Estuve de nuevo en Alemania el pasado Febrero para ayudar a mi apreciada dama a regresar de su periplo teutónico. Los primeros días estuve algo enfermo, pero pronto tuve la oportunidad de apreciar varias maravillas de aquel país: la ciudad de Nuremberg, los castillos de Hohenschwangau y Neuschwanstein, la festividad popular “funkenfeuer”, el museo del pan (hmm… pan…)
La ciudad de Nuremberg tiene una historia fascinante y recomiendo especialmente el museo nacional alemán (excepto “casi” todas las salas del arte del siglo XX) y el castillo, escenario de la capitalidad de los Austria y del Sacro Imperio durante siglos. Allí también me encontré con el “Bar Celona” un bar de emigrantes asturianos con más de 70 años de historia, parece ser. El día que fuimos estaba cerrado el museo de los famosos “juicios” de Nuremberg, así que iré otro día a ver si merece la pena.
El castillo de Neuschwanstein es la máxima expresión del romanticismo hecho edificio. Es maravilloso por dentro y por fuera. El de Hohenschwangau es obligado también. En la tienda de souvenirs me volví loco y me gasté cerca de 90 €. Llegué a sentir envidia de los bávaros por haber tenido reyes como Luis II, el constructor del castillo. El castillo de Neuschwanstein está en la encuesta de las modernas 7 maravillas del mundo. Os invito a votarla. En su momento Luis II fue muy criticado por dedicarse a construir castillos, incluso acusado de demencia, recluido y, según ciertas teorías, asesinado. Pero hoy en día, dado que es el monumento más visitado de Alemania y el que más ingresos proporciona a la hacienda alemana, probablemente se lamenten de que Luis II no hubiese seguido haciendo realidad sus fantasías románticas, wagnerianas. Europa necesita más héroes como él.
La ciudad de Nuremberg tiene una historia fascinante y recomiendo especialmente el museo nacional alemán (excepto “casi” todas las salas del arte del siglo XX) y el castillo, escenario de la capitalidad de los Austria y del Sacro Imperio durante siglos. Allí también me encontré con el “Bar Celona” un bar de emigrantes asturianos con más de 70 años de historia, parece ser. El día que fuimos estaba cerrado el museo de los famosos “juicios” de Nuremberg, así que iré otro día a ver si merece la pena.
El castillo de Neuschwanstein es la máxima expresión del romanticismo hecho edificio. Es maravilloso por dentro y por fuera. El de Hohenschwangau es obligado también. En la tienda de souvenirs me volví loco y me gasté cerca de 90 €. Llegué a sentir envidia de los bávaros por haber tenido reyes como Luis II, el constructor del castillo. El castillo de Neuschwanstein está en la encuesta de las modernas 7 maravillas del mundo. Os invito a votarla. En su momento Luis II fue muy criticado por dedicarse a construir castillos, incluso acusado de demencia, recluido y, según ciertas teorías, asesinado. Pero hoy en día, dado que es el monumento más visitado de Alemania y el que más ingresos proporciona a la hacienda alemana, probablemente se lamenten de que Luis II no hubiese seguido haciendo realidad sus fantasías románticas, wagnerianas. Europa necesita más héroes como él.
La “funkenfeuer” es una fiesta popular alemana en la que se hace una gran hoguera a las afueras de los pueblos en la que se solía quemar un muñeco de cartón representando a una bruja. En aras de la corrección política liberal han suprimido dicha imagen. Es muy triste ver cómo se destruyen tradiciones centenarias por la susceptibilidad tiránica del capitalismo y sus aliados. Funkenfeuer significa fuego chispeante, y parece ser una de tantos rituales paganos relacionados con las estaciones que posteriormente fueron reciclados al cristianismo. Mi dama y yo fuimos los únicos que acudimos a esta fiesta a la que estaban invitados alrededor de 100 estudiantes, creo recordar. Empezamos una pequeña caminata cada uno con una antorcha encendida y al llegar al lugar, echamos la antorcha a la hoguera pidiendo un deseo, como es tradicional. Allí se servía la bebida tradicional de esa noche, consistente en vino con naranja y canela, y la comida tradicional, que es una rebanada de pan con una capa de un dedo de grosor de manteca de cerdo con chicharrones. Al inicio de la hoguera los niños cantan una canción específica de esa noche, pero nosotros no llegamos a tiempo de oírla. Nos lamentamos con los lugareños del poco interés cultural mostrado por los estudiantes. Era el día de año nuevo chino y la mayoría de los estudiantes invitados estaban emborrachándose con los estudiantes chinos para celebrarlo. Entonces bromeé con la idea de que sí les interesaba la cultura, pero no la alemana, sino la china.
En fin, es un país genial. Al menos el sur es genial.
En fin, es un país genial. Al menos el sur es genial.
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