miércoles, 16 de junio de 2010

la deflación

La revista The Economist elabora desde hace años un indicador de “tendencias” elaborado con “el número de veces que aparece en prensa la palabra recesión”. Parece un sistema rudimentario y sujeto a variadas influencias (por ejemplo, el efecto “moda” o “gregario”), pero ha acertado en variadas ocasiones. Desde mediados del año pasado la “popularidad” de la palabra “recesión” ha ido dando paso a la de la palabra “deflación”. Hasta ahora, el hecho es que la gente “siempre ha vivido con inflación”, sabe lo que “es” una recesión e incluso una “Estanflación”, pero la “deflación” es algo del pasado lejano que la mayoría de la gente nunca ha sido consciente haber vivido, aunque un ejemplo evidente de deflación (virtuosa, gracias al aumento de la productividad) se sigue dando en el sector de Internet (la ley de Moore, que dice que la potencia, pero no el precio, de los microprocesadores se duplica cada 18 meses).

¿Alguien recuerda haber vivido en deflación excepto Japón? Raimundo Ortega ha dicho que la deflación es “una reducción en el nivel de renta y el producto nacionales, generalmente acompañada por una caída del nivel general de precios”, que se caracteriza por a) una reducción persistente y generalizada en el nivel de precios que, convertida en expectativa, hace que los tipos de interés reales sean superiores a los nominales ; b) una reducción en la actividad económica provocada por la ausencia de demanda efectiva; y c) una fuerte contracción del gasto ocasionada por el crecimiento del valor real del endeudamiento de familias y empresas. La deflación sería el efecto principal de una “saturación”, demasiada oferta a la caza de demasiado poca demanda, que, a su vez, habría llegado por una sobrevaloración de activos (en Bolsa o en vivienda) y por un exceso de capacidad creado por un proceso de sobreinversión. Fisher dice que “el sobreendeudamiento que acompaña a los periodos de auge es el detonante de la deflación”.

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¿Podría decirse que hay deflación en la OCDE? La preocupación parece muy superior a la tendencia visible. Hay ráfagas inconstantes tanto de inflación como de deflación. Lo máximo que dicen las cifras es que parece evidente que, por ahora, sólo es una realidad en el sector industrial y en menor medida en el de bienes de consumo, pero que se está contagiando al sector servicios , pero se ha extendido al sector servicios precisamente a través de la extendida “externalización”.

La deflación presenta algunos grandes riesgos. Por un lado, incentiva el atesoramiento al retrasarse las decisiones de compra de los consumidores y empresarios interesados en los precios más bajos de mañana. Por otro lado agudiza el problema del endeudamiento porque aumenta el valor real de las deudas al incrementarse los tipos de interés reales (por eso el generalizado proceso de amortización de deuda empresarial). Las empresas no tendrían capacidad para fijar precios presionando a la baja los márgenes de beneficios y dificultando la recuperación de la inversión, ya que los precios son un determinante del gasto en capital. Por eso la deflación tiene mucho que ver con las expectativas de futuro y poco con la liquidez de la economía.

Poco más puede hacer la política económica global definida por Obama. Primero porque existe la “trampa de la liquidez”, luego porque la política fiscal Keynesiana está atada de manos por las empresas de calificación de deuda y porque la única posibilidad de importar inflación desde China tiene la restricción del dólar-Yuan-Yen-Euro.

A principio del siglo XX, se publicó una novela infantil titulada “El Mago de Oz” que siempre ha pasado por ser un relato simbólico de la deflación en EE.UU derivado de la burbuja del mercado de la plata. Ahora habrá que ver si el estallido del mercado de las subprime y la quiebra de Lehman abandonada por Bush Junior va a terminar con una hecatombe de pobreza global.

Manuel Portela

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