A la memoria me viene una frase de Leonard, en esta temporada de total inanidad y aburrimiento. “No sé cómo, todo se ha estropeado”. Fue la noche en que C. se suicidó. Caminábamos por aquella calle azul y silenciosa, con los andiamajes. Vi toda la violencia y la sinrazón cruzando el aire; nosotros, pequeños; un tumuto en el exterior: algo aterrador; sinrazón... ¿Escribiré un libro acerca de esto? Sería una manera de volver a imponer orden en mi mundo, y de imprimirle velocidad.
Y hoy, ahora, bruscamente, mi cabeza ha quedado liberada del peso, y puedo pensar, razonar, mantener mi atención en una cosa, y concentrarme. Quizás esto sea el principio de otro arrebato de actividad. Quizá se deba a la conversación que sostuve con L. anoche. Intenté analizar mi depresión, consistente en que mi mente está desgarrada por el conflicto entre dos tipos de pensamiento, el crítico y el creador; en que, si no pienso, me siento torturada por las tensiones, el desgarro y la incertidumbre. Esta mañana, el interior de mi cabeza está fresco y suave, en vez de tenso y turbulento.
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Virginia Woolf, Diarios
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