Las cifras de crecimiento europeo advierten del perjuicio que está ocasionando la fortaleza del euro. El euro ha llegado a valer nada menos que 1,46 dólares. No es lógico. Ni el crecimiento de la economía europea, ni la de su productividad son mejores que el de la estadounidense. Tampoco las expectativas de una y otra economía. Lo que en verdad desconcierta es la excesiva rapidez depreciatoria del dólar. De hecho hay quien dice que está apostando por un euro hasta en 1,60 euros por dólar en 2010.
Esta velocidad en la depreciación del dólar se explica, en gran parte, por la pérdida de apoyo ciudadana a Obama. Los flujos de fondos del dinero internacional suponen que el elegido presidente Obama no va a ser capaz, o no va a querer, corregir el voluminoso doble déficit de los EEUU (presupuestario y exterior). Es decir, que los inversores sospechan que el crecimiento norteamericano es, en realidad, muy frágil. Por otro lado, el mercado supone que la apreciación del euro es una consecuencia de una decisión política y no declarada de los EEUU para depreciar el dólar. Una guerra comercial. El Gobierno Obama estaría respaldando una "negligencia benigna" (benign negligence) respecto de la cotización del dólar para aumentar sus exportaciones e "importar" inflación aunque fuese a costa de exportar desequilibrios al resto del mundo. La caída forzada del dólar sería la mejor vía para conseguirlo. Como esta tesis resulta creíble, los inversores de todo el mundo querrían adelantarse para defender sus intereses. La apreciación del euro sería una consecuencia de la huida del dinero de los países que exportan en dólares. Es la profecía que se autocumple.
Es verdad que un euro "caro" reduce las presiones inflacionistas de las importaciones en dólares, pero reduce las posibilidades de crecimiento económico. Por eso es que Alemania y Francia quieren reducir las restricciones fiscales del Pacto de Estabilidad y presionan al BCE para que mantenga los tipos de interés en mínimos para contrarrestar el efecto de la apreciación de la moneda. Lo mismo sucede, pero ampliado, en España. La apreciación de euro reduce las tensiones inflacionistas, pero dificulta el crecimiento de las exportaciones hacia nuestros principales clientes, Francia y Alemania. A corto plazo ganamos margen de actuación, pero a medio plazo sufriremos los efectos de la continuidad en la recesión de nuestros socios europeos.
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