miércoles, 30 de julio de 2008

La eclosión de China

shanghai
La eclosión china.-

Los chinos tienen fama de ser los mejores negociadores del mundo y su espectacular crecimiento económico desde 1978 respalda esa suposición. A la cual contribuye el hecho de que generalmente estudian las operaciones con mucha mayor profundidad que los negociadores occidentales, analizando todas las opciones posibles, para distinguir bien entre lo fundamental y lo accesorio.
Lo primero de todo es asimilar el concepto de “bu daitou” que refleja una actitud de prudencia, explicable por el hecho de que la legislación y los reglamentos son en general poco claros y vagos, y por ello mismo no es recomendable ser el primero en entrar en un mundo tan farragoso. Por ello se adopta la actitud de esperar y ver (el wait and see de los anglosajones) antes de lanzarse. Conducta que incluye la de copiar a los que tienen éxito antes de arriesgarse a ser los primeros en equivocarse.
Ha de tenerse en cuenta, además, que los chinos han aprendido a dar la respuesta más corta posible a cualquier tema, sin acercarse de inmediato al detalle o a pronunciamientos definitivos, simplemente para evitarse cualquier clase de complicaciones preliminares. Así, cuando contestan “bu xing”, quieren decir que el tema de que se trate es imposible, o que por lo menos, de momento, no puede hacerse gran cosa. Pudiendo ser las razones de esa imposibilidad infinitas. Pero, en general, lo que se da a entender es que si se pusiera mucho empeño sí podría llegarse a un acuerdo, pero que tal vez no merezca la pena por el trabajo que podría costar. Así de sencillo y de complicado.
Por otra parte, una de las frases más escuchadas en China, “bu zai”, quiere decir que la persona a quien se desea ver no está disponible. Pero la expresión tiene otros significados, como que la persona que se quiere ver está pero no desea encontrarse con su visitante; o que el individuo en cuestión ya no trabaja en el lugar, sin que eso resulte tan seguro.

“Bu zhi dao” es otra frase habitual. Básicamente viene a significar algo asi como que “no tengo ni idea de lo que me está preguntando”, dentro de una decidida actitud de eludir cualquier clase de responsabilidades, Otras traducciones posibles: “no tengo tiempo de hacer lo que usted me pide; o “ya es muy tarde para hacer nada”; o “no es de mi competencia”; o “no es apropiado que usted me pida eso”.

Básicamente cabe decir que la estrategia negociadora de los chinos se fundamenta en dos obras clásicas de su literatura: “El arte de la guerra” y “El arte secreto de la guerra: las 36 estratagemas”. La primera, escrita por Sun Tzu, ha guiado a militares y generales chinos a la victoria en innumerables guerras y batallas desde hace más de veinte siglos. En la segunda -de autor desconocido, con data probable en el siglo XVII-, se proporcionan 36 tácticas, engaños y subterfugios, divididos en seis grupos: los tres primeros pensados para situaciones en las que se tiene ventaja, y los otros tres para cuando se está en desventaja.
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Por lo demás, existen tres categorías de normas o principios que guían la negociación para los chinos. La primera corresponde a las pautas de comportamiento, incluyendo el autocontrol y la contención de las emociones; pues todo se relaciona con ritos como los propios de la buena educación, debiendo excluirse las técnicas de persuasión agresivas.
La segunda categoría se refiere a las normas vinculadas a las obligaciones sociales, que se concretan poniendo énfasis en los objetivos del grupo negociador (que siempre son prioritarios a los objetivos individuales) y se relacionan con el liderazgo (deferencia al jefe de grupo) y con la preocupación por los costes, lo cual requiere reciprocidad.
En tercer lugar aparecen las normas relacionadas con la distinción de quién está dentro y fuera del grupo, cuestión importante para evitar confusiones e inconvenientes.
No puede descartarse la influencia del confucianismo, del budismo y del taoísmo que impregna las formas de pensar y actuar de la cultura china.

