Los economistas sabemos que un ajuste significa pérdida de riqueza y que TODOS vamos a perder algo, y que ese algo es medible en porcentaje del volumen de las ganancias conseguidas anteriormente, en nuestro caso en los quince años que van de 1990 a 2005. El ajuste puede ser obligatorio o proporcional para Autonomías, Ayuntamientos, empresarios y trabajadores. Mayores o jóvenes, pensionistas o estudiantes, van a ver cómo se reduce sin remedio su capacidad de gasto, sea por la pérdida del valor de sus activos o por el incremento de toda clase de impuestos. Así que el que gane, lo hará porque habrá obrado en consecuencia de lo que ya está aquí, en la bruma pero bien materializado.
Va a crecer mucho el conflicto social, la economía sumergida, la rebelión fiscal y las tarifas de los lobbies, porque no es lo mismo ajustar el gasto corriente que el de la inversión pública; no es lo mismo paralizar la contratación de funcionarios que reducir sus salarios. Como el ajuste va a comprobarse rápidamente en todas las prestaciones del estado del bienestar, parecería hasta racional el comportamiento de los contribuyentes que quieran dejar de pagas una parte de sus impuestos. Por eso va a ser tan importante la información de Carlos Ocaña. Ya veremos cómo evoluciona la estadística mensual de la Agencia Tributaria, la conocida de "Ventas, Empleo y Salarios en las grandes empresas españolas", que pueden ustedes consultar en Agencia Tributaria - Informe de Ventas, Empleo y Salarios en las Grandes Empresas. Como eso es políticamente inasumible sin un pacto de Estado, Zapatero tendrá que convencer a sus barones para reducir ministerios, la inversión en la Ley de Contratos de Pepiño, la Ley Humanitaria, las subvenciones a las personas, los gastos fiscales a la actividad económica y aplicar de una vez el copago en muchas prestaciones sociales. Desde luego, es para partirse de risa que Zapatero diga que ayudará a salvar a Grecia, como la UE haría con España. ¡Qué ingenuo es este hombre!
¿Se imaginan ustedes qué va a pasar con los inmigrantes? Tras varios meses de ausencia, el profesor Franco Modigliani me ha hecho llegar la siguiente carta:
Finalmente ha sido un -0,1%. ¿Y qué?
Querido amigo Portela:
Llego a su país y me encuentro que, durante semanas, políticos, comentaristas económicos y tertulianos del más diverso pelaje, han estado preocupados por cómo habría ido la economía en el final del año, opinando sobre si ya se habría salido de la recesión o no. ¿En cuánto estimaría el Banco de España el PIB de cuarto trimestre? ¿Y el INE? ¿Saldríamos de la recesión en el mismo minuto que el resto de los países o quizás un cuarto de hora más tarde? Bien, ya sabemos lo que han dicho el Banco de España y el INE. Finalmente la tan ansiada tasa ha sido un -0,1%. ¿Y qué? ¿Ha cambiado algo la visión que tienen de sus problemas? ¿Serían distintos esos problemas si, en lugar de esa tasa, el INE hubiese estimado un 0,1% positivo? La respuesta es no. Y entonces, ¿por qué prestar tanta atención a la simple publicación del PIB?
Los acontecimientos que ha vivido su país en las últimas semanas dejan claro que lo importante es afrontar los problemas y no estar tan pendiente de lo que dirán los periódicos sobre el último dato económico o de qué se va a decir en una rueda de prensa para arrancar un titular. En fin, esa trivialización de la política que podríamos denominar "política al estilo González Pons". Con algo de suerte y con la imperiosa necesidad de resolver los problemas, quizás en los próximos meses estén ustedes más pendientes de las cuestiones de fondo.
Pero más allá de estos jueguecitos que normalmente se traen los medios de comunicación en el día a día, se deberían preguntar ustedes si efectivamente se utiliza adecuadamente la información económica de la que disponen. Es obvio que para resolver los problemas habrá que cuantificarlos, pero ¿están utilizando bien la información? ¿Tienen ustedes una imagen correcta de lo que sucede con los indicadores que utilizan habitualmente?
Mi opinión es que no, que tienden a caer con cierta facilidad en el fetichismo y la frivolidad a la hora de enfrentarse a los números. Como se ha visto en las últimas semanas, el PIB es un buen ejemplo. Se han pasado semanas (y las que vendrán) discutiendo por una décima arriba o abajo. Pocas cosas más ridículas que ésta. Es como si, para poner un tratamiento, los médicos discutieran sobre si la fiebre del enfermo hace una semana era una décima más o una décima menos. Prácticamente inútil. Por no hablar de la medida en sí misma. El PIB no deja de ser una forma de mirar la realidad, ni la única ni necesariamente la más adecuada. Antes del PIB se conocieron múltiples estadísticas de los más variados aspectos que ya daban una idea de por dónde andaba la cosa. Ni siquiera las virtudes que normalmente se proclaman del PIB (su comparabilidad internacional, ser una estadística de síntesis) son, a estas alturas, fácilmente defendibles.
Pero el fetichismo y la frivolidad no sólo afectan al PIB. En su país si se pregunta cómo han ido los precios, te hablan del IPC de diciembre. Y si se pregunta por las subidas salariales, raro es que no te contesten con el incremento de los convenios colectivos. Pero ni todos los precios son el IPC ni los salarios suben como se fija en los convenios. Da igual, no importa, si lo ha dicho un experto... Si el experto ha dicho que hay un 24% de fraude fiscal en España, ya está hecho el titular y preparada la polémica. Nadie se pregunta ni quién es el experto ni el método utilizado. Si lo dice un Ministro, ya no hay más que hablar. Si el Ministro ha dicho que se han creado no sé cuántos miles de empleos con el Plan E, no hay más discusión. Por no discutir ni siquiera el propio interesado hace una evaluación ex-post de la medida, aunque sólo fuera para ver si ha merecido la pena el gasto. Y si todos los expertos dicen que España pierde competitividad a chorros, pues será verdad. Bueno, tan verdad como que España, junto con Alemania, es de los pocos países que no ha perdido cuota en los mercados internacionales en la última década. ¿No será que esas medidas de la competitividad no son muy fiables? ¿Qué más da? ¿Para qué preguntarse eso? Los especialistas siguen con sus indicadores sencillitos y sus ideas de toda la vida. Da igual que en su país en los últimos 15 años haya aumentado, casi hasta la exageración, la información estadística de la que se dispone. Ahí sigue el médico con su trompetilla para auscultar a la embarazada. ¿Alguien, por favor, puede decirle que ya hay disponible algún que otro escáner?
Franco M.
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