Los argumentos del disfraz de Zapatero y, también, de las peticiones de los lobbies están adoptando muchas formas se habla de ayudas a los intereses nacionales; la conveniencia de que el Estado se haga cargo de una parte de los compromisos por pensiones de las empresas privadas; que se avale la totalización de la morosidad bancaria o del déficit tarifario o se acepto, como lógico el reducir las cargas sociales al empleo inclusive cuando, como en España hay un déficit público del 10% del PIB y un déficit exterior superior al 11%. Junto a una amenaza de revisión del rating del bono del Reino de España y de las emisiones de deuda de las empresas privadas españolas. Dentro de poco los ciudadanos también querrán su parte. Y los industriales y agricultores, una vuelta al proteccionismo.
Pero, ante la amenaza de una parece que inevitable “devaluación interna” que reduce salarios y el valor de los activos, se va extender, como eficaz, el consejo que dice “el último es tonto, que cada cual se cueza su guiso.
Si yo tuviera un hijo joven aunque suficientemente preparado le pagaría el exilio al extranjero. Si yo fuera un joven titulado español no esperaría a que las medidas de política económica del Gobierno tuvieran éxito. Emigraría de España. Por ejemplo a las economías emergentes del extremo oriente. O a Rusia, o mejor, a Brasil o Paraguay cuyo crecimiento es del más del 10% en este mismo año.
Recuerda al historiador Kenneth Weisbrode que Dean Acheson, secretario de Estado del Presidente Harry Truman gustaba de decir a un amigo según el cual estar en el Gobierno daba miedo, pero estar fuera de él le preocupaba.
Manuel Portela
Manuel Portela
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