El súbito desarrollo económico que parecía surgir de la nada se debía a la subyacente cultura confuciana en términos de valoración del trabajo, de la educación, solidaridad familiar, el confucianismo pasó de ser un freno para el crecimiento económico a convertirse en impulsor de un desarrollo específicamente chino.
El budismo estaba subyacente también en la mentalidad china, en particular la noción de trabajo por el que no se espera una recompensa terrenal junto con el concepto del devenir como algo esencial de la realidad, así como la necesidad de asumirlo, puesto que nada es permanente.
Por último el taoísmo aporta la agilidad y la flexibilidad indispensables en el sistema capitalista al postular que toda afirmación contiene en sí misma su propia contradicción. En ese sentido, si “todo chino lleva en su cabeza una cuenta de explotación”, según expresión popular consagrada, tal cosa no es una característica genética, sino el resultado de unos valores adquiridos, y que al presente hace posible el éxito económico en un universo capitalista.

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El que China haya entrado en el comercio mundial con esa gran fuerza es porque los bajos precios de las exportaciones chinas benefician también al país que es importador.
Frente a los temores proteccionistas de los EEUU en un mundo globalizado las cifras del comercio bilateral son irrelevantes, en otras palabras mientras China trabaja con muy poco margen y bajos salarios, las compañías norteamericanas y las demás extranjeras obtienen beneficios formidables.
Desde ese mismo enfoque, está claro que la responsabilidad que a veces se imputa a los fabricantes chinos por sus bajos precios no se debe tanto a su esfuerzo en costes para competir entre ellos, sino sobre todo a la capacidad que los grandes distribuidores en destino tienen de estrangular a su proveedores al disfrutar de un fuerte dominio del acceso al consumo final con sus redes de puntos de venta y su gran proporción de cuota de mercado.
Forma de explotación que se hace todavía mayor con las marcas blancas que crean los propios distribuidores, de modo que los precios a que deben fabricarlos los proveedores se envilecen más y más desde el punto y hora en que el gran distribuidor siempre está en la posición de poder cambiarse a otro más sumiso que le haga el producto por un precio idéntico o incluso menor.

Pero China es el gigante que emerge.

