miércoles, 10 de diciembre de 2008

Dialéctica

Dialéctica

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La dialéctica es un método de razonamiento, de cuestionamiento y de interpretación, que ha recibido distintos significados a lo largo de la historia de la filosofía. Algunos de estos significados son:

  • Arte del diálogo y la discusión.
  • En la filosofía griega clásica, la dialéctica es el método que investiga la verdad mediante el examen crítico de las percepciones y teorías, cada una de las cuales, por su parte, pretende referirla.
  • Técnica de razonamiento que procede a través del despliegue de una tesis y su antítesis, resolviendo la contradicción a través de la formulación de una síntesis final (conclusión).
  • Arte de ordenar los conceptos en géneros y especies.
  • Modo de elevarse desde lo sensible hacia lo inteligible, es decir partiendo de la certeza de los sentidos hacia el desarrollo de conceptos de un mayor grado de universalidad y racionalidad.
  • la lucha de los contrarios por la cual surge el progreso de la Historia (Hegel y Marx).
  • Teoría y método de conocimiento de los fenómenos de la realidad en su desarrollo y automovimiento, supuesta ciencia que trataría de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza (Engels), de la sociedad (Marx) y del pensamiento humano (Hegel) que se auto-propone como alternativa a la metafísica.
Hegel (en Fundamentos de la filosofía del derecho, párrafo 31) llamó «dialéctica» al principio motor del concepto que disuelve, pero también produce, las particularidades de lo universal. La más elevada dialéctica del concepto consiste en no considerar la determinación meramente como límite y opuesto, sino en producir a partir de ella el contenido positivo y el resultado, único procedimiento mediante el cual la dialéctica es desarrollo y progreso inmanente. No es por lo tanto la acción exterior de un pensar subjetivo, sino el alma propia del contenido lo que hace crecer orgánicamente sus ramas y sus frutos.

La dialéctica, en todos estos casos, designa un movimiento propio del pensamiento (y del ser en general en el caso de Hegel).

Es “la doctrina de la unidad de los contrarios” (V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel “Ciencia de la lógica”. O. C., t. 29, p.128)

Es la concepción de que toda la naturaleza “se halla en un estado perenne de nacimiento y muerte, en flujo constante, sujeto a incesantes cambios y movimientos” (F. Engels, Introducción a la Dialéctica de la Naturaleza).

Contenido

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Historia [editar]



Dialéctica espontánea en la antigüedad [editar]

Para el hinduismo, la diversidad de cosas y eventos contradictorios que nos rodean, no son sino diferentes manifestaciones del todo, llamado Brahman. Así, a los diversos aspectos de lo Divino, dieron en la India antigua distintos nombres de variados dioses que no son más que reflejos de una única realidad última, de manera que, por ejemplo, la fuerza destructora y la fuerza creadora son dos manifestaciones de esa misma realidad.

Heráclito de Éfeso formuló dos proposiciones que fueron incorporadas como pilares de la estructura del pensamiento dialéctico: 1) todo fluye, todo está en movimiento y; 2) todo está formado por opuestos que siempre están en estado de tensión dinámica, de manera que cualquier forma determinada es el resultado del equilibrio entre fuerzas opuestas.



La dialéctica como método: Platón y Aristóteles [editar]

Uno de los primeros ejemplos de aplicación del método dialéctico lo ofrecen los Diálogos del filósofo griego Platón, quien además reflexiona sobre el funcionamiento y el alcance de este procedimiento, notablemente en sus obras Gorgias, República VI y Teeteto.

En los diálogos platónicos tempranos, el procedimiento permite someter a examen cierto conjunto de creencias que mantiene determinado individuo. A partir de los diálogos medios, su alcance se amplía, para poner a prueba hipótesis o teorías con las que no necesariamente alguien está comprometido. El examen usualmente lo lleva a cabo Sócrates, quien dirige a su interlocutor una serie de preguntas para explorar si hay inconsistencias entre sus dichos. Estas preguntas son, pues, críticas y comprometedoras, y puede considerarse que equivalen a objeciones; pues naturalmente, una teoría que muestra ser contradictoria no podría aceptarse como verdadera (Vg., ha sido refutada). Por otra parte, en muchos diálogos de Platón puede constatarse cómo los interlocutores de Sócrates se defienden de sus objeciones; en ocasiones es el propio Sócrates quien responde a sus críticas anteriores. El procedimiento de preguntas y respuestas da lugar así a una discusión o controversia racional, cuyo resultado es a menudo la refutación de las ideas que se examinan. En cualquier caso, mediante la detección y eliminación de errores, el procedimiento tiende a la identificación de la verdad -o al menos, de lo que racionalmente puede aceptarse como tal. La refutación (en griego: elenchô) se convierte en un método de prueba (Vlastos, G. Socratic Studies, Cap. 1)

Casi todos los filósofos presocráticos habían escrito como profetas iluminados, sin pensar siquiera en dar alguna prueba de la validez de sus puntos de vista (M. Détienne). Una excepción importante es Zenón de Elea, quien introduce en la filosofía la idea de refutar racionalmente las teorías de sus adversarios, mostrando que conducen a paradojas. Este es el antecedente del que parten Sócrates y Platón, el último de los cuales lleva la idea un paso más lejos. Es notable que en el Parménides Platón haya utilizado el procedimiento de preguntas comprometedoras, para poner a prueba teorías de su propia factura (concretamente, la teoría metafísica de las Formas), convirtiéndose así en el primer filósofo que practica la autocrítica. Tal vez Platón intenta mostrar así cuánto más le interesa la búsqueda de la verdad, que la defensa de sus posiciones. En todo caso, la dialéctica (i.e., la controversia, y más fundamentalmente, la exposición a la crítica) queda perfilada por él como un procedimiento de investigación. A este gesto del clásico puede atribuirse el que la filosofía sea hoy un campo de investigación académica, y no una rama de la mitología o de la literatura fantástica.

Para Aristóteles, la búsqueda de la base filosófica de la ciencia (y de la propia filosofía) requiere un ejercicio dialéctico. En la Metafísica, Libro Γ (o IV), Cap. 4, Aristóteles explica por qué la búsqueda de una prueba de los "principios" debe hacerse mediante una demostración refutativa, y en cambio sería imposible dar de ellos una "demostración" (vg., una prueba positiva de ellos). Aristóteles también trata de la dialéctica en los Tópicos.

Esta clase de justificaciones o pruebas, que la actividad dialéctica permite conseguir según los clásicos, sólo pueden desarrollarse gracias a la confrontación de puntos de vista opuestos. Sin embargo, a partir de la Ilustración se difundió ampliamente, aunque al parecer sin discusión de por medio, un juicio contrario, de David Hume, quien en la Investigación sobre el Entendimiento Humano § 4, afirma sin más que todo razonamiento humano es inductivo (en sus términos, "probable", o "moral") o deductivo ("demostrativo"); por tanto, no dialéctico sino monoléctico. Es decir que según Hume, toda prueba científica o filosófica debe ser construíble en su integridad desde un único punto de vista. Esta idea no ha sido suficientemente discutida, y puede considerarse como una hipótesis, tanto como la idea contraria.

Además de la propia confrontación de ideas, un par de conceptos o reglas lógicas distinguen a los argumentos dialécticos de los monolécticos. Son 1) la argumentación ex concessis, según la cual es lícito razonar a partir de los presupuestos o premisas del antagonista, sin que en suma, haga falta justificarlas (al menos, no de cara a ese mismo contrario). Y por otra parte 2), la noción de la carga de la prueba, que atribuye a uno de los debatientes en particular, el deber de iniciar la argumentación, dando un respaldo prima facie razonable a su tesis. Si el interesado lo consigue, con ello transfiere a su adversario la obligación (o carga) de responder, argumentando en contra suya. Cualquiera de los debatientes que deje de atender satisfactoriamente esta obligación cuando le corresponde, por ese hecho resulta derrotado en la polémica. En Occidente, la carga de la prueba inicial corresponde al que propone novedades, y desde luego a quien cuestiona los usos y las creencias tradicionales o generalmente aceptadas. Una máxima del derecho romano prescribe: "el que afirma, prueba".

