Un paseo por Córdoba (Cordova, musulmana, judeo-cristiana, estoica)
servido por sylfide 08 junio 2009 6 comentarios
Este silencio profundo de Córdoba casi en su mejor momento va alcanzando con su poder habitar cada lugar ausente envuelve, conmueve. Y hay alegría profunda e ingenua en ella.
Hoy me he venido a dar un paseo por Córdoba, la Córdoba de la historia, la Córdoba que me ha traído algo profundo del silencio, de la tranquilidad que se respira hoy por algunos rincones de su judería y de las calles estrechas de esta ciudad. Y en casi todas sus piedras se respira algo que en mi ciudad -Sevilla- se encuentra menos, una paz interior, algo de dentro.
Para ver más fotos de mi paseo os dejo este enlace aquí: http://ishtar-terra.lacoctelera.net/post/2009/06/08/cordova-musulmana-judeo-cristiana-estoica
Barack Obama, que tiene trabajo más que de sobra intentando rehacer lo que demolió George Bush de modo tan insensato, ha puesto a «Andalucía» y a Córdoba como ejemplos de «convivencia y tolerancia entre musulmanes, judíos y musulmanes», introduciendo un desliz histórico notable al decir que esto ocurrió «durante la época de la Inquisición».
Los musulmanes apenas realizaron esfuerzo bélico alguno en la conquista de España; sólo se produjo una batalla en julio del 711 en el sur de la actual provincia de Cádiz, una escaramuza en Écija, y dos asedios en Córdoba y en Mérida. El resto del territorio peninsular bajo dominio visigodo pactó mediante capitulación su sumisión a los nuevos señores musulmanes. Con la llegada de los musulmanes, y entre los siglos VIII y XI, existió un importante grado de convivencia, siempre bajo dominio político musulmán por supuesto, entre judíos, musulmanes y cristianos.
No se quemaron ni iglesias ni sinagogas, incluso se construyeron algunas, judíos y cristianos pudieron practicar libremente su religión y vivir según sus costumbres; y en la Córdoba califal, en el siglo X, o en algunos reinos de taifas en el siglo XI, actuaron como consejeros y visires -ministros de hoy- notabilísimos personajes cristianos y judíos. Sin salir de la ciudad de Córdoba, el obispo cristiano formaba parte del núcleo íntimo de consejeros del califa, y muchos judíos fueron visires de algunas de esas cortes.
Es cierto que a partir de finales del siglo XI las cosas comenzaron a cambiar, y que la llegada a al-Andalus de grupos radicales islamitas, como los almorávides o los almohades, que entendían el Islam mediante la imposición forzosa, provocó una tensión extraordinaria entre las tres religiones. Pero estos musulmanes no eran andalusíes, sino norteafricanos educados en un credo musulmán ortodoxo y radicalizado que acabó con la brillante civilización califal y de sus epígonos taifas.
Claro que a ese viaje hacia el extremismo de la sociedad islámica andalusí contribuyó, y no poco, el avance cristiano, una vez que a mediados del siglo XI los reinos del norte cristiano estuvieron en condiciones de plantar cara al más boyante sur musulmán.
La sociedad andalusí, y la medieval en general, fue bastante más permisiva que lo que durante mucho tiempo se ha presentado. La historia de España no es tan lineal como estos gurús de la falsedad nos presentan, una especie de línea ininterrumpida de sentimiento y hecho nacional «español» desde Argantonio, el semilegendario rey de Tartessos, hasta nuestros días.
En la Córdoba del siglo X se podía ser musulmán, judío o cristiano y ejercer como tal, creer como tal y practicar los ritos de cada creencia con relativa libertad.
Y ese espíritu, que se torció a fines del siglo XI.
La Inquisición se instauró en España a fines del siglo XV, cuando la Edad Media ya era historia y hacía ya algunas décadas que el pretendido brillante y culto Renacimiento campaba en un territorio donde, ahora sí de verdad, los Reyes Católicos acabaron con cualquier atisbo de convivencia entre culturas expulsando a los judíos y obligando a convertirse a la fuerza a los musulmanes. Al parecer de algunos, eso sí que fue tolerancia. Pero esa es otra historia.
