martes, 18 de mayo de 2010

el efecto sobre los inversores

Y lo primero, es recuperar la confianza de los mercados. Que no se consigue llamando especuladores a los inversores, sino convenciendo a quien pone dinero en un sitio que vale la pena seguir poniéndolo. Siendo serios. Y no confusos o contradictorios en los mensajes. No vale decir un día que vamos a ser muy estrictos en el recorte del déficit y al día siguiente que no vamos a sacrificar el crecimiento por un ajuste drástico del déficit público. Cualquiera que sepa algo de economía sabe que, a corto plazo, un recorte del gasto público redunda en una menor demanda agregada. Pero si va acompañado de una disminución del déficit estructural, repercute, en el medio plazo, a favor de nuestro crecimiento potencial. Y cualquiera que sepa algo de economía sabe que, a corto plazo, determinados aumentos de impuestos pueden incrementar la recaudación, pero su impacto real, a medio plazo, depende de la eficiencia de la estructura tributaria y de sus efectos sobre nuestra competitividad.
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En corto: son necesarios mensajes coherentes y claros. Necesitamos, más que nunca, un relato. Un discurso económico articulado. Y hasta ahora no lo había y de ahí muchos de nuestros males.

Por fin, esta semana, y ha tenido que llamar Obama para urgir actuaciones a Zapatero, se han planteado medidas para recortar el gasto de una manera clara. Con unos paganos evidentes: los funcionarios, los pensionistas, las futuras madres, las personas dependientes, la ayuda al desarrollo, la inversión pública y las administraciones autonómicas y locales. No seré yo quien critique que se reduzca el gasto. Debe aplaudirse que, por fin, se haga. Pero sí que conviene recordar que estos sacrificios podrían haber sido menores si el presidente del Gobierno no se hubiera empecinado en cometer tantísimos errores, desde los absurdos Planes E, hasta las deducciones fiscales electoralistas, pasando por subir el sueldo de los funcionarios en los presupuestos. Todo ha sido un disparate. Y ahora, forzado por la presión de los mercados y de dirigentes políticos internacionales, dar marcha atrás, incrementando aún más los necesarios sacrificios.

Y quedan todavía decisiones por tomar en el ámbito del gasto estructural, desde mecanismos de copago en la sanidad, a la racionalización y simplificación de las administraciones (eliminando ministerios, consejerías y múltiples organismos públicos), pasando por nuestro esquema de pensiones públicas. Y también desde el lado de los ingresos, puede reactivarse el proceso de privatizaciones, lo que implica avanzar en lo que queda pendiente y que no mereció ninguna mención en la intervención parlamentaria del presidente. Me refiero a las reformas estructurales que tanto necesita nuestra economía, desde el mercado de trabajo hasta las pensiones, pasando por la administración, la justicia o la educación, el sector energético o el comercial.

El reto es enorme y nada fácil. Necesitamos, de aquí a tres años, reducir el déficit público en unos 100.000 millones de euros, como requisito indispensable para sostener nuestra capacidad de financiación de nuestro endeudamiento exterior, sin generar desconfianza. Y para eso, necesitamos crecimiento económico. Y es verdad que la reducción del gasto público, sin más, lo complica, a corto plazo.

Ese no es el dilema. No hay alternativa a la vuelta a la disciplina fiscal. Pero debe acompañarse de auténticas reformas, que aseguren mayor competitividad y mayor capacidad de crecimiento. Sin ellas, nos quedaremos a medias. Que es mejor que no hacer nada, como hasta ahora. Pero sería insuficiente. Y los sacrificios no serían compensados razonablemente. "Politique d´abord!". Es, más que nunca, la hora de la política. De la de verdad.

Josep Piqué

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