~
Si miramos un árbol, vemos que en un año su forma ha cambiado, y no forzosamente para deteriorarse, sino también para crecer en tamaño, en número de ramas.
En los humanos su tamaño, su crecimiento pueden ser igualmente espirituales. Tener un año más significa pues dar un paso más en el camino de nuestro devenir.
~
La idea de que hemos nacido mujer u hombre y de que hemos de devenir en espíritu o alma de este cuerpo y que debo desarrollarlo de acuerdo con un cierto equilibrio cósmico y telúrico es lo que está en el centro de esta idea.
Y la idea de un equilibrio entre lo social y lo privado.
Pero el olvido de que el tiempo en la vida es particularmente irreversible, y que se adapta menos a la economía repetitiva, acumulativa, entrópica, en gran parte no evolutiva, que anula nuestro entorno actual es otra cara de la verdad.
Nuestra sexualidad no responde tampoco a la misma economía. Es más parecida al devenir, más ligada al tiempo del universo.
Un modelo que no es el único posible, pero que se ha convertido prácticamente en único para nuestras culturas, que responde a un modelo de tensión y descarga y vuelta a la homoestasis.
Sufrir el paso del tiempo como un envejecimiento nos exige sin duda una elaboración espiritual compleja, múltiple.
¿Qué valen sin embargo lo espiritual y lo celeste cuando carecen de ética?
Una cultura que se nutre de la tierra y de la materia útil, ¿puede después desviarse sin pagar un precio?
Quizás el patriarcado haya sido una etapa necesaria en la historia, pero ya no es capaz de concebir un proyecto de realización, porque conocemos sus límites y somos capaces de interpretarlos.
~
No hay comentarios:
Publicar un comentario