La evolución del rápido crecimiento permite señalar que el verdadero salto adelante de China está produciéndose desde 1978 por el impulso de las modernizaciones.
El crecimiento del PIB desde 1978 a 2006 se calcula en un 9'5% anual, un efecto acumulado pues, sobre el año base, de nada menos que 1.269 % en veintiocho años. Y en el XI Plan Quinquenal, aprobado el 12-3-06 por la Asamblea Nacional Popular (ANP), las expectativas se situaron en el 8% para 2006 y en el 7'5% de cara a los siguientes años de 2007 a 2011.
Esto muestra el ascenso de China en el ranking mundial del PIB. La comparación del PIB de China y otras grandes potencias económicas por su PIB en términos de poder adquisitivo o ppp en inglés (por purchasing power parity) y en dólares per cápita (p/c) en 2005, se presenta pudiendo comprobarse que China ya es la segunda potencia mundial con casi seis billones de dólares.
Las comparaciones en términos de tipos de cambio son otra cosa, al no dar una visión realista de la verdadera situación. De ahí que resultara un tanto patético que la prensa convencional anunciara pomposamente el 21.12.05 que China se había convertido “en la cuarta potencia económica del mundo, sólo por detrás de EEUU, Japón y Alemania, habiendo superado ya a Italia, y virtualmente también a Francia y Reino Unido”. Mientras que España se hallaría por detras de Italia y Francia, y por delante de Canadá, en el octavo puesto. Pero esto es una apreciación basada en la ficción que supone el método de los tipos de cambio, siendo el cálculo del PIB ppp el más realista al reflejar mucho mejor las funciones de producción y consumo, en la hipótesis de precios homologados para todos los países incluidos en la comparación.
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El cambio del modo de producción está realizándose desde 1978 por el abandono gradual del socialismo -más bien capitalismo de Estado que otra cosa-, para pasar a un sistema de economía mixta transitorio oficialmente conocido durante algún tiempo como mercantilsocialismo, y después socialismo con características chinas, que con toda seguridad, lo diga o no el PCC, acabará desembocando en una estructura productiva de corte claramente capitalista. O si se prefiere, de economía mixta en la terminología de Paul Samuelson.
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China no se presenta como una amenaza a Europa, entre otras razones porque su política exterior es muy distinta del nacionalismo japonés de la década de 1930.
China tiene un presupuesto militar que es sólo una octava parte del de Estados Unidos.
El país más poblado del mundo, por su política demográfica, habrá envejecido mucho antes de alcanzar la plenitud de su progreso.
China es el espacio económico para fabricar cualquier clase de producto a bajo precio, y al tiempo constituye un gran mercado y un amplio destino de inversión para la UE.
Por eso y otras circunstancias, Bruselas ayudó a China a entrar en la OMC, como también trabajó para acabar con las restricciones que para el textil representaban los acuerdos multifibra dentro del GATT.
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Por otra parte, el crecimiento de la producción energética de China para esa producción debe ser completado con grandes inputs de crudo y gas, con gran impacto en los precios internacionales, por mucho que Estados Unidos siga siendo el mayor consumidor de petróleo del mundo, al absorber el 25% de la producción mundial. Lo cual se debe en gran medida a la ineficiencia energética de los estadounidenses, que se manifiesta en el hecho de que consumen por unidad de producto un 50% más de crudo que la UE, entre otras cosas porque los precios siguen siendo bajos y no hay incentivos para ahorrar energía.
Algo que en cierta medida sucede también en China, con aún menor eficiencia energética que Estados Unidos, ya que el consumo de hidrocarburos se ve favorecido por los precios políticos que se fijan desde el Gobierno.
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Por otro lado, Rusia tiene las mayores reservas y es el mayor productor mundial de gas natural, y en sus cálculos de oferta dentro del marco de una creciente escasez mundial, los analistas aseguran que Moscú podría estar enfrentando a Europa -que depende en un 70% del gas ruso- con China, su mayor comprador potencial en el extremo opuesto del viejo continente.
En 2006 Pekín y Moscú iniciaron negociaciones, que pronto se revelaron bien difíciles, sobre el coste de la construcción, en cinco años, de dos gaseoductos entre los dos países.
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También China cerró en 2006 un acuerdo preliminar de suministro energético con Irán, que podría convertirse en su principal proveedor del petróleo y gas natural.
Inmediatamente después del acuerdo entre Teherán y Pekín, la República Popular brindó su apoyo a los iraníes en el contencioso abierto con Estados Unidos y la UE a propósito de su programa nuclear. Y en contra de la opinión de Washington, el ministro chino manifestó que “no hay razón para llevar el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU”, con lo cual garantizó a Teherán su veto en ese organismo.
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China es el segundo emisor de gases de invernadero del mundo, sólo detrás de Estados Unidos, y en la idea de ir modificando esa situación de cara a 2012 cuando se le aplique el Protocolo de Kioto -y también para frenar el cosumo de los cada vez más escasos y costosos hidrocarburos-, en noviembre de 2005 se anunció en Pekín un plan de generación de energías renovables de cara al 2020.
De modo que, según la política oficial, a lo largo de quince años (2005-2020), se doblará la generación de renovables, aumentándola desde el 7% (2005) hasta un 15%. En la dirección apuntada se prevé alcanzar 20 gigawatios de electricidad de origen eólico en el 2020, si bien ese objetivo podría doblarse, lo cual convertiría a China en el primer productor mundial de esa clase de energía.
Por otro lado, se prevé ampliar hasta 300 millones de m2 la superficie de paneles solares para el año 2020, lo que permitiría prescindir anualmente de un consumo equivalente a unos 40 millones de toneladas de carbón. Al mismo tiempo, se avanzará en hidroeléctricas, biomasa, etc.