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No sólo tuvimos el Renacimiento ya aquí en la Córdoba del siglo X y XI, sino que en el siglo XII en la Sorbona empezaba a estudiarse a Arístoteles, que fue rescatado por los Califas y entonces el verdadero Renacimiento germinó en París, cuando aquí nuestro catolicismo recalcitrante fulminó con todo, con los árabes y con el importante saber filosófico y científico-médico que ellos rescataron. Después se tuvo que esperar a que el cristianismo del imperio caronlingio le diera la razón al saber guardado y transmitido por ellos.
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Maimónides
A través de la historia de la filosofía la figura del cordobés Moshé Ben Maimón siempre me interesó, digamos que por razones patrióticas, esto es, en la medida en que una asume de buen grado su condición de vástaga de un país de “judíos, moros y cristianos”. Un país que los primeros consideraron desde antiguo como suyo y les fue dado a trechos vivirlo como tal. Así fue en la Córdoba musulmana al menos hasta la oleada de fanatismo religioso que trajo consigo la invasión de los almohades en el siglo XII o en el Toledo de un siglo más tarde, el Toledo del cristianísimo rey Alfonso X el Sabio, de quien era reconocida su fama de piadoso y era buen rey consciente de haber nacido en una península de filósofos como lo testimonia el caso de “Aristotil”, a quien le atribuye la naturalidad española y “salió moço de su tierra y fuesse para Grecia”.
Como quiera que sea y por más que alardee de cuna de filósofos, la península ibérica ha solido ser tierra asaz inhóspita para nuestros colegas del pasado, y el afán de saber no ha sido el único motivo que obligó a expatriarse a tantos de ellos o a sus respectivas familias.
En el caso de Maimónides fue empujado a hacerlo por causa de la intolerancia, gracias a la que aquél acabaría convirtiéndose con el tiempo en cortesano del sultán Saladino en la ciudad de El Cairo.
Pero análogas razones llevaron a otra familia de judíos, varias centurias después, a trasladarse desde la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros a Portugal y luego a Holanda, lo que explica la presencia de Baruch de Spinoza en la comunidad hebrea de Amsterdam, de la que también, ay, se vería segregado por blasfemo.
Y en cuanto a la intolerancia los propios españoles la han seguido sufriendo de otros españoles hasta ayer mismo, por resumir en dos palabras las trágicas consecuencias de una guerra civil.
Eso fue lo que le permitió la “empatriación” mexicana de un maestro como José Gaos, otro filósofo desterrado -o “transterrado” como él prefería decir tratándose de México, uno de cuyos textos juveniles, antes de su desarraigo y nuevo arraigo, es “Filosofía de Maimónides”.
Maimónides escribió una “Guía de Perplejos”, donde se incorpora la versión española del título como “Guía de los descarriados” que se limita a reproducir el título francés de Munk “Le guide des egarés”. Pero la obra de Maimónides no fue escrita para los que hubieran echado a andar por un camino equivocado, sino para los que, bien encaminados, se encuentran desconcertados, inciertos, confusos; en una palabra, perplejos ante una encrucijada que les oprime el ánimo... La encrucijada que plantea el abandono de la razón o de la fe causa una perplejidad ecompañada de un dolor violento y una insostenible situación vital que exige un guía o una guía que lleve por el camino de la resolución, y este trabajo lo debe realizar el filósofo que se avoca a mostrar la conciliación posible, porque para Maimónides la fe y la razón están inseparablemente unidas.
El filósofo Javier Muguerza dice:
Aunque al talante racionalista del hombre moderno lo que le caracteriza es haber dejado de vivir la razón y la fe como algo inseparablemente unidos. La razón podría seguir siendo definida de manera que resulte compatible con la fe pero semejante definición se tornará vacua sino incorpora un componente vivencial que sólo la experiencia histórica puede suministrarle, en cuyo caso lo más probable es que la definición se torne ociosa.