Parece que a los estoicos se debe el uso posterior (concretamente, medieval) del término, con el que 'Dialéctica' pasa a referirse al conjunto de la lógica, que por lo demás los estoicos cultivaron como estudio del razonamiento deductivo (por tanto, monoléctico). Junto con la Gramática y la Retórica, la Dialéctica constituye el Trivium medieval.



Dialéctica de la filosofía clásica alemana [editar]

Para Inmanuel Kant la sensibilidad tiene como formas a priori el espacio y el tiempo y la razón humana tiene, también anteriores a toda experiencia, un conjunto de categorías para concebir los objetos, siempre que haya fenómenos sobre los cuales ellas puedan actuar. Cuando tal cosa no ocurre, como en el caso de los objetos denominados "metafísicos", el entendimiento deriva en las llamadas antinomias, en las cuales puede demostrarse como verdadera tanto una posición como la contraria, hay argumentos en favor y en contra de las tesis y de sus respectivas antítesis. La solución no puede ser dogmática sino crítica de la razón pura, distinguiendo la "cosa en sí" del mundo fenomenológico, que no existe independientemente de nuestras representaciones.

Para Johann Gottlieb Fichte del yo, del sujeto se deriva todo y de acuerdo con los principios lógicos de la identidad y negación, al afirmarse el yo engendra por oposición el "no yo" y ambos están subordinados a un principio de unidad total. Así como el yo entra en contradicción consigo mismo y posiciona el no yo, elimina esta oposición mediante la limitación de ambos y fluye un proceso infinito y que se formula en la tríada dialéctica: tesis, antítesis y síntesis.

El filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel aplica el término dialéctica a su sistema filosófico y a su lógica centrada en el devenir, la contradicción y el cambio, que sustituye los principios de identidad y no contradicción, por los de la transformación incesante de las cosas y la unidad de los contrarios. Hegel pensaba que la evolución de la Idea se produce a través de un proceso dialéctico, es decir, un concepto se enfrenta a su opuesto y como resultado de este conflicto, se alza un tercero, la síntesis. La síntesis se encuentra más cargada de verdad que los dos anteriores opuestos. La obra de Hegel se basa en la concepción idealista de una mente universal que, a través de la evolución, aspira a llegar al más alto límite de autoconciencia y de libertad.

El filósofo alemán Karl Marx aplicaba el concepto de dialéctica a los procesos sociales y económicos. El llamado materialismo dialéctico de Marx, con frecuencia considerado como una revisión del sistema hegeliano. Este proponía una solución a un problema generalizado de extremos económicos por medio de los tres conceptos: tesis, antítesis y síntesis. La primera era la fuente del problema en este la propiedad del capital concentrada en la clase burguesa. La segunda la clase proletaria creadora del valor con su trabajo y despojada de todo medio de producción. Estas dos darán como síntesis el comunismo, la propiedad social de los medios de producción.



La dialéctica de Hegel [editar]

El acto mismo del conocimiento es la introducción de la contradicción. El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni - y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa. Esto significa la superación de la lógica formal y el establecimiento de la lógica dialéctica.

Todas las cosas son contradictorias en sí mismas y ello es profundo y plenamente esencial. La identidad es la determinación de lo simple inmediato y estático, mientras que la contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad, el principio de todo automovimiento y solamente aquello que encierra una contradicción se mueve.

La imaginación corriente capta la identidad, la diferencia y la contradicción, pero no la transición de lo uno a lo otro, que es lo más importante, cómo lo uno se convierte en lo otro.

Causa y efecto son momentos de la dependencia recíproca universal, de la conexión y concatenación recíproca de los acontecimientos, eslabones en la cadena del desarrollo de la materia y la sociedad: la misma cosa se presenta primero como causa y luego como efecto. Es necesario hacer conciencia de la intercausalidad, de las leyes de conexión universal objetiva, de la lucha y la unidad de los contrarios y de las transiciones y las transformaciones de la naturaleza y la sociedad. La totalidad, de todos los aspectos del fenómeno, de la realidad, de los fenómenos y de sus relaciones recíprocas, de eso está compuesta la verdad.

La realidad es la unidad de la esencia y la existencia. La esencia no está detrás o más allá del fenómeno, sino que por lo mismo que la esencia existe, la esencia se concreta en el fenómeno. La existencia es la unidad inmediata del ser y la reflexión. Posibilidad y accidentalidad son momentos de la realidad puestos como formas que constituyen la exterioridad de lo real y por tanto son cuestión que afecta el contenido, porque en la realidad se reúne esta exterioridad con la interioridad en un movimiento único y se convierte en necesidad y así lo necesario es mediado por un cúmulo de circunstancias o condiciones.

La cantidad se transforma en cualidad y los cambios se interconectan y provocan los unos con los otros. Las matemáticas no han logrado justificar estas operaciones que se basan en la transición, porque la transición no es de naturaleza matemática o formal, sino dialéctica.

Las determinaciones lógicas anteriormente expuestas, las determinaciones del ser y la esencia, no son meras determinaciones del pensamiento. La lógica del concepto se entiende ordinariamente como ciencia solamente formal, pero si las formas lógicas del concepto fueran recipientes muertos, pasivos, de representaciones y pensamientos, su conocimiento sería superfluo; pero en realidad son como formas del concepto, el espíritu vivo de lo real y por tanto se requiere indagar la verdad de estas formas y su conexión necesaria.

El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido. Por lo que se refiere a la naturaleza del concepto el análisis es lo primero, porque debe elevar la materia dada a la forma de abstracciones universales, las cuales luego mediante el método sintético son puestas como definiciones. El análisis resuelve el dato concreto, aísla sus diferencias y les da forma de universalidad o, deja lo concreto como fundamento y por medio de la abstracción de las particularidades que aparentan ser inesenciales, pone de relieve un universal concreto o la fuerza y la ley general. Esta universalidad también es determinada mediante la síntesis del concepto en sus formas, en definiciones.

La actividad humana une lo subjetivo con lo objetivo. El fin subjetivo se vincula con la objetividad exterior a él, a través de un medio que es la unidad de ambos, esto es la actividad conforme al fin. Así, con sus herramientas el hombre posee poder sobre la naturaleza exterior, aunque en lo que respecta a sus fines se encuentra con frecuencia sometido a ella.



Dialéctica materialista [editar]

Artículo principal: Materialismo dialéctico
La más simple e influyente formulación del materialismo dialéctico se halla en Engels, que creyó con ello no desviarse de Marx o, en todo caso, creyó completar a Marx. La formulación de Engels se ha incorporado al marxismo calificado de «ortodoxo». Esto no quiere decir que sólo los marxistas «ortodoxos» sean materialistas dialécticos. Es posible sostener el materialismo dialéctico dentro de formas de marxismo «no ortodoxo» –cuando menos no ortodoxo respecto al marxismo ortodoxo aludido–. Ello puede ocurrir de varios modos, entre los cuales sobresalen dos: como un intento de suplementar y sistematizar el marxismo en forma distinta del conglomerado hoy tradicional «Marx-Engels-Lenin», o «marxismo-leninismo»; o bien como una posibilidad para el futuro, cuando se haya «absorbido» por completo la razón analítica y positiva que se supone caracteriza aún las ciencias y éstas puedan constituirse dialécticamente, o materialística-dialécticamente.

