Creer en la filosofía es un signo de buena salud. Lo que no lo es, es ponerse a pensar. Aunque pensar sea en verdad en lo que consiste la filosofía, pero no todo se debe parar ahí, hay que actuar también.
O si no se puede terminar como Pascal -con todos mis respetos- pero con todas sus locuras de los santos, o bien como Nietzsche que se supo defender de la santidad pero terminó dando rienda sueltas a sus inclinaciones naturales y a todas las locuras de los griegos trágicos.
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