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En otra perspectiva tiene gran importancia el desarrollo de programas para convertir carbón en gas y gasolinas, desde el punto y hora en que los altos precios de los hidrocarburos han hecho altamente atractiva la tecnología disponible (procedimiento CTL, coal to liquids, carbón para carburantes líquidos), decisiva para China que posee las mayores reservas de carbón del mundo.
Pero si China adquiere compromisos con el Protocolo de Kioto a partir de la prórroga del mismo en 2012, el consumo no se podría incrementar como se propuso en un 50 % lo que equivaldría a los del consumo de todo el resto del mundo.
Tambien se plantea ir hacia una economía basada en el hidrógeno, para fabricar vehículos alimentados por célula de combustible. Por lo demás en Pekín ya circulan autobuses impulsados por hidrógeno.
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Pero con todo lo dicho no basta para satisfacer las ingentes necesidades energéticas. Y por ello mismo, China está entrando también de lleno en la opción nuclear, según se infiere de las informaciones, China está en negociaciones con empresas foráneas de diferentes tecnologías, como Westinghouse y GE de Estados Unidos, Areva de Francia, Atomstroyexport de Rusia y la Atomic Energy of Canadá.

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La opción nuclear es una decisión de gran envergadura a efectos ambientales (no más emisión de gases de invernadero) y en busca de una menor dependencia de los hidrocarburos. Pero en la que será necesario tener en cuenta la disponibilidad del combustible (uranio enriquecido), del que Australia es el segundo exportador, con un 22% de mercado mundial, siendo Canadá el primero con un tercio (2006). De modo que el ambicioso programa nuclear chino podría situar fácilmente a Australia a la cabeza de la producción mundial en menos de una década.
Pero la cosa no es tan fácil, pues como se vio en abril de 2006, con ocasión de la visita de Wen Jiabao a Sydney, el gobierno de Canberra planteó la idea de que el precio del uranio debería someterse a las fluctuaciones del mercado como el crudo o el gas. A lo cual el primer ministro chino contestó, no sin cierta tensión, que en una contratación a largo plazo tendría que haber una cierta fijeza de precios, llegando a insinuar que en caso de no alcanzarse un acuerdo China trasladaría parte o todas sus ingentes compras de mineral de hierro de Australia a otros países.
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Entrando ya en el análisis desglosado del sistema financiero chino, cabe decir que la banca es una de las mayores del mundo en términos absolutos, con un volumen de crédito que alcanza algo más del 180 % del PIB pero con un problema muy grave: el alto grado de morosidad como consecuencia de la política de financiación de empresas estatales prácticamente a fondo perdido que se siguió durante muchos años. Un tema del que ya se ha tomado conciencia, al crearse compañías de gestión de activos como canales de recuperación de impagos.
Por lo demás han sido legión los expertos y los medios financieros anglosajones que a la vista de los malos créditos (los bad credits) pronosticaron un colapso financiero en China.
En cualquier caso, a pesar de esos inconvenientes, la República Popular con su economía en veloz crecimiento y su inmensa población, junto con el comparativo subdesarrollo actual del sistema bancario, representa un área muy atractiva para los grupos financieros internacionales deseosos de expandir su actividad.
Sin embargo, algunas grandes entidades financieras mundiales se enfrentan con un aparente dilema: si se deciden a invertir en los bancos chinos, se exponen a un indudable riesgo. Pero si no lo hicieran, el riesgo sería no estar posicionados cuando el mercado alcance la velocidad y la amplitud que se presume tendrá en el futuro. Quizá por ello los jugadores globales del sector se han lanzado a una carrera de compra de participaciones en las entidades más importantes del gigante asiático.