Engels desarrolló el materialismo dialéctico en la obra "La transformación de las ciencias por el Sr. Dühring" (Herrn Dühring Umwälzung der Wissenschaften, 1878; publicada como una serie de artículos en Vorwärts, 1877), conocida con el nombre de Anti-Dühring, y también en una serie de [2148] manuscritos procedentes de 1873-1883 y publicados por vez primera en 1925 con el nombre Dialektik der Natur (hay posteriores ediciones, más fidedignas; trad. esp. con introducción por Manuel Sacristán). Aunque Engels se opuso al idealismo, incluyendo el idealismo de Hegel, encontró en este autor apoyo para una «filosofía de la Naturaleza» que descartara y superara el materialismo mecanicista, característico de gran parte de la física (mecánica) moderna y en particular de las interpretaciones filosóficas de la ciencia moderna que proliferaron en el siglo XIX por obra de Ludwig Büchner y otros autores. Este materialismo es, según Engels, superficial y no tiene en cuenta que los modelos mecánicos no se aplican a nuevos desarrollos científicos, tales como los habidos en química y en biología, y especialmente tal como se manifiestan en la teoría de la evolución de las especies. El materialismo «vulgar» mecanicista no tiene tampoco en cuenta el carácter práctico del conocimiento y el hecho de que las ciencias no son independientes de las condiciones sociales y de las posibilidades de revolucionar la sociedad.

Mientras el materialismo mecanicista se apoya en la idea de que el mundo está compuesto de cosas y, en último término, de partículas materiales que se combinan entre sí de un modo «inerte», el materialismo dialéctico afirma que los fenómenos materiales son procesos. Hegel tuvo razón en insistir en el carácter global y dialéctico de los cambios en los procesos naturales, pero erró en hacer de estos cambios manifestaciones del «Espíritu». Hay que «invertir» la idea hegeliana y colocar en la base la materia en cuanto que se desarrolla dialécticamente. La dialéctica de la Naturaleza procede según las tres grandes leyes dialécticas: ley del paso de la cantidad a la cualidad, ley de la interpenetración de los contrarios (u opuestos) y ley de la negación de la negación. Negar que hay contradicciones en la Naturaleza es, según Engels, mantener una posición metafísica; lo cierto es que el movimiento mismo está lleno de contradicciones. Son contradicciones «objetivas» y no «subjetivas». Sin la constante lucha de los opuestos no pueden explicarse los cambios.

El carácter de lucha y oposición de contrarios es, según Engels, universal. Se manifiesta no sólo en la sociedad y en la Naturaleza, sino también en la matemática. La negación de la negación se manifiesta en que de un germen procede una planta que florece y muere, produciendo otro germen que vuelve a florecer. También se manifiesta en que la negación de una cantidad negativa da una positiva. El materialismo dialéctico no es, según Engels, contrario a los resultados de las ciencias; por el contrario, explica, justifica y sintetiza estos resultados.

En la Dialéctica de la Naturaleza, Engels se manifestó en desacuerdo con considerar la necesidad o lo necesario como lo único interesante desde el punto de vista científico y el azar o lo casual como indiferente para la ciencia, pues así "cesa toda ciencia, ya que ésta debe precisamente investigar lo que no conocemos". Consideró que la metafísica está cautiva de la contraposición que media entre casualidad y necesidad y no entiende cómo lo casual es necesario y lo necesario, al mismo tiempo, casual. "El determinismo, que pasa del materialismo francés a las ciencias naturales, trata de resolver el problema de lo casual pura y simplemente negándolo. Según esta concepción, en la naturaleza reina sencillamente la necesidad directa". En cambio, Darwin fundamentó la necesidad de la evolución, sobre "la más amplia base de casualidad". La naturaleza se ha desenvuelto "más o menos accidentalmente, pero con la necesidad que es también inherente a la casualidad". Actualmente podría verse en las matemáticas de las probabilidades, una confirmación de esta visión dialéctica, en sus especificidades para las ciencias naturales y para las ciencias sociales.

A despecho del ejemplo citado en la matemática se ha preguntado a menudo hasta qué punto las ciencias formales, y específicamente la lógica, son dialécticas y están sometidas a las leyes enunciadas por el materialismo dialéctico. Engels se expresó al respecto de un modo un tanto ambivalente, pues mientras las leyes de referencia tienen, a su entender, un alcance verdaderamente universal, por otro lado las leyes dialécticas mismas constituyen un elemento invariable. Puesto que la lógica misma es dialéctica, parece que no cabe preguntar si la propia lógica dialéctica es o no dialéctica; no parece que se pueda negar la lógica dialéctica por otra lógica no dialéctica. Por otro lado, la negación de la negación de esta lógica dialéctica daría una lógica dialéctica supuestamente «superior». Son muchas las discusiones sobre la autonomía o heteronomía de la lógica formal dentro del materialismo dialéctico.

Muchos autores después de Engels han seguido a este autor en el camino del materialismo dialéctico, si bien han modificado éste de varios modos. Tal sucede con Lenin, con quien se inicia una tradición de materialismo dialéctico llamada «marxista-leninista». Para él la dialéctica es la doctrina del desarrollo en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en perpetuo desarrollo.

Lenin insistió inicialmente menos que Engels en la noción de «materia» como realidad sometida a cambios de acuerdo con un proceso dialéctico, porque le interesaba defender el realismo materialista contra el idealismo y el fenomenismo de los que seguían a autores como Mach y Avenarius. En Materialismo y empiriocriticismo, de 1909, Lenin equiparó la realidad material con la realidad del mundo real «externo», reflejado por la conciencia, la cual «copia» este mundo mediante las percepciones. Éstas no son símbolos o cifras, sino reflejos de «la realidad (material) misma». Esto no quiere decir que las percepciones, o las sensaciones, describan el mundo real físico tal como éste es. El verdadero conocimiento de este mundo es el conocimiento científico, pero la percepción no es incompatible con este conocimiento. El materialismo dialéctico y la epistemología «realista» y «científica» que lo acompaña es, según Lenin, la doctrina que debe adoptarse para luchar en favor del comunismo. Esto parece convertir el materialismo dialéctico en una ideología cuya verdad depende de la situación histórica. El materialismo dialéctico es, en suma, «partidista». Sin embargo, este partidismo no puede equipararse al de las ideologías no proletarias y no revolucionarias; si es una ideología, es una que contribuye a traer al mundo la «teoría verdadera», que es la que corresponde a la sociedad sin clases.

En las discusiones entre los materialistas dialécticos ha surgido con frecuencia el problema de si, y hasta qué punto, hay que destacar el aspecto materialista o el dialéctico. En escritos posteriores al citado antes, y especialmente en los Cuadernos filosóficos (1915), Lenin subrayó considerablemente el aspecto dialéctico y, con ello, lo que interpretó como el verdadero método hegeliano, pero ello no equivale aún a dejar de lado el materialismo, sin el cual se desembocaría en un idealismo:

"La dialéctica como conocimiento vivo, multilateral (con el número de aspectos siempre en aumento), de innumerables matices en el modo de abordar, de aproximarse a la realidad (con un sistema filosófico qué, de cada matiz, se desarrolla en un todo): he aquí el contenido inconmensurablemente rico, en comparación con el materialismo 'metafísico', cuya desgracia principal es la de no ser capaz de aplicar la dialéctica a la 'Teoría de Reflejo', al proceso y desarrollo del conocimiento."
Así, mientras la dialéctica en el materialismo dialéctico pone de relieve aspectos «idealistas» y «hegelianos», el materialismo en la misma doctrina pone de relieve, o puede terminar por poner excesivamente de relieve, aspectos puramente «mecanicistas» o «superficiales». El equilibrio entre dialéctica y materialismo en el materialismo dialéctico es por ello uno de los desiderata de muchos de los autores adheridos a esta tendencia.

En ocasiones se ha procurado resolver el conflicto entre los dos componentes del materialismo dialéctico acentuándose los aspectos «prácticos». Así sucede, por ejemplo, con el maoísmo y con varías tendencias políticas más interesadas en la realización de un programa que en discutir las bases filosóficas subyacentes en el mismo. Mao escribió en 1937 el ensayo Sobre la Contradicción, que además de partir de la universalidad de la contradicción y las particularidades de cada contradicción, se centra en determinar la contradicción principal y el aspecto principal de una contradicción, así como el antagonismo, la lucha y la identidad de contrarios, de manera que los militantes revolucionarios tuvieran un manual de lógica para la solución de los problemas políticos concretos.



La crítica de Sartre [editar]

La Crítica de la razón dialéctica, del filósofo francés Jean-Paul Sartre, fue publicada en 1960 con el título original de Critique de la raison dialectique (précédé de Questions de méthode).

