Por tanto, hacemos recortes porque no hemos hecho las reformas a tiempo. Vale. Pero si los recortes son necesarios y significan que iniciamos otra etapa en la manera en que hemos gestionado la crisis, me permito sugerir algunas propuestas que podrían ayudar a mejorar las cosas.
Primera, que abandonemos la estrategia seguida hasta la fecha de acumular un conjunto disperso e irregular de medidas y negociaciones, para pasar a la del plan integral y los programas articulados. La sensación de improvisación que tanto está debilitando al Gobierno, se agudiza si las decisiones se trocean y se dispersan en el tiempo en función de las conveniencias políticas. Hablamos de esfuerzos colectivos. Por tanto, pongamos todas las cartas sobre la mesa para que todos podamos ver la aportación de todos al recorte nacional. No vale, hoy los pensionistas y funcionarios, mañana las sicav, pasado el impuesto de patrimonio y luego, los módulos, como ya no vale trocear las reformas laboral, de pensiones o gasto sanitario en lugares y momentos distintos, porque ello hace perder perspectiva y parcela la equidad del dibujo final de sacrificios. Abandonemos la sucesión de medidas dispersas adoptadas al borde del abismo y vayamos a planes anticipatorios, articulados y compensados.
Segunda, que la estrategia de recortes emprendida tiene, como reconoció el Presidente, un impacto negativo sobre el crecimiento económico y la creación de empleo. La consolidación presupuestaria que tenemos que hacer en el estado, pero también en las familias y en las empresas altamente endeudadas, reducirá el vigor de la recuperación. Por eso, es más necesario que nunca la puesta en marcha de reformas que impulsen nuestra capacidad de crear riqueza y empleo. Reducir costes administrativos y de transacciones, reforma laboral, rebaja de los costes no salariales, evaluación de la eficiencia del gasto público, reestructuración financiera etc son, ahora, tablas de salvación imprescindibles para compensar el menor crecimiento derivado de las medidas de ajuste en el gasto público y privado.
Tercera recomendación, que todo esto se haga en un contexto de gran acuerdo político e institucional. Porque afecta a muchas administraciones, porque necesita un período de implantación superior a lo que queda de legislatura y, sobre todo, porque si hablamos de esfuerzo nacional, como también hizo el Presidente, debe haber una convocatoria nacional de voluntades. Insisto en que nuestro principal problema no es el endeudamiento público sino el privado. Y, ¿cómo le hincamos el diente a ese, sin deprimir más la actividad, por mucho que recortemos el gasto público?
Nada de esto resultará novedoso a los lectores de esta columna. Pero cada día que pasa, es más urgente e imprescindible. Ya que necesitamos a los mercados financieros internacionales para pedirles dinero e inversiones, intentemos mejorar la forma en que reaccionamos a lo que pasa con esos mercados, de acuerdo con los consejos del emperador estoico, Marco Aurelio. Y podemos hacerlo mejor, porque yes, we can!.
Jordi Sevilla
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