La UE y los EEUU han "guerreado" por la protección del acero, los plátanos, las ayudas a la exportación, el Airbus, el mercado de fletes, las normas de datos personales, los impuestos sobre el comercio electrónico, la carne hormonada, las ayudas agrícolas, el etiquetado de los alimentos transgénicos, la protección al secreto en los paraísos fiscales. Y ahora se trata de proteger el empleo y la producción nacionales.
El proteccionismo es una consecuencia de la Depresión económica.
Toda esta guerra se ha dirimido siempre a través de la OMC, abogados y jueces. Parecería que todos estos conflictos se producen porque cada parte aplica lo que se denomina "aranceles técnicos" (homogeneización de calidades, cuestiones sanitarias, etc.). Si sólo fuese eso todos estos conflictos comerciales tendrían soluciones, también técnicas, que serían puestas en evidencia por los arbitradores. Pero, en realidad, se trata de una guerra financiera (entre el dólar y el euro) que adopta la forma de guerra comercial. Se fundamenta en el exceso de capacidad productiva mundial. También tiene que ver con el enorme triple déficit de los EEUU. Los EEUU quieren salir cuanto antes de la recesión y no quieren encontrarse con problemas inflacionistas. Para ello necesitan y quieren que la UE absorba más exportaciones de los países en desarrollo a través de una reducción de aranceles y de una nueva PAC que rebaje sustancialmente los subsidios a la producción agrícola. En realidad los EEUU no quieren, con razón, el avance de la unión política europea. Por eso están encantados de una ampliación de la UE hacia los países del Este europeo.
Todos ellos vuelven a la carrera por reducir impuestos. Hace años, en el estallido de anteriores burbujas sucedió lo mismo, en aquellos casos debido a las promesas electorales. Ahora, se produce como bálsamo para salir de la depresión económica. Amnistiar el blanqueo de dinero, perseguir los paraísos fiscales y zonas de "baja tributación", pero bajar los impuestos directos. Reducir el gravamen sobre los ingresos y aumentar los que actúan sobre el consumo. Para eso era preciso eliminar las restricciones del Pacto de Estabilidad (PEC).
Manuel Portela
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