En ella, Sartre se preguntaba cómo constituir una antropología estructural e histórica, que no sacrifique la concreción del objeto estudiado en un sistema fijo de conceptos. Subrayaba entonces que sólo la antropología marxista puede servir para tal propósito, pero con la condición de que ésta se fundamente en la comprensión de lo humano que supone el existencialismo, la dialéctica fenomenológica del Ser y la Nada. No obstante, si el materialismo histórico de Karl Marx es cierto, entonces la historia es dialéctica, una totalización: ¿pero hay una razón dialéctica? ¿O bien la racionalidad positivista de las ciencias es suficiente para estudiar al hombre y a la existencia humana? Estas son las preguntas fundamentales planteadas por Sartre en Crítica de la razón dialéctica. Aunque el "ejercicio dialéctico" entendido a la manera clásica, como aquello que pertenece a un debate o controversia, no fue el objeto de su estudio, Sartre fue ante todo un polemista y un defensor de la importancia de la confrontación de opiniones como condición del conocimiento y de las transformaciones conscientes de la vida y la sociedad.



Bibliografía [editar]



Véase también [editar]

jueves, 4 de diciembre de 2008

martes, 2 de diciembre de 2008

Tácito

Tácito

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(Redirigido desde Cornelio Tácito)
Para otros usos de este término, véase Tácito (desambiguación).
Efigie figurada de Tácito
Cornelio Tácito (Cornelius Tacitus) (c. 55120) fue un historiador, senador, cónsul y gobernador del Imperio Romano.

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Vida [editar]

Se sabe poco de la biografía de Cornelio Tácito: ni siquiera las fechas y lugares de nacimiento y muerte o su primer nombre (praenomen) (se le han atribuido sin suficientes pruebas los de Gayo y Publio). La mayoría de las referencias sobre su vida provienen de la correspondencia que mantuvo con Plinio el Joven y de sus propias obras.



Cronología y origen [editar]

La fecha de nacimiento se conjetura a partir de la información que da Plinio en Cartas, 7.20. Destaca allí la amistad excepcional que los une y el paralelismo de sus actividades. A la vez informa de cómo él era un jovenzuelo cuando ya Tácito disfrutaba de renombre. De ahí la deducción de que son contemporáneos, si bien Tácito debió haber sido algo mayor. A partir de la fecha de nacimiento de Plinio, en el año 61 o 62, se puede estimar la fecha de nacimiento de Tácito en torno al año 55. En cuanto a la fecha de muerte, se supone que, si como era su propósito, llegó en su vejez a historiar el imperio de Trajano tuvo que morir ya en tiempos de Adriano, de ahí que la muerte se sitúe en torno al año 120.

A veces se ha pretendido que nació en Interamnum, en Umbría (hoy Terni). La base de esta hipótesis es que Marco Claudio Tácito, emperador efímero que gobernó durante unos meses entre los años 275 y 276, había nacido allí y pretendía ser descendiente del historiador. Otras hipótesis, basadas en la procedencia de algunos de sus íntimos lo hacen originario del norte de la provincia de Italia o incluso de la Galia Narbonense. Nada concluyente, en suma. Una anécdota que narra Plinio (Cartas, 9.23) hace pensar que sus orígenes no eran itálicos, sino provinciales.

Se cree que era de origen ecuestre, pues se lo relaciona con un Cornelius Tacitus de esa clase social al que menciona Plinio el Viejo (7.76) como procurador en la Galia Bélgica. Por su edad, este no podría ser el historiador, pero sí su padre o su tío.



Carrera política [editar]

Hacia el año 77 inicia su carrera política, que habría de ser muy regular. Él mismo (Historias 1.1) cuenta que la comenzó con Vespasiano y fue favorecida sucesivamente por Tito y Domiciano.

En el año 78 se casó con la hija de Agrícola, al que habría de dedicar tras su muerte una monografía. En el año 88 (bajo Domiciano) fue pretor y quindecinviro responsable del culto. Ese año participó en la celebración de los juegos seculares (ludi Saeculares). El año 93 murió Agrícola, mientras Tácito y su esposa estaban ausentes de la ciudad. Tácito (Agricola, 45) afirma que la ausencia duró cuatro años. Esto ha dado pie a algunos a pensar que estaba desempeñando algún cargo administrativo en provincias y se han hecho varias conjeturas carentes de solidez.

Fue consul suffectus en el año 97 (bajo Nerva) para sustituir al cónsul Verginio Rufo, muerto durante su mandato, cuyo discurso fúnebre se encargó de pronunciar. Más tarde (112-113, bajo Trajano) fue procónsul en Asia.



Orador e historiador [editar]

Su dedicación a la oratoria le ganó muy pronto un alto renombre gracias a su elocuencia. Se había formado en contacto con los mejores abogados de su tiempo. Él mismo afirma (Diálogo sobre los oradores, 2) que en su juventud escuchó con la pasión propia de la edad, tanto en público como en privado, a Marco Apro y Julio Segundo, las luminarias del foro en esos momentos. No han faltado quienes piensen en la posibilidad de que, de la misma forma que Plinio el Joven, hubiera podido ser alumno de Quintiliano. No hay datos que permitan asegurar eso, pero no cabe duda de que los rasgos del propio Diálogo... corresponden con el pensamiento y estilo del gran retor, cuya influencia unida a la de Cicerón es indudable.

No se dedicó a la historia hasta después del año 97, cuando la muerte de Domiciano le permitió expresarse sin temor. Su dedicación a la historia en la madurez, después de la culminación de una importante carrera política, así como el hecho de que su ideología política esté en el fundamento de su obra, lo aproximan al perfil de algunos historiadores republicanos (como César, Salustio). Para el hombre noble de la república había varias formas de servir al estado: la actividad política y la milicia fundamentalmente. Una vez desempeñadas esas actividades, era beneficioso prestar servicios de otro tipo, como explicar los hechos y situaciones por los que había pasado Roma. Era lo que afirmaba Salustio (Guerra de Catilina, 3): «Es hermoso obrar bien con el estado, sin embargo no carece de sentido hablar bien de él además. Es lícito llegar a destacar en la guerra y en la paz». La virtus, el conjunto de características que hacen bueno a un hombre, se basa en el valor durante la guerra. En la paz, escribir historia puede ser también manifestación de esa misma virtus. Tácito, por su pensamiento y biografía, concuerda en gran medida con estos rasgos.



Obra [editar]

No se han conservado discursos de Tácito, por lo que es imposible conocer sus cualidades en el ámbito de la retórica. Existen algunas referencias indirectas. A propósito del discurso fúnebre en honor de Vergino Rufo que se ha citado más arriba, Plinio el Joven (Cartas, 2.1.6) afirmaba que el hecho de que Tácito hubiera hecho muy elocuentemente su alabanza colmaba la fortuna del difunto. Por otra parte, en tiempos de Trajano se le encomendó junto a Plinio el Joven la acusación por concusión contra Mario Prisco, que había sido procónsul de África. En una sesión del Senado que presidía Trajano, que desempeñaba su tercer consulado, pronunció un discurso no solo elocuente sino además solemne (Plinio, Cartas, 2.11.17).