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Este es un resumen hecho del libro de Ramón Tamames: “El siglo de China, -de Mao a primera potencia mundial, (Pekín 2008, la eclosión olímpica)-”, editado por Planeta, 2008.
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Los recursos hídricos de China



Los recursos hídricos en China, según un informe circulando en el 2006, están en un punto crítico, pudiendo ir a peor todavía.
Así lo manifestó el viceministro chino de la Construcción quien prevé que entre los años comprendidos entre 2006 y 2011 China habrá de gastar 125.000 millones de dólares para construir depuradoras de aguas residuales en la ciudades.
Precisamente la desertificación es uno de los más grandes problemas ambientales en China, estimándose que en la última década cada año se desertificaron alrededor de 3.500 km2 de suelo. Un fenómeno que en mayor o menor grado afecta al 27% de la superficie del país, y en función del cual las autoridades están obligando a cientos de miles de pastores y campesinos a abandonar sus tierras con el fin de facilitar la recuperación de la cubierta vegetal.
Por la desertificación y los demás problemas de disponibilidad de agua, China está innovando en lo que concierne al control de la lluvia provocada artificialmente, con resultados ya muy considerables. Calculándose que los expertos en precipitaciones artificiales utilizaban en 2006, treinta aviones, cuatro mil lanzadores de cohetes, y más de siete mil pequeñas piezas de artillería. Todo ello en las labores de aliviar las situaciones de sequías, refrescar las ciudades supercalentadas, prevenir también las tormentas más peligrosas, así como acabar con fuegos forestales y suministrar agua a los embalses de cabecera en algunas cuencas fluviales.
La tecnología de la mayoría de los promotores de lluvias se basa en la siembra de partículas de ioduro de plata, alrededor de las cuales se concentra la humedad, de manera suficiente para crear vapor que provoque la lluvia. Pero ése es el problema: tiene que haber una cierta humedad.
Globalmente se calcula que con la lluvia artificial se consigue un incremento en las disponibilidades de alrededor de 50.000 millones de Hm3.
La aviación pro lluvias ha desarrollado en los últimos cinco años una actividad equivalente al aforo de cinco ríos Amarillos, debiendo aclararse que ese cauce fluvial ha perdido mucho de su flujo y en su curso inferior apenas lleva agua en los estiajes más profundos debido a las prolongadas sequías.
Otro programa para paliar las secuelas de la desertificación, ya irreversibles, es el travase de agua sur-norte, desde el Yang-tsé hacia las regiones en torno a Pekín, donde está acelerándose el secado de arroyos, pozos, e incluso del propio río Amarillo. Un plan que cuenta con una inversión total prevista en 58.000 millones de dólares, siendo la fuente nutricia principal el embalse de las Tres Gargantas, cuya presa se inició en diciembre de 1994 sobre el río Yang-tsé.
Esa obra es ciertamente un registro de toda clase de récords empezando por la gente que hubo de ser desplazada: 1'13 millones de personas que dejaron sus ciudades y pueblos aguas arriba para permitir el llenado del embalse, que se extiende a lo largo de 660 km. Con la mayor central hidroeléctrica del mundo, de una potencia generadora de 18.000 M, equivalente a 18 reactores nucleares de 1000 MW cada uno, y tanto como la energía producible con 50 millones de toneladas de hulla o 25 millones de toneladas de crudo.
Pero sobre todo el trasvase a través de cuatro canales de gran porte, será decisivo para suministrar agua a la zona más poblada de la República Popular y cubrir parte de su fuerte déficit con 49000 Hm3; aproximadamente 46'6 veces lo que podría haber supuesto el trasvase del Ebro en España de no haber sido cancelado en 2004.
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Por otra parte, Shangai se ha convertido en la capital económica y en un boom inmobiliario. Desde principios de 2005, su mercado inmobiliario es el más caliente del mundo por razones muy simples: se trata de la ciudad más activa en la economía más dinámica, con opulentos chinos del continente y del exterior ansiosos de invertir, sin olvidar a los extranjeros que también entraron en el mercado inmobiliario. ¿A quién le importaba si eran especuladores quienes estaban comprando y vendiendo en esos días? Los precios alcanzaron incrementos anuales del 30% entre 2002 y 2005.
