viernes, 21 de marzo de 2008

la razón, estructura de intelección

Para no sucumbir al riesgo de “masividad” y de percepción nómica que tiene la concepción de una “actitud natural” ante la vida, por el efecto de la presencia masiva y real de las actitudes primarias en la vida cotidiana hemos adoptado un concepto de “subjetividad” que se lleva hasta sus últimas consecuencias, hasta su “física” realidad.
Efectivamente por socialización primaria aprehendemos un mundo efectivamente dado, en la experiencia directa, como real y mundo nómico, es decir, ordenado y jerarquizado dentro de un lenguaje y de un conocimiento más o menos típico, de receta o formulario y que considera problemático todo lo que tiene un aspecto oscuro o fuera de la presencia nómica y efectiva de las cosas.
Este efecto de masividad y de percepción nómica genera un concepto de subjetividad indefinido, por ello hemos adoptado la última crítica que Javier Zubiri (Inteligencia y logos) hace a Edmund Husserl.
Siendo la estructura de la intelección distintos “modos físicos” de estar ante las cosas -o siguiendo el lenguaje que nos ofrece la psicología contemporánea, serían modos de asimilación física y de integración orgánica sobre la información que recibimos de las cosas (M. Merlau-Ponty, J. Miller).
De estos modos, la “razón” sería uno de ellos, como también lo es el “lenguaje” (el logos) y la “afección primordial”.
De esta forma el efecto radical que tiene establecer la “primera impresión” en cada uno de esos modos -pues la impresión primaria tiene así mayor riqueza de contenidos que en sus sucesivas actualizaciones, aunque éstas puedan ser luego más exactas o adecuadas con su realidad actual pero se adecuan sobre la base de aquélla impresión primordial.
De esta manera se postula un determinismo desde la primera y física percepción de una cosa, según sus modos físicos, es decir, se trate bien de un “sentir primordial”, bien de una “alteración lógica” por medio de relaciones o del lenguaje, o bien finalmente como una determinación fundamental de la “razón”.
Del modo cómo sea esta aprehensión primaria así se originan las posteriores, aunque a veces corremos el peligro de encerrarnos en un universo de sentido como en un “hortus conclusus” del modo que ello puede originar conductas desviadas de la realidad o distrofias, al escapar del sentir libre.
En cuanto al problema de la “objetividad” y de la “causalidad” del conocimiento no tiene otra entidad que la de ir situando los distintos modos de “estar” en la realidad. Se trataría de convertir una tipificación social en el proceso de sus unidades de conciencia subjetiva y en internalización de la conciencia.


El mismo proceso de la tipificación objetiva de la norma lo haríamos coincidir con los distintos niveles de la estructura intelectiva, que son la "afección primordial", el "lenguaje" (logos y relación) y la "racionalidad" (o fundamentación), en los procesos de comunicación entre realidad y mundo social, y entre las estructuras del lenguaje y la racionalidad.

El problema quizá está en la definición de los sujetos como algo separado de su objeto, tal ocurre en un racionalismo como el kantiano o como si al contrario no hubiese más objeto que percibir que la pura percepción, lo que ocurre en un subjetivismo.
Más bien hay que definir el sujeto como producto también de sus objetivaciones y, por tanto, como producto social (Peter Berger) y de la función ideológica del lenguaje (Adam Schaff) y de las tipificaciones sociales y la burocracia (Jack Goody). En este sentido su objeto es también una percepción real suya pero en tanto que real no es sólo del sujeto. También las leyes científicas obedecen a la posibilidad de orientación lógica, pero esta orientación depende de una acción de sentido y se origina en el sentir.
Por tanto, no hay sujeto y objeto sino unidad estructural de afección de sentir y realidad. Sabiendo que “la” realidad es un constructo, un concepto construido también y que de ella se toman sus notas percibidas en una unidad y en un momento de la aprehensión “actual” de lo real.
Tanto el criticismo racionalista, como el subjetivismo, como el realismo ingenuo, no acogen este sentido de la realidad, sino que toman las notas de la realidad respectivamente como “objeto”, o como “sujeto” bien como “cosas” cuando son cualidades sensibles.
De este carácter de actualidad van a derivarse conceptos tan importantes para la lógica de la argumentación como la “coherencia”, la “consistencia” narrativa y la “adecuación” a un proceso intelectivo.
La necesidad es un “valor” y una categoría lógica de actualización distinta que la obligatoriedad pero ambas son modos de actualización de la fuerza de la realidad. La obligatoriedad sería un modo de ulterioridad sobre la necesidad, toda norma de obligatoriedad tiene intrínsecamente una condición de necesidad -o “modal” de contingencia o posibilidad- pero no a la inversa.
Por ello cabe decir de un valor moral que puede ser un “hecho moral” desde el momento que se realiza efectivamente en la realidad y puede ser observado por todos como un hecho evidente de que estamos ante una pauta o un comportamiento que se constata, eso es para mí un hecho moral.
Otra cosa es que quiera hablar de un derecho o una moral que no se cumple, ahí no hay hecho. Sólo existe el hecho de su tipificación objetiva, pero como tal se ve que no es eficiente o por desuso se ha invalidado a sí misma.
Sólo desde una epistemología ingenua se puede creer que los hechos no pueden convertirse en valores y viceversa los valores no pasan a ser hechos. Otra cosa es que los operadores lógicos del lenguaje los usemos con distinta funcionalidad.
No es posible postular un mundo de hechos como diferente de un mundo de valores, es una falacia (otras veces se ha hablado de la falacia naturalista -Hume- pero su contraria también lo es), debido a una mala comprensión del modo en que opera el lenguaje valorativo (Searle, Frankena).