  • El Dialogus de oratoribusDiálogo sobre los oradores»), a pesar del pronunciamiento en contra de algunos estudiosos, se acepta generalmente como obra de Tácito. Es ciceroniano en su concepción y estilo, que se adapta aquí al género y es muy diferente del que el autor emplea en las obras históricas. El asunto tratado en él es la decadencia de la oratoria, que ya se había planteado también Quintiliano en un escrito perdido titulado De causis corruptae eloquentiae (Sobre las causas de la corrupción de la oratoria).
Al comienzo de la obra, en casa de Curiacio Materno, poeta, aparecen reunidos con él otros dos personajes: el orador Marco Apro, y Vipstano Mesala, experto en retórica. La acción se sitúa claramente (capítulo 17) en el año 75. Esta fecha es el término post quem para la datación de la obra. Hay quienes tienden a considerar a partir de este dato que el Diálogo... es obra de juventud pocos años posterior. Sin embargo, por sus relaciones estilísticas y de contenido con las Institutiones oratoriae de Quintiliano y con el Panegírico de Trajano, no faltan quienes opten por una datación más tardía en los primeros años del siglo II.
Materno discute con Apro sobre la primacía de la poesía sobre la oratoria. Luego la discusión se centra exclusivamente sobre la oratoria. Apro defiende la modernidad y asegura que los oradores de su tiempo no tienen que hacer concesiones al antiguo estilo de la oratoria republicana, pues los tiempos han cambiado. Mesala, en cambio, cree en el valor imperecedero de Cicerón y sus contemporáneos. Según él, en el presente la oratoria está en decadencia a causa del abandono del estudio de los viejos oradores en la educación de los jóvenes.
El diálogo acaba con una intervención de Materno, el poeta, quien zanja la cuestión con un acertado criterio histórico: es la diferencia de régimen político la que determina la decadencia de la oratoria. En la República, una época más agitada, era precisa la elocuencia para hacer carrera política y conseguir apoyos en las actividades públicas. Desde que Roma vive en una larga paz y estabilidad gracias al gobierno de los emperadores, no hacen falta buenos oradores. No se puede asegurar que este fuera el punto de vista del propio Tácito, pero, si así fuera, estaría expresado a la vez con una buena dosis de ironía y de prudencia para no irritar al emperador. Lo que se dice entre líneas es que sin un régimen político libre la oratoria pierde su función.
  • De vita Iulii AgricolaeSobre la vida de Julio Agrícola»), conocida también con el título abreviado de Agricola, es su primera obra con contenido histórico. Tácito asocia en ella la biografía y la monografía histórica. La parte biográfica en sentido estricto ocupa los primeros capítulos solamente. Dos tercios de la obra están dedicados a las campañas militares y el gobierno de Agrícola en Britania, probablemente lo más importante de las realizaciones del protagonista. Dedica también alguna atención a la etnografía y geografía del país.
La obra fue redactada tras la muerte de Agricola a los 53 años de edad. Por ello sigue en gran medida la tradición del elogio fúnebre (laudatio funebris) tradicional que pronunciaba un familiar en el entierro de los personajes destacados según la tradición romana. Pone su énfasis en las conductas y actuaciones personales de Agrícola que encajan en el marco de la vieja virtus aristocrática.
Tácito no se limita a tratar de la vida, cualidades y hazañas de su suegro. Siempre está presente su propio pensamiento, por lo que nos aporta un reflejo de sí mismo. También dedica su atención a lo que supuso el terrible periodo de gobierno de Domiciano, cuyas ignominias destaca. El final de la obra (cap. 43), en el que Tácito, aunque no lo suscriba, se hace eco del rumor según el cual la causa de la muerte de Agrícola había sido un envenenamiento que podía ser atribuido a Domiciano, sirve para completar la imagen perversa del emperador.
  • De origine et situ GermanorumSobre el origen y territorio de los germanos»), conocido también como Germania, describe a los germanos y su país. La monografía tuvo que escribirse muy poco después del primer año del reinado de Trajano (98), que fue también el de su segundo consulado, pues Tácito utiliza esta fecha como referencia para calcular cuánto tiempo había transcurrido desde los primeros ataques de los cimbrios.
La obra es en general muy objetiva. De sus fuentes literarias Tácito solo menciona a César, pero hay que añadir a Plinio el Viejo y a otros historiadores y geógrafos. Además de la información literaria, Tácito, de quien no consta que tuviera conocimiento directo de los pueblos que habitaban Germania, debió de recopilar las narraciones orales de soldados, mencaderes y viajeros que regresaban del otro lado del Rin. Una primera parte del librito se dedica al estudio global de los germanos: geografía física, instituciones, vida privada y cotidiana, aspectos militares, etc. Luego, de forma más detallada, se describen las peculiaridades de cada etnia por separado. Pero no todo es objetividad en la obra.
Tácito no renuncia a reflejar su visión personal de los germanos y sus relaciones con Roma. Su intención es mostrar cómo entre aquellos se seguían cultivando virtudes que en otro tiempo imperaron en Roma. Creía reconocer en ellos los viejos valores de austeridad, dignidad y valor militar que en otro tiempo poseyeron los romanos, pero que habían venido a menos en tiempos posteriores. Tácito ve con simpatía ciertas características de estos pueblos: su primitivismo, proximidad a la naturaleza, pureza y rusticidad. La comparación con la Roma del momento está siempre presente de forma explícita o implícita. Y la vieja Roma no sale bien parada por su espíritu decadente. Sin embargo, no hay que pensar que el autor profesa una admiración acrítica por los germanos: es consciente de sus defectos principales, como eran la afición a la bebida y el juego, la tendencia a la inactividad en tiempos de paz y la tremenda indisciplina militar.
Además veía cómo los germanos constituían un peligro real para Roma, cuyo deterioro moral la incapacitaba para una defensa eficaz. Sus virtudes guerreras los hacían superiores a los ejércitos romanos, preocupados en muchas ocasiones por intereses que nada tenían que ver con la defensa del imperio. Así, en el capítulo 37, donde se ocupa de los cimbrios, revisa todos los contratiempos que Roma había sufrido por su causa desde los primeros ataques del año 113 a. C. No duda en expresar su admiración por ellos cuando los califica de «pueblo pequeño, pero enorme por su gloria»: el pueblo varias veces derrotado, pero nunca sometido.
  • Las HistoriaeHistorias») narran el periodo que va desde la subida de Galba al poder (68) hasta la muerte de Domiciano (96). El término historiae designa la obra historiográfica que relata acontecimientos de una época más o menos dilatada que acaba en los tiempos en que vive el propio autor. Desde los reinados justos y florecientes de Nerva y Trajano, tiempos «en que se permite pensar lo que quieras y decir lo que pienses» (Anales, 1.1), se anima Tácito a pasar revista a una época ominosa llena de infamia. Sabemos que Tácito trabajaba en ellas durante la primera década del siglo II.
Probablemente constaban de 14 libros. Se han conservado los cuatro primeros y aproximadamente la mitad del quinto. Tienen su origen en la muerte de Nerón en el año 68, durante el cual el imperio pasa por las manos de tres emperadores, Galba, Otón y Vitelio, hasta que la victoria militar de Vespasiano estabiliza la situación con la inauguración de la dinastía Flavia. Lo conservado finaliza con las campañas de Tito contra Jerusalén.
Estos libros primeros parecen contener la base de pensamiento de toda la obra. Fija su atención en el intento de renovación de la libertad tras la muerte de Nerón, pero no se deja arrastrar por el optimismo al juzgar la actitud de las legiones. No cabe pensar que tomaran partido por convertir a sus generales en emperadores por limpio y desinteresado amor a la libertad, sino por afanes más materiales y bastardos. Presenta la influencia política de la corte de Nerón en los hechos que siguieron a su muerte y el empeño de ciertos personajes para no perder situaciones privilegiadas. Destaca la ceguera y crueldad de la lucha civil en este año, hasta el punto de que se violó la santidad del Capitolio que acabó destruido a manos de ciudadanos.
Vespasiano puso orden en ese fatídico año de los cuatro emperadores. Tácito revela cómo, tras la propaganda flavia, que justificaba su asalto al poder bajo el título de amor a la patria, se oculta en realidad una enorme ansia de poder. El autor es muy consciente de que el centro de gravedad del poder romano se ha desplazado ya fuera de la urbe y que «podía hacerse un príncipe en cualquier lugar distinto de Roma» (Historias, 1.4.2). Todo ello gracias a que las legiones eran más propicias a servir a sus jefes, si ellos les dan posibilidad de obtener beneficios, que a asumir desinteresadamente las tarea de la defensa del estado. Por otra parte, en las provincias despierta un sentimiento el poder y ciertas ansias de libertad. Tácito trata de desenmascarar a las personalidades conductoras de la política y sus móviles para encontrar las causas reales de los acontecimientos.
  • Los Annales tienen como título completo Annalium ab excesu divi Augusti libri («Libros de anales desde la muerte del divino Augusto»). San Jerónimo escribe de Tácito que «refirió la vida de los césares en treinta libros desde Augusto a Domiciano.» De ello se desprende que las dos obras fundamentales, Annales e Historiae, formaron una secuencia sin solución de continuidad. Si las Historiae cubrían desde Galba a Domiciano, los 16 libros de los Annales recogen la historia inmediatamente anterior, desde la muerte de Augusto a la de Nerón. Pero no ha de olvidarse que se trata de dos obras distintas en su planificación y desarrollo. En Annales 16 libros cubren 54 años, mientras que los 14 de Historiae habían servido para historiar solo 27. Es evidente, pues, que la narración es mucho más detallada en las Historiae, quizá por la mayor proximidad de los hechos que en ellas se tratan. Es significativo que en ellas los cuatro primeros libros se dediquen a un solo año, el 86, aunque es muy cierto que la densidad de acontecimientos vivida en él exigía el uso de una escala mucho mayor que la que se precisaría en otros momentos.
Como siempre, los poquísimos datos de que disponemos son muy imprecisos. Hay un pasaje en la propia obra que da una pista. En 2.61 se hace mención de «...el imperio romano, que ahora se extiende hasta el Mar Rojo», donde con este nombre hay que entender que se refiere al Golfo Pérsico. De este dato podría inferirse que los Anales se comenzaron a escribir inmediatamente después de la conquista de Mesopotamia el año 114. La obra se acabaría ya en tiempos de Adriano en fecha próxima a la muerte del escritor.
De Annales se nos han conservado los cuatro primeros libros, el comienzo del quinto, el sexto, con excepción de su comienzo, y luego los libros XI a XVI con lagunas a principio y fin. Los seis primeros están dedicados al reinado de Tiberio. En la segunda parte conservada se incluyen los reinados de Claudio desde el año 47 y de Nerón hasta el 66.
Como género historiográfico, los anales se caracterizaban por referirse a hechos alejados del tiempo vivido por su autor. Los hechos se disponían anualmente, de ahí su nombre. Aunque los Anales de Tácito se organicen de esta manera, trascienden el género analístico, pues se plantean miras muchos más amplias, relacionadas con las causas y efectos de los acontecimientos y la influencia en ellos de los rasgos de carácter y las pasiones de sus protagonistas. En este sentido, tienen mucho de biografía, ya que el retrato psicológico ocupa un espacio importante en la obra. La primera parte contiene un soberbio —y tendencioso— retrato de Tiberio. En la parte final los personajes de Nerón y Agripina compiten por el poder y crean una situación en la que ya no caben hombres como Lucio Anneo Séneca, quien con sus doctrinas estoicas tanto había contribuido a temperar las conductas del emperador.


