Actualizado miércoles 01/12/2010 11:43
José Carlos Díez (economista jefe de Intermoney)
Madrid.- Tras la calma vuelve la tempestad. Tras un verano tranquilo en los mercados financieros, la crisis irlandesa ha vuelto a provocar niebla.
España es una economía que mantiene un déficit por cuenta corriente sostenido desde 1996 y eso nos hace dependientes del ahorro externo y muy vulnerables a contagios financieros.
La tensión se focaliza en la deuda pública pero nuestro endeudamiento es principalmente privado por los excesos cometidos por empresas y familias durante la Edad de Oro del crédito.
No obstante, cuando llega la niebla los inversores se asustan y buscan la luz y principalmente miran al Gobierno del país en busca de señales.
En el caso español, la búsqueda está siendo fructífera. Desde que comenzó la tensión el Gobierno ha presentado sus datos de déficit público que se ha reducido a la mitad de enero a octubre en comparación con 2009.
Ha anunciado que las comunidades autónomas también cumplirán el objetivo de déficit de 2010. Ocho comunidades han presentado déficits excesivos para 2011 y el Gobierno no ha aceptado sus cuentas, por lo que tendrán que presentar nuevas medidas para cumplir sus compromisos.
Ha anunciado que a partir de 2011 se harán públicas las cifras de déficit de las comunidades trimestralmente. Ha solicitado un informe al Pacto de Toledo para agilizar la reforma de las pensiones. Ha exigido a las cajas que apelaron a las ayudas públicas que finalicen sus procesos de fusión antes del día de Nochebuena.
El Banco de España va a exigir a nuestras entidades financieras mástransparencia en sus carteras inmobiliarias para despejar dudas sobre su solvencia, como quedó de manifiesto en nuestros test de estrés de julio.
Y hoy ha anunciado una batería de medidas que avanzan en la liberalización de nuestra economía y en privatizaciones y disminución del peso y la intervención del Estado en la economía tanto en aeropuertos como en la recolocación de desempleados.
Se rebaja el impuesto de sociedades, prorrogando el crédito fiscal para las inversiones hasta 2015 y disminuyendo el tipo impositivo para las pymes que va dirigido a la creación de nuevos negocios y la generación de empleo, principal problema de nuestra economía.
Se eliminan también prebendas decimonónicas como la obligación de nuestras empresas de pertenecer a las Cámaras de Comercio y la eliminación del régimen de clases pasivas para los nuevos funcionarios, lo cual suponía disfrutar de sanidad privada y a partir de ahora pasarán a la sanidad pública como el resto de los mortales.
Los inversores están asustados pero no tienen especial animadversión por nuestra querida España. Ellos tienen 200 países en el mundo para invertir, pero nosotros los necesitamos.
Por esa razón, estas medidas son la mejor medicina para tranquilizarlos. Además hace falta que el BCE mande mañana también señales y que los líderes europeos escenifiquen un compromiso firme con el proceso de Unión Monetaria.
Nosotros mientras tanto en vez de preocuparnos nos estamos ocupando y, nadie puede decir cuándo, pero en breve los inversores acabarán valorándolo positivamente y recuperarán la confianza. Ánimo, podemos.
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