viernes, 2 de julio de 2010

ponerse las pilas

Reggio’sPeriodismo de opinión en Reggio’s
Ponerse las pilas, de Guillem López i Casasnovas en La Vanguardia
TRIBUNA

Uno de los datos del último informe sobre la Balanza de pagos y la inversión internacional de España del Banco de España nos obliga sin ambages a afrontar una realidad: la posición inversora internacional neta de España. Nuestros pasivos frente al exterior, por encima de los activos con los que contamos, se acerca ya al valor total de nuestro PIB (983.000 millones de euros). Es decir, cada año España ha de renegociar la parte correspondiente a dicha cantidad: casi un billón de euros. Es nuestra deuda externa, neta de los activos que España tiene en otros países.

Tener capacidad para financiar y refinanciar esta deuda es crucial para la economía. Y hoy, sin entradas de capital de inversores que crean en las potencialidades de nuestra economía, la tarea es más que compleja. En efecto, en el 2009, según la cuenta financiera de la balanza de pagos, las entradas netas de capital fueron en una cuantía de poco más de la mitad de las del año anterior, que no fue tampoco un buen año; capital que fue además captado mayormente por la deuda pública, al considerar inicialmente los inversores que su riesgo era menor que el relativo al crédito privado. Esta situación la sufren en gran modo nuestras entidades financieras que, sin demasiadas vías alternativas, deben acudir para obtener liquidez masivamente al Eurosistema, en la medida en que esta facilidad continúa abierta, hoy para plazos máximos de seis meses, en el Banco Central Europeo. Créditos necesarios, por lo demás, para sanear unos activos que en sus dos tercios son inmobiliarios, y financiar parte de una deuda externa bruta total que representa el 110% del PIB.

Como resultado, la visibilidad que genera que nuestras entidades acaparen una buena parte de dicha liquidez (a grandes rasgos España supone un 8% de PIB, un 12% de depósitos, y nuestras entidades hacen un recurso del 15% de aquellos créditos) no hace sino alimentar la desconfianza de los mercados. Con el interbancario seco y los mercados mayoristas ausentes, la coyuntura nos hace vulnerables; especialmente dada la hipersensibilidad que ha aflorado en los mercados tras el susto griego – con la constatación de que las cifras escondían la realidad-y cuya crisis tantos sarpullidos está ocasiondo. Injusta reacción esta aplicada genéricamente a los “sospechosos habituales”, sean cuales sean sus fundamentos económicos (la naturaleza de la deuda y la solvencia económica) y pese a la calidad general de nuestro sistema financiero. Y todo ello, no como resultado de una conspiración de los mercados, sino de una custodia, esperemos más responsable, para la solvencia de unos ahorros que pueden ser los suyos y los míos.

En estas estamos. Necesitados, por tanto, de restablecer la credibilidad de nuestra política económica, la confianza de que conocemos las procelosas aguas por las que navegamos y la predisposición, si llegase el caso, de atarnos al timón. Reestructurar, clarificar, impulsar, avanzar, solucionar: todo ello en positivo, pese a las incomprensiones de algunos, la incompetencia de otros y la dificultad siempre de alcanzar compromisos políticos de medio plazo.

En resumen, basta analizar someramente las necesidades de financiación de la economía, la naturaleza de las transacciones financieras frente al resto del mundo y los cambios en el patrón de financiación exterior para darse cuenta de la importancia del momento y la necesidad de ponerse las pilas.

Guillem López i Casasnovas. Universitat Pompeu Fabra.

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