Método y filosofía de la historia [editar]

Tácito es riguroso en el empleo de la documentación. Recoge la información que le proporcionan los historiadores anteriores (Aufidio Baso, Cluvio Rufo, Plinio el Viejo, Fabio Rústico y otros), memorias de personajes (las de Agripina, por ejemplo) y testimonios orales; recurrió también a los Acta diuturna populi RomaniCrónicas del pueblo romano»), que constituían una especie de diario oficial de Roma, y a los archivos del senado. Aunque trate de usar sus fuentes con imparcialidad, su fuerte personalidad acaba imponiéndose, con lo que triunfa la subjetividad. Los componentes filosóficos (sobre todo estoicos) e ideológicos acaban siempre por teñir cuanto narra.

Casi toda su obra está dominada por el empeño de destacar las infamias cometidas por la mayoría de los emperadores desde la muerte de Augusto a la de Domiciano. Este recurso le sirve para resaltar más los méritos de Nerva y Trajano. Tácito no es un buen conocedor de la milicia, de la administración ni de la economía. En su carrera política, de hecho no le fueron nunca ecomendadas actividades bélicas. Por ello su estudio es desigual: se interesa sobre todo por los aspectos psicológicos y dramáticos. Se ocupa de la corte imperial, que ofrece una rica materia para el análisis moral.

Su filosofía política presenta vacilaciones. No se decide a escoger entre la antigua noción romana del estado senatorial oligárquico, dirigido por «los mejores» y la idea helenística de un estado regido por un monarca. Con todo, sus tendencias estoicas parecen llevarlo a desconfiar de la solidez moral de un modelo político basado en las decisiones (y, por tanto, la arbitrariedad) de un solo hombre. En numerosas ocasiones parece añorar la vieja república y su concepto de libertad, aunque sus pronunciamientos en este sentido estén camuflados lo necesario para no resultar molestos al régimen imperial.



Estilo [editar]

Es característico de Tácito el extremo cuidado del estilo. Su lenguaje es acerado, de construcción breve, muy sintético, dado a la braquilogía. Huye de los periodos cuidadosamente organizados y busca la asimetría. Todo ello hace muy densa su expresión, de un barroquismo conceptista en el que la agudeza de la idea prima sobre cualquier tendencia ornamental. No duda en emplear neologismos. Su principal modelo estilístico es Salustio, aunque, en contra de lo que hacía aquél, esquiva cualquier rasgo de arcaísmo: muy al contrario, su intención artística se canaliza en una consciente busca de la modernidad. Los rasgos del lenguaje de Tácito mencionados lo llevan en ocasiones a un tipo de narración de pincelada grande y suelta, donde se estimula la imaginación del lector para que supla lo no explicitado.

Tácito considera que los depositarios del poder son los protagonistas de la historia. En consecuencia da gran importancia al retrato, en el que destaca los componentes psicológicos y morales. Es poderosísimo, por ejemplo, el retrato de Tibero contenido en la primera parte de los Anales. Tácito ha sido capaz de imponer, a veces por encima de los propios hechos, su visión del personaje.

Siempre trata de crear un clima dramático, para lo que usa las acciones humanas individuales y los hechos producto del azar. Aunque trate de documentarse y en general respete los hechos, su interés siempre tiende a la creación de imágenes poderosas, en las que impone sus propias convicciones. No duda para lograr el efecto deseado en reproducir rumores que él mismo asegura que no tiene comprobados. Aunque establezca una duda sobre ciertos datos, el simple hecho de mencionarlos está influyendo en el lector, cuya posición se ahorma según las intenciones del autor. La imagen, pues, se instala por encima de los argumentos racionales y permanece. Por ejemplo, la que transmitió del incendio de Roma, la conducta de Nerón y la ulterior persecución de cristianos (Anales, 15.44) ha creado la iconografía más arraigada para estos hechos: la que se ha instalado en la literatura y en el cine. Tácito no se entretiene en probar la perversidad de Nerón: bastan unas pocas pinceladas tremendistas, solamente media página, para cubrirlo de oprobio.



Obras de Tácito en versión digital [editar]

  • CORNELIO TÁCITO, Diálogo sobre los oradores.
    Editor Sir W. Peterson, Londres, Heinemann, 1914. The Latin Library (comprobado 10-08-2006).
    Editor H. Furneaux, Oxford, Clarendon Press, 1900 Perseus Project (comprobado 12-08-2006).
  • CORNELIO TÁCITO, Agrícola.
    Edición no especificada. The Latin Library (Comprobado 10-08-2006).
    Edición H. Furneaux, Oxford, Clarendon Press, 1900. Perseus Project (Comprobado 12-08-2006).
  • CORNELIO TÁCITO, Germania.
    Editor D. R. Stuart, New York, Mcmillan, 1916. The Latin Library (comprobado 10-08-2006).
    Editor H. Furneaus, Oxford, Claredon Press, 1900. Perseus Project (Comprobado 12-08-2006).
  • CORNELIO TÁCITO, Historias.
    Edición no especificada. The Latin Library (comprobado 10-08-2006).
    Editor Ch. D. Fisher, Oxford, Clarendon Press, 1911. Perseus Project (comprobado 12-08-2006).
  • CORNELIO TÁCITO, Anales, ed. Ch.D. Fisher, Oxford, Clarendon Press, 1906.
    The Latin Library (comprobado 10-08-2006).
    Perseus Project (comprobado 12-08-2006).