De los hechos solo se puede predicar la verdad/falsedad, está bien, es así. Pero Leibniz ya dejó constatado en esta lógica que siempre cabía la posibilidad de un “tercio excluso”, es decir de algo totalmente diferente por pertenecer al concepto de lo “indeterminado”. Pues bien ahí es donde se incluye esa realidad y ese concepto que permite hablar de algo, de una cosa, que no es ni verdadera ni falsa sino que está indeterminada, generalmente porque se trata de una tipificación social y depende de su valor de actualización social en la realidad, lo cual es de difícil determinación, a pesar de todos los adelantos tecnológicos y estadísticos con que contamos.
De este modo la razón deriva hacia lo “razonable”, depende de conceptos como la habituación o la frecuencia de un lenguaje.
Por otro lado, las normas “no” son enunciados de verdad o falsedad, sino enunciados que “accionan” algo, que están en función de la alteración de algo, que actúa como mandatos e imperativos.
De una norma no se puede decir que es verdadera, y esto es lo más seguro que quizás quiso decir Nieztsche con aquellas expresión. La norma se cumple o no se cumple, de ella sólo se puede enunciar su racionalidad, su fuerza de obligatoriedad, su validez normativa.
Lo que en ningún caso debemos hacer es decir que por que se utilizan determinadas categorías morales o jurídicas estas son necesarias y convenientes e incluso verdaderas. Más bien hay que partir de la justificación de los hechos (y de ahí mi rechazo del platonismo también y del idealismo y quiero que lo entienda y que justifique así que me extienda en el discurso). Más bien habría que partir del contexto social, cultural, personal donde se sitía la norma y ver si cumple el requisito de fundarla en un valor universalizable que justifique a la norma, y que haga posible que sea argumentable y comunicable el conocimiento de lo real y de su valor moral.

En cuanto a la "razón" usted no me da ninguna definición precisa, se limita a incluirla en el “logos”, lo cual me parece certero pero insuficiente. Y alabo su nivel de introspección filosófica como su intuición en la orientación del pensamiento hacia la historia.
Para que se construya el conocimiento de racionalidad es necesario que se cumplan los postulados de adecuación, coherencia lógica y conformidad con la realidad.
La racionalidad se puede construir no sólo por “logificación” sino por “modelización” de la realidad y usted debe saberlo para no caer vencido por cualquier positivismo o lógica del lenguaje.


La racionalidad se puede construir primero por “modelización” o por la presentación física, de la realidad -a través de estándares admitidos de conducta (taken for garanted), pautas orgánicas-, segundo, por “homologación” o logificación de la realidad y, tercero, por “postulación” o una determinación fundamental. Ambas modalidades se apoyan en tres aspectos de la realidad respectivamente: experiencia libre, sistematización libre y libre construcción.
Pero más que la fuerza de su propia coherencia lógica o de su sistematicidad es la fuerza de “la” realidad lo que está imponiendo una racionalidad u otra.
Por eso para mí es muy importante hablar de la fuerza de modelización de la realidad, y por eso usted me achaca en mi anterior alocución que haya eludido referirme al “lenguaje” para poder definir qué es la razón. El lenguaje es muy importante para la coherencia lógica de la razón no lo niego pero por ello mismo se corre el peligro de eludir la otra variable: la de la presentación física, la de la primacía radical de la realidad por “modelización”.


Es esto, la fuerza de la realidad, y no el lenguaje en sí -aunque también puede serlo éste por su fuerza institucional que no podemos olvidar-, lo que constituye la dinámica y la alteración constitucional de la racionalidad.
Es esto lo que da sistematicidad orgánica a un lenguaje, su fuerza de sentido psico-social y de validez normativa.

~

Lo que sí efectivamente Nietzsche es en teoría, es un opositor del hedonismo ético, Y en este sentido que albergo aquí, Nietzsche, sí, lo considero un racionalista también, como tú dices, pero no porque haya construido una lógica del lenguaje, ni un sistema de filosofía, sino porque se da cuenta mucho antes que nadie de la clave psicológica y la fuerza por la que se mueven los movimientos sociales. Construye la realidad por “modelización”, es decir, por la presentación de su fuerza, y en cierta manera se da cuenta del “hecho institucional” y de la fuerza que tiene este hecho en la misma experiencia de los pueblos y en la reproducción de ella, así como de los movimientos que se sucederán después, en forma de revolución o de transvaloración ética.



En cuanto al problema de la libertad le digo también como le he dicho a Zenon lo siguiente:
La libertad sería una “ilusión”, pero una “idealización” al cabo posible, sí, así es como la veo yo, pues a pesar de nuestros condicionamientos, creencias, genética y ambiente, la realidad es tan múltiple de formas y siempre nos supera con sus leyes -llamémosle así-, que nos vemos obligados a “elegir” de alguna forma entre toda la vorágine aglutinadora que se nos ofrece.
Y ello es así aunque esta “elección” dista un tanto de ser una elección absolutamente libre y sin condicionante alguno. Casi siempre nos debemos a las impresiones primarias que tenemos de la realidad y a las que hemos aprendido en nuestra socialización primaria, o, al menos, debemos partir de aquí, de un conocimiento compartido y aprendido como “recetas” o en forma de historias contadas o modelos, en nuestra primera socialización. De nuestra libertad depende que lo cambiemos precisamente y que podamos alejarnos todo lo que sea posible de él para construir otros nuevos modelos más adecuados con nuestra percepción física de la actualidad.
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Andrómeda




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