lunes, 10 de marzo de 2008

la voz a ti debida




Yo soy lo que amo.
¿Es necesaria una correspondencia del objeto para amarlo?
Sucede por ejemplo en la poesía de Salinas, no importa que no me quieras, el amor que te tengo me basta para iluminarme.
Para tí le cito:
"Y mientras siguen dando vueltas y vueltas, entregándose,
engañándose, tus rostros, tus caprichos y tus besos,
tus delicias volubles, tus contactos rápidos con el mundo,
haber llegado yo al centro puro, inmóvil, de ti misma,
y verte cómo cambias, y lo llamas vivir,
en todo, en todo si, menos en mí, dónde te sobrevives".
Y le seguiré citando:
"Y de pronto, en el alto
silencio de la noche,
un soñar mío empieza
al borde de tu cuerpo;
en él el tuyo siento.
Tú dormida, yo en vela,
hacíamos lo mismo.
No había que buscar:
tu sueño era mi sueño."
Y continúo, hay un beso fugaz, que se se desvanece objetivamente, pero que continúa en el sujeto que ama:
"Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no... "
Y yo no me cansaré nunca de citarle:
"El sueño es una larga
despedida de ti.
¡Qué gran vida contigo,
en pie, alerta en el sueño!
¡Dormir el mundo, el sol,
las hormigas, las horas,
todo, todo dormido,
en el sueño que duermo!
Menos tú, tú la única,
viva, sobrevivida,
en el sueño que sueño."
Todo esto viene a cuento por esto que tú dices:
"...pues encontrándole en nosotros disponemos del objeto amado en cierto modo..."
Como conclusión te digo que en Salinas yo encuentro cierto ritmo envolvente y ensimismado que paradójicamente se da a la exaltación de lo amado, que es externo, y nos lo hemos apropiado.
Siempre es mejor el que ama que el amado, más generoso y más vivo, porque no corresponderá el amado y será egoísta pero eso al que ama no le importa. Podrá morir el amado, pero de contínuo el que ama le resucitará en su memoria, vivificándose a sí mismo.


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