Bibliografía [editar]

  • Fuentes antiguas
    • CORNELII TACITI, Opera minora, eds. M. Winterbottom y R. M. Ogilvie, Oxford, Clarendon Press, 1975, ISBN 0-19-814658-2.
    • CORNELII TACITI, Historiae, ed. E. Koestermann, Leipzig, Teubner, 1969 (Madrid, Coloquio, 1988), ISBN 84-86093-67-8.
    • CORNELII TACITI, Annalium ab excessu divi Augusti libri, ed. C. D. Fisher, Oxford, Clarendon Press, 1976, ISBN 0-19-814633-7.
    • C. PLINI CAECILI SECUNDI, Epistularum libri decem, ed. R. A. B. Mynors, Oxford, Clarendon Press, 1963.

alea jacta est

Alea iacta est

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Alea iacta est (o alea jacta est) es una locución latina de uso actual que significa "se echó el dado", "el dado fue echado" o "la suerte está echada". Es una expresión atribuida por Suetonio a Julio César en el momento de cruzar el río Rubicón, límite entre Italia y la Galia Cisalpina (provincia que el Senado romano le había asignado). Con este paso, se rebeló contra la autoridad del Senado y dio comienzo a la larga guerra civil contra Pompeyo y los Optimates. Según algunas versiones, César usó el imperativo “jaci” en lugar del pasivo “jacta est” (“¡Echad la suerte!”).

En realidad, parece ser, si se cree a Plutarco, que la frase fue dicha en griego, tomándola de un verso del comediógrafo Menandro, con el sentido de "los dados están echados (esperemos ahora la suerte)". El escritor era al parecer uno de los favoritos de César.

Seguramente, la fuente que usó Plutarco para decir esto, sería el Prólogo del libro de Historias de Asinio Polión, partidario del bando cesariano, que comentó la anécdota, puesto que, por su cercanía a César, tal vez lo hubiera escuchado en el momento de cruzar el Rubicón. Es posible que Horacio oyera esto al propio Asinio Polión en la "recitatio" (término latino que se refiere a una especie de presentaciones de libros en sociedad, cuya forma final en época de Augusto se debe a Polión en persona) de su obra.

La frase en griego (ανερριφθω κυβος) está, pues, en Menandro65.4 y Plutarco Caes. 32 . En latín, tal vez la traducción más rigurosa sería: "jacta esto alea" y podríamos traducirla como "que se lance el dado" "que esté el dado lanzado" con el sentido que arriba se ha comentado.

La sentencia implica que él había tomado el riesgo y pasado un “punto de no retorno”, es decir, él no podía retroceder de lo que había hecho, como el jugador que ha apostado todo a una tirada de dados. Hoy en día, la frase significa dar un paso irrevocable, generalmente de riesgo o confrontación.

Gramaticalmente, está formada por el nominativo de alea, -ae (suerte) y el pretérito perfecto pasado de iacio (lanzar, echar).

lunes, 1 de diciembre de 2008

Rudolf Carnap

Rudolf Carnap

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Filosofía Occidental
Filosofía del siglo XX
Nombre

Rudolf Carnap

Nacimiento

18 de mayo de 1891
Bandera de Alemania Ronsdorf

Fallecimiento

14 de noviembre de 1970 (79 años)
Bandera de los Estados UnidosSanta Mónica, California

Escuela/Tradición

Filosofía analítica

Intereses principales

Lógica, epistemología, filosofía de la ciencia, semántica

Ideas notables

Fisicalismo, fenomenalismo, distinción analítico-sintética, lógica modal, lengua construida, esquemas conceptuales, positivismo lógico

Influido por

Gottlob Frege, Immanuel Kant, Albert Einstein, Ernst Mach, Bertrand Russell, Edmund Husserl

Influyó a

W. V. O. Quine, David Lewis, Nelson Goodman, David Kaplan, Filosofía analítica

Rudolf Carnap (Ronsdorf,18 de mayo de 1891 - Santa Monica, California, 14 de septiembre de 1970) fue un influyente filósofo nacido en Alemania que desarrolló su actividad académica en Centroeuropa hasta 1935 y, a partir de esta fecha, en Estados Unidos. Destacado defensor del positivismo lógico, fue uno de los miembros más destacados del Círculo de Viena.

Contenido

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Vida y obra [editar]

Carnap nació en el seno de una familia germano-occidental que había sido humilde hasta la generación de sus padres. Comenzó su educación formal en el Gymnasium Barmen. Desde 1910 hasta 1914, acudió a la Universidad de Jena, intentando escribir una tesis de física. Pero también estudió cuidadosamente la Crítica de la razón pura de Kant en un curso impartido por Bruno Bauch, y fue uno de los escasos estudiantes que acudió a los cursos de Frege sobre lógica matemática. Después de servir en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial durante tres años, se le dio permiso para estudiar físicas en la Universidad de Berlín, 1917-18, donde Albert Einstein acababa de ser nombrado profesor. Carnap entonces acudió a la Universidad de Jena, donde escribió una tesis estableciendo una teoría axiomática del espacio y del tiempo. El departamento de física dijo que era demasiado filosófico, y Bruno Bauch del departamento de filosofía dijo que era pura física. Carnap escribió entonces otra tesis, bajo la supervisión de Bauch, sobre la teoría del espacio desde un punto de vista kantiano más ortodoxo, y lo publicó como Der Raum («Espacio») en un número suplementario de Kant-Studien (1922).

En 1921, Carnap escribió una carta decisiva a Bertrand Russell, quien respondió copiando a mano largos pasajes de su Principia Mathematica en beneficio de Carnap, pues ni Carnap ni Freiburg podían permitirse una copia de este trabajo trascendental. En 1924 y 1925, acudió a seminarios impartidos por Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología, y siguió escribiendo sobre física desde una perspectiva positivista lógica.

Carnap descubrió un espíritu afín cuando conoció a Hans Reichenbach en una conferencia en 1923. Reichenbach presentó a Carnap a Moritz Schlick, un profesor de la Universidad de Viena quien ofreció a Carnap un puesto en su departamento, que Carnap aceptó en 1926. Carnap entonces se unió a un grupo informal de intelectuales vieneses al que se acabaría llamando Círculo de Viena, guiado por Moritz Schlick y que incluía a Hans Hahn, Friedrich Waismann, Otto Neurath, y Herbert Feigl, con apariciones ocasionales del estudiante de Hahn, Kurt Gödel. Cuando Wittgenstein visitó Viena, Carnap se encontraría con él. Él (con Hahn y Neurath) escribió el manifiesto del año 1929 del Círculo, y (con Hans Reichenbach) fundó el periódico filosófico Erkenntnis.

En 1928, Carnap publicó dos libros importantes:

  • La estructura lógica del mundo (En alemán: «Der logische Aufbau der Welt»), en el que desarrolló una versión formal rigurosa del empirismo, definiendo todos los términos científicos en términos fenomenalísticos. El sistema formal del Aufbau (como se llama normalmente a esta obra) se basó en un simple predicado dual primitivo, que se satisface si dos individuos «se parecen» entre sí. El Aufbau estaba muy influido por los Principia Mathematica, y es comparable con la metafísica mereotopológica que A. N. Whitehead desarrolló a lo largo de 1916-29. Parece, sin embargo, que Carnap pronto quedó algo desencantado con este libro. En particular, no autorizó una traducción al inglés hasta 1967.
  • Pseudoproblemas de filosofía afirmaba que muchas preguntas filosóficas carecen de sentido, esto es, la manera en que eran planteadas suponían un abuso del lenguaje. Una implicación operacional de esta radical frase se tomó para eliminar la metafísica del discurso humano responsable. Es una posición conocida por la que Carnap fue principalmente conocido durante muchos años.
En febrero de 1930, Tarski dio una conferencia en Viena y en noviembre de 1930 Carnap visitó Varsovia. En estas ocasiones aprendió mucho del enfoque de la teoría de modelos de Tarski sobre semántica. En 1931, Carnap fue nombrado profesor en la Universidad de Praga en idioma alemán. Allí escribió el libro que iba a hacer de él el más famoso positivista lógico y miembro del Círculo de Viena, su Sintaxis lógica del lenguaje (Carnap, 1934). En esta obra, Carnap adelantó su principio de tolerancia, según el cual no existe algo que pueda llamarse lenguaje o lógica «correctos» o «verdaderos». Uno es libre de adoptar la forma de lenguaje que le resulte útil a sus propósitos. En 1933, Willard Quine conoció a Carnap en Praga y discutieron la obra de este último con cierto detalle. Así comenzó un respeto mutuo que duraría toda la vida entre estos dos hombres, uno que sobrevivió a los eventuales desacuerdos de Quine con una serie de las conclusiones filosóficas de Carnap.

