lunes, 3 de marzo de 2008

terapia o eneagrama del corazón



Mientras tus sentidos frescos y tu corazón ingenuo se reencuentran y deleitan en el universo de las calificaciones, prosperan al azar de los adjetivos. Dices del espacio, el tiempo y el sufrimiento que son infinitos.
Las capas de la existencia carecen de espesor; tú las hollas, arqueólogo del corazón y del ser, te encuentras, al final de sus investigaciones, ante profundidades vacías. Echarás de menos vanamente el ornato de las apariencias.
El corazón es origen de todos los suplicios... Aspiro a ser objeto... a la bendición de la materia y la opacidad.
¿Cómo podrías encontrar un apaciguamiento? De un lado, la voluntad de estar sumergido en la indivisión del corazón y de la tierra; del otro, la de absorber siempre el espacio en un deseo insatisfecho.
Y como la extensión no ofrece límites, y con ella crece la tendencia a nuevos vagabundeos, la meta retrocede a medida que se avanza.
Una doctrina de salvación no tiene sentido más que si partimos de la ecuación existencia-sufrimiento.
Del mismo modo que el espíritu, el corazón forja utopías: y la más extraña de todas es la de un universo natal, donde uno reposa de sí mismo, un universo-almohada cósmica de todas nuestras fatigas.
Una vez apartados los velos, ¿qué podíamos descubrir sino abismos sin importancia? No hay iniciación más que a la nada y al ridículo de estar vivo.
Y yo te sueño con una Eleusis (terapia, eneagrama) de corazones desengañados, con un Misterio neto, sin dioses y sin la vehemencia de la ilusión.
~
Andrómeda

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