadie sale de la institución"

Lo oí hace mucho, lo he buscado, habrá que seguir buscando: el iconoclasta Pier Paolo Pasolini tiene un poema o un dicho -antes creí lo primero pero hace tanto tiempo que ahora dudo- en el que dice que hasta los que se creen fuera del sistema son asimilados más tarde o más temprano por él. ¡Cuánto revolucionario actúa según su gobierno! ¡Cuánto antisistema es dirigido sibilinamente por el poder! ¿Es el loco alguien que escapa a esta tela de araña? Difícil cuestión, podría divagar sobre ello pero ya basta. Una divagación no es una teoría, está emparentada con la opinión, y ya sabes lo mal que hablaban los griegos sobre ella.
Excelente post, de verdad.


Estimados amigos:

Gracias Gourmandise, no sabes qué ilusión me ha hecho!

Gracias, Claudia:
La digestión de la gran obra publicitaria en un país moderno como el nuestro marcado tan fuertemente por las antiguas liturgias del arte oficial, es indicativa del conflicto.

Por un lado de la conservación ritual de la sacralización, es decir, del amor dirigido al padre y al pontífice, y en tal caso al estado (centralista y descentralizado) dotado de los atributos complementarios de la iconografía del estado feudal y clásico romano al que pertenece por sus orígenes.

Salir de aquí ¿es posible? Es decir, ¿es posible salir del ritual litúrgico aprendido? Hoy día pasan despercibidos los límites de la institución privada y semipublica o publica, pero siguen funcionando acorde a unos órdenes parecidos.

Desde la iconología yé-yé hasta el circo Holliday incluido, los subproductos de la teatralidad hippy, o la interpretación de los temas universales de los seguros, del gran viaje al paraíso del ocio, etc., deben ser tomados en cuenta: constituyen bajo el decorado sabiamente elaborado por los gabinetes de la publicidad una representación epifánica del nuevo dogmatismo en el que se sostiene la institución social en su totalidad.

En el señalamiento de estas manipulaciones ejemplares he sido conducida a elidir la enorme producción publicitaria actual, tan elocuente en sus grandes figuraciones políticas: la creencia sexual y sus clasificaciones, el juego del goce y del castigo, un círculo de clausura conde se encierra el orden. Esta temática está en todas partes.

He aquí el juego moderno de la institución. ¿Dónde está pues el rebelde hoy día? ¿No está más bien camuflado en este juego en el que el padre ha sido reemplazado por su complejo edípico en una especie de "omniscencia" que anuncia la pulbicidad? y ¿reemplazado por las santas Imágenes, siempre la alegoría de un santurrón, un catecismo que enumera y recuenta los ídolos del amor?

El loco o el excomulgado tienen poco que decir en esta sociedad, que los omite, no existen, están bien reducidos en su reclusión perpetua del sistema. ¿Es así?

El milagro de la sumisión y la ficción perpetua de las máscaras y de las insignias, construyen su arte universal.

Volvemos a lo mismo de siempre, las opiniones pueden ser expresadas en una sociedad democrática, casi todo se puede decir, no nos escandalizamos por nada, ¿cuál es entonces la cuestión?

El "teatro cerrado", la doctrina del encierro, ¿no es ésa la cuestión?
Y ¿por qué no la vemos?

Lo esencial es que el loco proviene de una manipulación del poder, y es esto lo que quiero que se vea y que quede claro.

Lo esencial de la doctrina canónica debe señalarse: el discurso de la Ley recupera al loco en una red doctrinal donde se transparentan el temor social que inspira el demente.

El ser peligroso del que el glosador jurista hablará lo menos posible (escasez de tratados especializados sobre la locura), y el reflejo de asimilar a ese rebelde extraño en el juego coaccionante del derecho común, que pone orden en todo sujeto.

Para lo cual se inaugura en los canonistas una doctrina muy compleja donde se enuncian las grandes definiciones, que prenden al delirante en la red de la teoría general de las faltas.

Pero a menudo es percibida a través de las penas enviadas desde una "naturaleza" no racional, desde una revelación divina o natural para castigar al género humano por su desorden individual, por su pecado original, como por sus enfermedades y dolores.

La explicación racional de estos hechos los encontramos en una economía del poder y de la estructura del parentesco institucional en último extremo.

Hasta aquí llega mi reflexión, intentando complementarla con más pruebas e investigación, aunque todo lo que se diga de la institucion encierra una lógica tan estricta que no se puede hablar de ella siquiera.

Hablar de ella es lo que nos hace parecer locos, es lo que nos condena perpetuamente al mundo del ostracismo.

No sé si me entendéis. En fin ¿por qué no se habla de otra forma de hacer democracia o de adoptar valores cívicos?, ¿por qué nos tenemos que conformar con lo que tenemos? ¿qué está pasando, merece la pena estar ahí? ¿tenemos obligación o debemos pasar de todo?

Gracias, Firmin, por tu poema sobre el cielo estelar, y Clara Janés me ha maravillado.

Gracias Pasolosdías, es una tela de araña con sus connotaciones autofágicas. Sí, y estar fuera, no tener nombre es una forma de definirlo, para que negándose a sí mismo se limite a afirmar el sistema, es así. Lo que no tiene nombre es lo que no existe, así actúa la Administración.

Gracias Lucanor por tu interlocución suspicaz e inteligente, sí Foucault escribió un tratado sobre el tratamiento de los penitenciarios y estaba al tanto de cómo se actúa sobre ellos.

Y hasta aquí me voy a explicar, os dejo un beso para todos.



lo dijo Lucanor


En un libro de John Stuart Mill, el economista, yace una expresión muy curiosa (en mi opinión), la de que si una persona opinara diferente que todo el resto del mundo, sería tan injusto que su opinión fuera silenciada como que se impusiera a la de todos los otros. Este escándalo matemático me ha hecho pensar muchas veces. Pero encuentro que, sea o no sea loable, resalta la dignidad humana.
No así el terrible panóptico de Foucault, el ojo que sin descanso vigila a los reclusos, sustrayéndolos a cualquier intimidad.
Es muy fácil proscribir una opinión o a una persona. Basta con ignorarla. Creo, como tú, que a ley es un instrumento del poder. La sociedad se defiende de las opiniones que no le gustan. Y a menudo cierra los ojos a los medios que usa.

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