Carnap, que no ignoraba lo que ocurriría en Europa con el tercer Reich, y cuyas convicciones socialistas y pacifistas le señalaban abiertamente, emigró a los Estados Unidos en 1935 y se convirtió en ciudadano naturalizado en 1941. Mientras tanto en Viena, Moritz Schlick fue asesinado en 1936. Desde 1936 hasta 1952, Carnap fue profesor de filosofía en la Universidad de Chicago. Gracias en parte a los buenos oficios de Quine, Carnap pasó los años 1939-41 en Harvard, donde se reunió con Tarski. Carnap (1963) más tarde expresó cierta irritación sobre su época de Chicago, donde él y Charles W. Morris eran los únicos miembros del departamento comprometidos con la primacía de la ciencia y de la lógica. (Sus colegas de Chicago eran, entre otros, Richard McKeon, Mortimer Adler, Charles Hartshorne y Manley Thompson.) Los años de Carnap en Chicago fueron a pesar de todo altamente productivos. Escribió libros sobre semántica (Carnap 1942, 1943, 1956), lógica modal, llegando muy cerca en Carnap (1956) a la semántica de mundos posibles actualmente considerada estándar por esa lógica que Saul Kripke propuso a partir de 1959, y sobre los fundamentos filosóficos de probabilidad e inducción (Carnap 1950, 1952).

Después de un periodo en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, se unió al departamento de filosofía de la UCLA en 1954, habiendo fallecido Hans Reichenbach el año anterior. Anteriormente había declinado una oferta de un puesto similar en la Universidad de California, porque para asumir el cargo debía firmar un juramento de lealtad propio del mccarthismo, una práctica a la que se oponía por principios. Mientras estaba en la UCLA, escribió sobre conocimiento científico, la distinción analítico-sintética, y el principio de verificación. Sus escritos sobre termodinámica y sobre las bases de la probabilidad y la inducción, se publicaron póstumamente en Carnap (1971, 1977, 1980).

Carnap fue autodidacta del esperanto cuando sólo tenía catorce años, y siempre sintió simpatía hacia este idioma (Carnap 1963). Más tarde acudió al Congreso Universal de Esperanto en 1908 y 1922, y empleaba el idioma mientras viajaba.

Carnap tuvo cuatro hijos de su primer matrimonio, que acabó en divorcio en el año 1929. Su segunda esposa se suicidó en 1964.



Publicaciones [editar]

  • 1922. Der Raum: Ein Beitrag zur Wissenschaftslehre, Kant-Studien, Ergänzungshefte, no. 56. Su tesis doctoral
  • 1926. Physikalische Begriffsbildung. Karlsruhe: Braun.
  • 1928. Scheinprobleme in der Philosophie (Pseudoproblemas de Filosofía). Berlín: Weltkreis-Verlag.
  • 1928. Der Logische Aufbau der Welt. Leipzig: Felix Meiner Verlag. Traducción al inglés de Rolf A. George, 1967. The Logical Structure of the World: Pseudoproblems in Philosophy. University of California Press.
  • 1929. Abriss der Logistik, mit besonderer Berücksichtigung der Relationstheorie und ihrer Anwendungen. Springer.
  • 1929. Wissenschaftliche Weltauffassung - der Wiener Kreis. Traducción al castellano: La concepción científica del mundo - El Círculo de Viena, en Otto Neurath, Wissenschaftliche Weltauffassung Sozialismus und Logischer Empirismus, editado por R. Hegselmann, Francfordt del Meno, Suhrkamp, 1995, pp. 81-101.
  • 1934. Logische Syntax der Sprache.
  • 1996 (1935). Philosophy and Logical Syntax. Bristol UK: Thoemmes. Extracto.
  • 1939, Foundations of Logic and Mathematics en International Encyclopedia of Unified Science, Vol. I, no. 3. University of Chicago Press. En España, Fundamentos de lógica y matemáticas, Taller de Ediciones Josefina Betancor, 1975. ISBN 84-7330-037-8
  • 1942. Introduction to Semantics. Harvard Uni. Press.
  • 1943. Formalization of Logic. Harvard Uni. Press.
  • 1956 (1947). Meaning and Necessity: a Study in Semantics and Modal Logic. University of Chicago Press.
  • 1950. Logical Foundations of Probability. University of Chicago Press. Pp. 3-15 online.
  • 1950. "Empiricism, Semantics, Ontology", Revue Internationale de Philosophie 4: 20-40.
  • 1952. The Continuum of Inductive Methods. University of Chicago Press.
  • 1958. Introduction to Symbolic Logic with Applications. Dover.
  • 1963, «Intellectual Autobiography» en Schilpp (1963: 1-84). En España, Autobiografía intelectual, 1992, Ediciones Paidós Ibérica, S.A. ISBN 84-7509-806-1
  • 1966. Philosophical Foundations of Physics. Martin Gardner, ed. Basic Books. Extracto.
  • 1971. Studies in inductive logic and probability, Vol. 1. University of California Press.
  • 1977. Two essays on entropy. Shimony, Abner, ed. University of California Press.
  • 1980. Studies in inductive logic and probability, Vol. 2. Jeffrey, R. C., ed. University of California Press.
Bibliografía en línea. En construcción, sin artículos posteriores a 1937. La mayor parte de las publicaciones de Carnap desde 1940 en adelante pueden buscarse a través del índice del filósofo basado en la web, al que están suscritas la mayor parte de las bibliotecas académicas.



Otras fuentes [editar]

  • Grattan-Guinness, Ivor, 2000. In Search of Mathematical Roots. Princeton Uni. Press.
  • Quine, Willard, 1985. The Time of My Life: An Autobiography. MIT Press.
  • Richardson, Alan W., 1998. Carnap's construction of the world: the Aufbau and the emergence of logical empiricism. Cambridge Uni. Press.
  • Schilpp, P. A., ed., 1963. The Philosophy of Rudolf Carnap. LaSalle IL: Open Court.
  • Spohn, Wolfgang, ed., 1991. Erkenntnis Orientated: A Centennial Volume for Rudolf Carnap and Hans Reichenbach. Kluwer Academic Publishers.
  • 1991. Logic, Language, and the Structure of Scientific Theories: Proceedings of the Carnap-Reichenbach Centennial, University of Konstanz, 21-24 May 1991. University of Pittsburgh Press.


Referencia [editar]

  • Este artículo fue creado a partir de la traducción del artículo Rudolf Carnap de la Wikipedia en inglés, bajo licencia GFDL.


Citas [editar]

  • «En la ciencia no hay "agujeros"; sino superficie por todos lados». (Del manifiesto del Círculo de Viena de 1929.)
  • Cuando Wittgenstein le regañó por tener libros sobre lo paranormal en su biblioteca, Carnap respondió: «Pero Ludwig, sólo es una cuestión empírica».
  • «No es asunto nuestro establecer prohibiciones, sino llegar a convenciones... En la lógica no hay moral alguna. Cada uno tiene la libertad de construir su propia lógica, esto es, su propio lenguaje, tal como prefiera. Todo lo que se requiere de él es que, si desea discutirlo, debe establecer sus métodos con claridad, y proporcionar reglas sintácticas en lugar de argumentos filosóficos.» La sintaxis lógica del lenguaje, §17 (1937)


Véase también [editar]