28/09/2010 | EE.UU. - La gran transformación
Marc Bassets
La industria manufacturera norteamericana es ahora más ligera, con menos empleados y más máquinas.Según la Casa Blanca, el alma económica de EE. UU. no debe ser la industria financiera, sino las fábricas.
La gran recesión ha transformado la industria estadounidense, cuyo renacimiento es una prioridad del presidente Barack Obama.
La ha transformado porque, como decía en plena recesión Gerald Meyers, que fue presidente del desaparecido fabricante de automóviles American Motors Corporation, "para esto están las recesiones, para limpiar lo que no funcione". Y así ha sucedido: la industria manufacturera es ahora más ligera, con menos empleados y más máquinas.
"No creo que la industria manufacturera vuelva a ser lo que era antes de la recesión", admitía recientemente a The New York Times la economista Christina Romer, que hasta principios de septiembre fue la presidenta del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca.
El ejemplo palmario es precisamente Detroit, la capital del automóvil: este sector perdió 330.000 empleos en el 2008, y desde el 2000 General Motors, Chrysler y Ford pasaron de tener 66 plantas en Estados Unidos a tener 40. Al mismo tiempo, la reestructuración ha salvado a estos fabricantes de la desaparición, y en los últimos meses - más ágiles, más competitivos-han vuelto a ganar dinero y a contratar empleados.
En paralelo, esta nueva industria que emerge de la recesión adopta un lugar central en Washington, donde la Administración Obama ha apostado fuerte por lo que en Europa se denominaría una política industrial de apoyo a un sector que hasta el estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera en el 2008 parecía en declive.
Obama no sólo ha rescatado con fondos públicos - de hecho la ha nacionalizado-a General Motors. También promovió, nada más llegar a la Casa Blanca en enero del 2009, un plan de estímulo de cerca de 800.000 millones de dólares que incluía inversiones en energías limpias, que tienen que constituir, según el presidente, el eje de la revolución industrial del siglo XXI. Y en los últimos meses ha lanzado múltiples iniciativas para fortalecer a los fabricantes nacionales.
El 13 de septiembre, en una fábrica de baterías para vehículos eléctricos, abierta gracias a una inversión pública de 249 millones de dólares, Obama dijo: "Durante años, nuestras políticas económicas ignoraron proyectos punteros como éste y nos dejaron atrás en la carrera hacia la innovación". Y avisó: "No creo que el declive de la industria manufacturera en Estados Unidos sea inevitable".
En 1950, el sector manufacturero empleaba al 32% de trabajadores. Ahora sólo emplea al 10%. Regiones que simbolizaron el poderío industrial de la superpotencia - como el llamado cinturón del óxido, el arco que va de Minnesota a Pensilvania, en el nordeste del país-han perdido población y empleos.
El declive se prolongó durante décadas. El país de General Motors, en el que el obrero industrial - el blue-collar-disfrutaba de una cierta aura heroica, se convirtió en el país de Silicon Valley y los microchips, y en el país de Wall Street y la alta finanza.
El mensaje de la Casa Blanca es que, al contrario de lo que sucedió durante los exuberantes años noventa y en la primera década del siglo, el alma económica de Estados Unidos no debe encontrarse en la industria financiera y especulativa - una de las causas de la recesión-sino en las fábricas, viejas y nuevas, que con la ayuda del contribuyente se erigirán en el nervio de la primera economía mundial.
E1 11 de agosto, en el acto para rubricar un ley de apoyo a la industria, el presidente respondió a los agoreros que han dado por terminada la era de Estados Unidos como potencia industrial. Recordó que en el 2010 el sector industrial no ha dejado de crear empleo (183.000 en agosto). Y añadió: "La respuesta no es dejar de fabricar, dejar de construir cosas. La respuesta es fabricar mejor, construir mejor aquí en Estados Unidos. Construiremos una economía más fuerte que antes, y en su corazón tendrá tres palabras poderosas: Made in America".
La nueva política industrial prevé, por ejemplo, eliminar las tarifas aduaneras a productos importados que sirven para fabricar productos made in America en Estados Unidos. También incluye incentivos fiscales para empresas que inviertan en este país en vez de en el extranjero y, al mismo tiempo, la eliminación de exenciones para las inversiones en el extranjero.
El cálculo electoral no es ajeno a las iniciativas más recientes. El próximo 2 de noviembre Estados Unidos renovará el Congreso en las urnas, y los sondeos pronostican la derrota de los demócratas de Obama, que entre su clientela más fiel cuentan con los sindicatos.
Un aire de nacionalismo industrial y de proteccionismo recorre Estados Unidos.
La Vanguardia (España)
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