Pues el ocaso de la religión y su relevo por el racionalismo filosófico está muy lejos de haber sido un suceso de parva significación y la conmoción originada por su impacto en la conciencia humana se prolonga problemáticamente hasta nuestros mismísimos días.
La Mezquita:
La Mezquita -Aljama- de Córdoba es el monumento más esplendoroso de la etapa musulmana en todo Occidente. Su construcción fue iniciada en la época en la que Abd-al-Rahmán constituye a Córdoba como capital de Al-Andalus, en el año 785.
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El estoicismo.-
Cioran dice:
¿Para qué recensionar las taras de un dios cuando se extienden a todo lo largo del Antiguo Testamento, junto al cual el nuevo parece una pobre alegoría enternecedora? La poesía y la aspereza del primero en vano las buscaremos en el segundo, en que todo es amenidad sublime, relato dedicado a las «almas bellas». A los judíos les ha repugnado reconocerse en él: hubiera sido caer en la trampa de la felicidad, desproveerse de su singularidad, optar por un destino «honroso», todas ellas cosas extrañas a su vocación.
No concedían crédito más que a sus propios prejuicios: de ahí la acusación de «misantropía», crimen que les imputaban Cicerón, Séneca, Celso y, con ellos, toda la antigüedad. Ya en el 130 a. de J. C., durante el sitio de Jerusalén por Antíoco, los amigos de éste le aconsejaron «apoderarse de la ciudad por la fuerza, y aniquilar completamente la raza judía: pues, única entre todas las naciones, se rehusaba a tener ninguna relación social con los otros pueblos y los consideraba como enemigos» (Posidonio de Apamea).
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Cioran, sobre Zenón padre del estoicismo y sobre Séneca, dice que tienen algo de la consideración del sabio por encima de los dioses:
¿Cómo alcanza el sabio lo insólito, cómo consigue ser superior a los demás seres? A primera vista no parece advertir el alcance de su situación: está muy por encima de los hombres y de los dioses, pero debe esperar algún tiempo para darse cuenta de ello. Podemos comprender que no le resulte fácil entender su posición, máxime ni nos preguntamos dónde y cuándo hemos visto una anomalía tan prodigiosa, un espécimen semejante de virtud y orgullo. Para Séneca, el sabio posee respecto a Júpiter el privilegio de poder despreciar las ventajas de este mundo, mientras que Júpiter no tiene ni la oportunidad ni el mérito de desdeñarlas, puesto que no las necesita y las rechaza de entrada.
Jamás el hombre ha estado mejor considerado. ¿Dónde buscar el origen de visión tan exagerada? Nacido en Chipre, Zenón, padre del estoicismo, era un fenicio helenizado que hasta el fin de su vida conservó su calidad de meteco. Antístenes, fundador de la escuela cínica (cuya versión mejorada o deformada, como se prefiera, es el estoicismo), nació en Atenas de madre tracia. Es evidente que hay algo de no griego en estas doctrinas, un estilo de pensamiento y de vida procedente de otros horizontes. Podría sostenerse que todo lo que atrae y repele en una civilización avanzada es producto de los recién llegados, de los inmigrantes, de los marginados ávidos de deslumbrar..., de un hampa refinada.
El culto de la sabiduría iba a eclipsarse después con la llegada del cristianismo. La gente prefería escuchar a esos profetas extenuados, que difundía con su pasión y sus prédicas otro saber enloquecido.
En todo caso, la providencia ya nunca nos será ajena y no tendremos que esperar a que Dios suscite profetas según su arbitrio: estamos en situación de serlo todo si trabajamos lo bastante, aunque no de meros hechos puntuales sino de la idealidad del ahora y del aquí. la misma idea de Providencia no es otra cosa que el disfraz bajo el que el espíritu se ha acercado a sí mismo en el pasado.
Nuestro futuro se lee en la risotada de nuestros rostros, en nuestros rasgos de profetas mortecinos y afanosos.
