La resistencia al cambio y el infinito
Hay muchas miradas sobre la vida que son especialmente sugerentes. El cosmólogo y teólogo Thomas Berry, por ejemplo, contemplaba el universo y todo cuanto lo habita como una sola comunidad interrelacionada. Cada ser vivo del planeta, decía, está profundamente implicado en la existencia y en el funcionamiento de todos los demás seres. Para él las tres leyes básicas del universo eran la diferenciación, la subjetividad y la comunión; de ahí, decía, se derivan los sistemas de valores y motivaciones de los seres humanos. Estos se desarrollaron en unos periodos muy concretos: el Neolítico, hace unos doce mil años, marcó el principio de la domesticación de las fuerzas naturales; las civilizaciones clásicas nos alienaron de forma progresiva más y más en este sentido, con sus gobiernos centralizados, sus funciones sociales específicas, la invención de la escritura y la expresión más elaborada de la religión y el arte; tras ello la fase científica, tecnológica e industrial del presente, donde por vez primera se alteran los sistemas biológicos, el equilibrio bioquímico y las estructuras geológicas con la contaminación y la sobreexplotación de los suelos.
~
La visión de Thomas Berry es una poesía hermosa y compacta, bien armada, tal vez cierta, tal vez no. Su fuerza radica en que denuncia algo evidente: el individuo, en las últimas décadas y tras largos milenios, ha perdido su relación mágica y misteriosa con la tierra y con el infinito. Esta pérdida ha dejado un agujero negro en la psique humana, en el lugar súbitamente arrancado, allí donde durante miles de años pudieron encontrar cobijo nuestras preguntas sin respuesta. Si durante siglos nuestro cometido pareció ser el de prender una cerilla para intentar vislumbrar la realidad de la vida, ahora de repente alguien encendió la luz. Miramos alrededor y una voz sin nombre anunció tajante: “hasta donde la luz de esta bombilla alcance, alcanza la realidad. No hay más”. La mirada ya no puede perderse más allá.
La sobrevaloración de la razón tiene esto en común con el absolutismo, decía Jung: bajo sus dominios el individuo queda brutalmente empobrecido.
~
Decía Jung que la pregunta decisiva del ser humano es si está relacionado con algo infinito o no: “Esta es la pregunta clave de su vida. Sólo si sabemos que lo que realmente impporta es lo infinito podemos evitar fijar nuestra atención en cosas frívolas y en metas que carecen de importancia. Si no, pediremos al mundo que nos reconozca por aquellas cualidades que consideramos posesiones personajes: nuestro talento o nuestra belleza. Cuanta más importancia da la persona a sus falsas posesiones, cuanta menos sensibilidad tiene para lo esencial, menos satisfactoria es su vida. Se sentirá limitado porque tiene metas limitadas y el resultado será la envidia y los celos... La limitación más grande para el ser humano es el yo, que se manifiesta a través de la experiencia ¡Yo soy sólo esto! Sólo la conciencia de que no estamos encerrados en los confines estrechos del yo nos vincula al mundo ilimitado del inconsciente”. Buscaremos entonces respuestas a preguntas que tal vez ni nos hayan enseñado a planteear. Hará falta mucha inocencia y pasión para adentrarse en esa búsqueda, de nuevo ante la resistencia al cambio y la profunda incomprensión de los demás.
~
lo dijo virginiawoolf
La limitación más grande para el ser humano es el " yo " . Y se sentirá limitado porque tiene metas limitadas. Sólo la conciencia de que no estamos encerrados en los confines estrechos del yo nos vincula al mundo ilimitado del inconsciente. Entonces buscaremos respuestas a preguntas que no habíamos podido sospechar porqeu está relacionado con algo infinito. Se necesita mucha inocencia y pasión para adentrarse en esa búsqueda, de nuevo ante la resistencia al cambio y la profunda incomprensión de los demás.
Bueno, te dejo con esta reflexión que procede del pensamiento esencial de Jung.
un besito!
No hay comentarios:
Publicar un comentario