jueves, 3 de febrero de 2011

el dolor

Los grandes solitarios de antaño eran felices, no conocían la doblez, no tenían nada que ocultar: no se relacionaban más que con su propia soledad.

Ya no esparces a tu alrededor una vaga irradiación fúnebre, y no dejas al pasar un rastro de melancolía.

Tú arrastras tu desierto en las ferias y despliegas tus talentos de cancerígeno sonriente, de comediante de lo irreparable.

Pues el dolor, agente de separación, principio activo de individuación, niega las delicias de un destino normal.

Yo me dirijo sin fin, para descubrir un dios abandonado, y dormirme a la sombra de sus últimas dudas.
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Es curioso el dolor que puede llegar a producir algo que no es físico y si encima le sumamos la apatía que ese estado nos produce……entonces ya podemos hacernos a la idea de que vamos a cargar con una buena mochila cargada de peso y dolor en la espalda durante un largo periodo de tiempo.
Animos a todos lo que sentimos “dolor en el corazón”.

El comentario me ha recordado que la psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross decía que “cuando aprendemos nuestras lecciones, el dolor se va.” El psiquiatra Boris Cyrulnik también sugiere que las personas que superan mejor su dolor logran “insertarlo en una historia”, es decir, dotarlo de sentido.

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