Las mujeres y los hombres hemos enfermado en un orden formal que no nos conviene.
Para que podamos existir hay que romper esas formas. Este gesto por liberarnos de unas normas impuestas puede conducir a distintos resultados:
a) Puede que queriendo desnudar nuestro cuerpo y nuestro espíritu de lo que les oprime, nos destruyamos también nosotras mismas.
Que en lugar de darnos una segunda oportunidad de nacer, nos aniquilemos.
b) Puede que al romper nuestra prisión formal, nuestros grilletes, descubramos lo que queda de nuestra carne. También nuestra naturaleza sexuada, esa dimensión irreductible de nuestra encarnación.
Las jóvenes y los jóvenes necesitan una identidad positiva a la que remitirse como personas civiles, individual y socialmente. Tal identidad autónoma de los jóvenes es igualmente necesaria para el libre consentimiento de las mujeres en unas relaciones amorosas y una institución matrimonial no alienadas al poder masculino.
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