jueves, 15 de julio de 2010

la crisis del Estado autonómico y la sentencia del Tribunal Constitucional

Esta sensación de normalización, o, si se prefiere, paulatina adaptación a la crisis -que se equivocaría el Gobierno si la considera como aceptación ciega de sus políticas y la oposición si siguiera aumentando los decibelios de sus discursos- es, al mismo tiempo, la expresión de una segunda crisis: la crisis de futuro. La sensación de falta de horizonte. Hemos vivido unos años frenéticos montados en una especie de presente continuo que, en la quimera de la abundancia, no necesitaba ni de pasado ni de futuro. De pronto, el tiempo se ha parado. Abrir la ventana al futuro, demostrar que hay algo fuera de esta habitación sin vistas, es el proyecto político que la ciudadanía agradecería y que no se ve por ninguna parte.

Esta crisis de futuro tiene mucho que ver con la pérdida de la hegemonía ideológica por parte de la izquierda europea. La socialdemocracia no ha tenido respuesta propia a la crisis. Zapatero intentó marcar con sello de izquierdas su política hasta que este ente de sinrazón llamado los mercados le obligó a la rendición. El futuro se hace para muchos más inquietante en la medida en que los que nos metieron en la crisis -el poder financiero- pretenden pilotar la salida de la misma, acabando con cualquier pretensión reguladora desde la política.

A estas tres crisis se suma la del Estado. La sentencia del Tribunal Constitucional ha impuesto el cierre del Estado autonómico, confirmando la crisis política que se venía gestando desde que el Partido Popular inició el proceso de rechazo al Estatuto. La manifestación de Barcelona la corroboró al día siguiente: cualquiera que haya seguido la vida política catalana desde la manifestación del 77 hasta la del sábado, constatará un cambio de escala.

La opción autonómica se da por perdida: federalismo o soberanismo, esta es la cuestión. Zapatero abrió la ventana de la España plural, después se asustó presionado por el PP y se instaló en su creencia de que hay una armonía natural de las cosas que acaba resolviendo los problemas.

De momento, ninguna de las cuatro crisis parece que vaya a solucionarse por sí sola.


Josep Ramoneda

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