martes, 2 de octubre de 2007

la hija de "alguien"















“la hija de” alguien
Lo que tú has hecho conmigo se llama “jugar con alguien” y has jugado conmigo precisamente porque también otras personas han estado jugando contigo. Y tú te lo has creído que se puede jugar así.
Si yo hubiese sido “la hija de” alguien seguro que me hubieras respetado y me habrías contestado por lo menos con algún e-mail.
Pero yo no soy la hija de nadie y te aprovechas de que no pueda valerme de nadie por lo que me has menospreciado además por ello.
Sin embargo, esa chica que es “la hija de” ya ves cómo te tiene cogido y menos mal que ella no se dedica a escribir como yo, de lo contrario tú estarías escribiéndole siempre.
Porque de lo que se trata es de que ella es la hija de alguien y que además te está chuleando y hace contigo lo que ella quiere, mientras que tú se lo permites porque ella es agradable, buena y tiene sus cualidades.
Pero desgraciadamente yo no tengo su desparpajo y no me puedo escudar en eso.
Me menosprecias por mi carácter ensimismado, por mis cualidades taciturnas, y las de ellas las elevas porque en verdad te tiene cogido por el físico como ya te dije.
Y después me dices que te quieres enamorar de una “madrileña” y tú sigues jugando sólo porque ella está delante y ella también se permite jugar con todos porque se lo tiene un poco o más bien algo creído.
Hazle tú a una madrileña lo que tú me has hecho a mí. Porque nosotros somos del sur y aquí se aguanta lo que en otros lugares no.
Me gustaría que te cogiese una tía y te “vacilase” y te llevase de allá para acá como tú has hecho conmigo sin darte nada, pero la vida da muchas vueltas.
Porque todavía sigues ahí sin verlo, eres tú el que estás ciego nuevamente, el que me dejas desarropada, el que no tienes ni tendrás nunca consideración conmigo, el que viniste una vez a mi casa y sólo fue para criticarme y de vez en cuando saltas y me sigues criticando porque hago horóscopos además. Pero ya te digo que aquí en el sur tenemos otro aguante. Yo también me admiro de cómo he podido estar tan ciega contigo.
Pero así son las cosas y así es la vida, porque tú has seguido ahí y yo siempre he tenido cosas nuevas que contarte y eso de algún modo me compensaba estando contigo. Pero nunca te he pedido nada ni tú me has ofrecido nada más que compartir los momentos de música que hemos compartido, porque yo tampoco era tan inconsciente contigo.
Escucho el “ten piedad” de Handel. Perdona por todo, yo siempre te he respetado y te quiero. Pero siempre me quedo sola y no puedo luchar, ni tengo una posibilidad de diálogo, eso es lo que me hace ver lo injusto de todo.
Cuando yo estaba en la Universidad en el momento en que se me dijo que se me mandaría a Welfast mi profesor me dijo que él vendría a visitarme y que no me dejaría. Mientras a él le habían puesto ya una ayudante en Londres que era “la hija de” un notario, recomendada por el director del departamento.
A ella por ser quien era mi profesor sí la respetó pero a mí no me respetaba no sólo porque en ese momento yo me sentía atraída por él -y gracias a mi idealismo fue que yo no cayese en él y a la fuerza de mi juventud que me protegía con mi autoestima- sino porque yo ya no acepté porque ya no estaba tan ciega con él, porque él no me ayudó y en cambio había aceptado a la otra chica, entonces fue cuando yo le pedí a mi padre que me llevase a Oxford para hablar con el catedrático de allí, y a raíz de ello fue cuando todo el daño psicológico que me había hecho mi profesor empezó a hacer mella en mí.
Por eso me defiendo también ante ti y porque no te das cuenta del daño que me haces con ello.
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sylphides
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