lunes, 31 de agosto de 2009

el logos embrionario

María zambrano.-


Es el suceso que acecha al feliz en cualquie forma en que la felicidad la haya llegado, la necesidad de descender a los inferos a derramar el agua de la felicidad sobre la sequedad y aun a darse en pasto a la autofagia que en los inferos inacabablemente campea, pues que hay algo en el allí confinado que resite, que subsiste, algo indestructible. Mas el modo en el que el filósofo que ha recibido a solas la respuesta de la felicidad se siente atraído por la entraña de la caverna es específico: él baja declarando, enunciando, baja con la palabra, con la razón, con el logos. Puede en la bajada desprenderse de él por darlo, por no saberlo dar, por no estar quizá mandado hasta ese punto. El poeta que procede igualmente no se diferencia, claro está, del filósofo, que, al fin, en esa acción son el mismo. Sólo que el poeta sabe más del silencio que el filósofo, su palabra ha querido romper el silencio apenas o no romperlo. El amigo del silencio, sea poeta o filósofo, que también los hubo _heráclito por caso-, desciende por los corredores mientras duermen los oscuros de la caverna. Y se introducen sigilosamente en el sueño de los hombres, en las entrañas dormidas, depositando en ellas un germen de la palabra, y no una palabra total o que pretende serlo. El filósofo-poeta entra en las entrañas del sueño salvándolo, por el pronto, de que sea mortal inspirando con un soplo de luz visiones, abriendo un átomo de tiempo en la atemporalidad del sueño y haciendo surgir una imagen de realidad -imagen, mas de realidad- que queda en la conciencia del durmiente cuando despierta.

Feliz del todo sería, bienaventurado, el que supiera conducir en la caverna, en sus entrañas, el suelo de la humana historia sin enunciar siquiera el decálogo de la felicidad, sin insinuar siquiera el logos de la felicidad. Lo cual sería ya más que la felicidad como respuesta, sería la bendición. Lejos se está de ella, es la réplica que inmediatamente una tal idea suscita. Y la respueta a la réplica, que quizá sea eso lo que se anda con mayor ahínco desde Hegel buscando, quizá sea eso “lo que se busca”: acción y saber, razón de nuevo, nuevamente quiciada, lo que desde la filosofía y desde la poesía se busca, la respuesta de la filosofía con la acción de la poesía. Y el acecho está desde el lado de la filosofía, el enquistarse de la pregunta en vez del enquiciarse de la respuesta; del lado de la palabra poética la impasibilidad inoperante, pago de su seguridad en el reino de la razón, asomada a su borde, mirando los inferos entrañables sin descender a ellos. Abandonado de este modo por las dos el logos embrionario.

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maria zambrano

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