Pero en la segunda mitad del 2005, según la entidad inmobiliaria Anthony I, “la situación se invirtió completamente” y los desesperados promotores pasaron a ofrecer a sus compradores caramelos como plazas de garaje libres, afiliaciones a clubs de campo, y hasta utomóviles gratis para vender sus apartamentos de lujo, cuyos precios descendieron un 30% en seis meses. La razón de todo ello es que “Shanghai se convirtió en una de las víctimas de los esfuerzos gubernamentales por enfriar una economía que crecía vertiginosamente. En 2004, el Gobierno de Pekín hizo más duros para los consumidores los préstamos para compra de automóviles y el resultado fue una drástica caída de ventas; en 2005 le llegó el turno al inmobiliario, sobre todo en Shanghai”.
Sin embargo, la inversión extranjera en la zona de Gran Shanghai sigue aumentando y ello a pesar de la publicación en 2004 de la Guia de uso del suelo industrial que impone umbrales mínimos y condicionamientos rigurosos para las nuevas inversiones. Por lo cual, el área municipal de Shanghai y sus aledaños ya no es el emplazamiento apropiado para invertir en sectores de valor añadido. Si bien la región en su conjunto sigue ofreciendo una amplia gama de entornos atractivos para productos de alto valor añadido: automóviles, informática, fármacos, etcétera.
Shanghai también continuará constituyendo la mejor base de prestación de servicios esenciales, de tipo de finanzas, publicidad, consultoría, logística, etc. Además es seguro que se convertirá en el emplazamiento preferido no sólo para oficinas centrales de cara a toda China, sino también con sedes multinacionales para Asia entera.
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En cuanto al mundo rural sufre atraso tecnológico y la superficie útil agrícola (SAU) es menguante.
La agricultura sigue siendo en China un sector atrasado, con problemas de todo tipo. Empezando por el área de la fiscalidad, a causa del impuesto del 7% sobre cualquier clase de producción agraria y que de una u otra forma estuvo vigente desde dos mil años atrás hasta 2005, cuando quedó abolido, a fin de acabar con la base nutricia de las retribuciones de una despiadada caterva de funcionarios, que en todas las provincias actuaban como sanguijuelas de los agricultores. De ahí que una de las primeras medidas del tándem Hu/Wen fuera plantear la supresión de ese impuesto, al ritmo de un punto por año, en paralelo a una reducción drástica de la plétora burocrática.
Por otra parte y en contra de lo que se piensa la calidad de la tierra cultivable es baja, considerándose que sólo el 28% es “muy productiva”. Otro dato importante es que la mitad de los campesinos chinos no producen para el mercado, sino exclusivamente para autoconsumo. En tanto que sólo el 30% es capaz de comercializar más del 30% de su producción total, mientras que el 70% restante sólo produce pequeñísimos excedentes.
Durante la reunión que la Asamblea Nacional Popular celebró en marzo de 2006 el primer ministro hizo hincapié en una cuestión básica de la agricultura, verdadero tema candente: la pérdida de tierras de cultivo en favor de las infraestructuras, la industria, la vivienda, etc. Un asunto vital para la política de seguridad alimentaria de Pekín, ante la realidad de que en los siete años anteriores a 2004 se perdió un 5% de su tierra cultivable.
Casi simultáneamente, el presidente Hu Jintao fijó la meta de parar la pérdida de SAU: “Frenen decididamente la irreflexiva ocupación de las tierras agrícolas” Pero de momento la única respuesta fue la paralización del programa de reforestación en la parte dedicada a reducir el cultivo en las laderas de las montañas por estimarse perjudicial para el medio ambiente.
Las referencias a la pérdida de SAU coincidieron en 2005 con la circunstancia de que el país, por primera vez en décadas, se convirtió en importador de alimentos. En ese contexto los dirigentes chinos alarmados por el descenso de la producción exhortaron a los agricultores a sembrar más arroz, trigo y maíz. Un trance en el cual los más críticos replicaron al Ejecutivo que era imposible responder a esas exigencias: “¿Cómo puede sembrarse más con cada vez menos tierra, cuando un club de golf fue construido sobre parte de mis antiguas posesiones?”, manifestó un agricultor.
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