Séneca.-
Cioran dice:
Es otra ironía. Tal vez para acallar las voces de los profetas y que se empiece a asentar una sabiduría de la existencia.
Ishtar dice:
Además te diré que prefiero la filosofía de Pirrón, una sabiduría de humoradas, el primer escéptico de Grecia, que una metafísica para monos, o esa sabiduría desenfrenada de quien no perdona que otros podamos vivir acá de sus verdades y sus arrebatos. No lo digo -en serio- por nadie personal, sino por la filosofía que venció y se impuso al escepticismo y al estoicismo, por la verdad cristiana, y por san Pablo, que es el espíritu ardiente, y las garras de un profeta.
Y decir esto es como decir, los templos, y la administración con sus reglamentos. Tendríamos que esperar muchos años, siglos, hasta que de nuevo amaneciera una luz de escepticismo en el pensamiento que emergiera una posibilidad a la razón.
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Séneca dice:
Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros piensen de ti -Lucio Anneo Séneca-. La mayor victoria está en vencerse a sí mismo. ...
Ishtar dice:
Al menos de Sócrates me interesa no sólo su vida sino también su forma de morir, su no defensa, su aceptación, su forma de suicidio, como también después sucedería con Séneca. O como por citar a Epicuro el contrapunto de Séneca éste otro vivió al final de su vida en una casa jardín que se construyó y compartía con sus amigos, el hablaba de un hedonismo y de una amistad, y en cierta manera no creas que de los placeres que ellos gozaban estaba el de la mujer, para ellos que eran ya hombres maduros, ponían entre sus goces mayores el de la amistad y el diálogo.
“Dejarás de temer cuando dejes de esperar”, Séneca
"El colmo de la infelicidad es temer algo cuando nada se espera ya" Séneca
“La buena suerte libra a muchos del castigo, pero a nadie libra del miedo” Séneca
Cioran citando a Séneca:
"La vida de los locos es triste, agitada, se encuentra totalmente orientada hacia el porvenir" -esta frase de Séneca, citada por Montaigne, puede utilizarse para demostrar que la obsesión por el sentido de la historia es una fuente de anomalías: seguir su curso u oponerse a él es lo mismo, puesto que en ambos casos miramos hacia el futuro, como víctimas aquiescentes o morosas.
Para Séneca, el sabio posee respecto a Júpiter el privilegio de poder despreciar las ventajas de este mundo, mientras que Júpiter no tiene ni la oportunidad ni el mérito de desdeñarlas, puesto que no las necesita y las rechaza de entrada.
Epicteto: "La felicidad no consiste en adquirir y gozar sino en no desear". Si la sabiduría se define por oposición al Deseo, es porque pretende hacernos superiores tanto a las decepciones corrientes como a las decepciones dramáticas, inseparables unas y otras del hecho de desear, de esperar. Especializada en el arte de hacer frente a los "golpes de la fortuna", la sabiduría intenta preservarnos sobre todo de las decepciones capitales. Quienes más lejos llevaron este arte fueron los estoicos.
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Estos son algunos consejos de Séneca, en Cartas a Lucilio:
“No hay nada de que nos cansemos tan pronto como del dolor: si es reciente, encuentra quien lo consuele, interesa a las almas generosas, pero si es antiguo hace reír a todo el mundo. Y es razonable que se ría la gente, porque es un dolor o fingido o insensato.(LXIII)
El dolor debe ser vencido por el hombre, y no el hombre por él.(LXIII)
Una vez en tu soledad haz de modo que la gente no hable de ti; por tu parte, habla contigo mismo. ¿Qué te dirás? Lo que los hombres dicen con mucho gusto los unos de los otros: ten mala opinión de ti, y así adquirirás la costumbre de oír la verdad y de decirla. (LXVIII)”
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Góngora, Siglo de oro español.-
Sonetos:
A Córdoba
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas ruinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!
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De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado
Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.
Repetido latir, si no vecino,
distinto, oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto,
piedad halló, si no halló camino.
Salió el Sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.
Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.
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