La revolución electrónica abre nuevas perspectivas gracias al decisivo
paso de la imagen analógica a la digital, gracias a inéditas posibilidades
de selección y de reorganización de la memoria, gracias a una
más potente síntesis entre cuerpo y tecnología. Vuelve a ser crucial el
problema de los valores, es decir de los «puntos de vista» con los que
controlar la productividad y también la «peligrosidad» de innovaciones
especialmente dúctiles e invasoras; releer el «clásico» conflicto
entre ficción y realidad; «decidir» sobre sustancias y elecciones que
van mucho más allá del mundo de la imagen. Es una época, ésta, en
la que emerge con extraordinaria potencia, con dramática urgencia,
con desesperada necesidad, el interrogante sobre nuestro Destino:
frente a la imagen, que ha funcionado como «raíz» de la reproducibilidad
técnica, se imponen ahora la palabra y la acción.
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