La introducción de los derechos femeninos en el Código civil parece indispensable. Las mujeres necesitan derechos específicos. Vivimos aún en un marco familiar-religioso, en el que la mujer es el cuerpo y el hombre su cabeza.
Sorprende que los hombres, dependientes de las mujeres durante su infancia y vivos gracias a esa dependencia, se permitan trastocar hasta tal punto las cosas; según ellos las mujeres gracias a cuya inteligencia viven ellos, no serían capaces de administrar una sociedad de seres vivos, ni siquiera de ser ellas mismas ciudadanas completas.
Tal tergiversación de la confianza debe ser cuestionada. Suena a competición, a revancha, incluso.
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