martes, 23 de marzo de 2010

la pasión y la no-acción

Veamos también lo que dice Spinoza.

“Obramos -dice Spinoza- cuando ocurre algo, en nosotros o fuera de nosotros, de lo cual somos causa adecuada, cuando de nuestra naturaleza se sigue algo, en nosotros o fuera de nosotros, que pueda entenderse clara y distintamente en virtud de ella sola”. Por el contrario, “padecemos, cuando en nosotros ocurre algo, o de nuestra naturaleza se sigue algo, de lo que no somos sino causa parcial”. Eso que nos ocurre deriva, en última instancia, de la causa primera e inmanente de todo lo que hay, la sustancia, el dios-sustancia.

La pasión está pues conceptuada como deficiencia respecto de la acción y respecto al conocimiento. Pese a lo cual debe diferenciar entre pasiones que elevan nuestro conocimiento, nuestra potencia de hacer y en general nuestra puissance, las llamadas pasiones alegres, y otras pasiones que deprimen y entorpecen nuestra potencia de conocer y obrar, las llamadas pasiones tristes. Ya que la alegría es el afecto que registra el alma en todo aumento de puissance, mientras la tristeza expresa una disminución de fuerza o de potencia.

En cuanto al amor es entendido por Spinoza como pasión alegre, sólo que de una alegría acompañada de una causa exterior. Padecer, en consecuencia, expresa un déficit de acción y de razón. Siempre que subsiste lo pasional, algo que permanece en nosotros como barrera o frontera de finitud e inadecuación: somos pasionales en la medida en que somos finitos. El esfuerzo ético consiste en reconvertir las pasiones tristes en pasiones alegres y éstas en acciones, es decir, en progresar en la escala del poder, que es a la vez progreso en la escala de conocer. Mientras padecemos mientras somos sujetos de pasión, mientras estamos sujetados al dominio de las pasiones, somos cautivos, dependientes, carecemos de autarquía y de libertad. La causa de lo que nos pasa no es concebida, en consecuencia, por nosotros, no haciéndosenos presente la razón del afecto que condiciona el curso de nuestra actuación ni de nuestra reflexión.
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En conclusión, yo destacaría lo que dice Osho de que no es necesario aprender, que a veces es más necesario desaprender algo, remover un obstáculo para descubrirse a sí mismo, y que el misterio de la alegría es casi siempre canto y danza, y muchas veces cantamos sin tener ningún motivo.

Por otra parte, no creo que la meditación sea no-acción; en este sentido yo continuo un poco más allá con la filosofía spinozista; no es defecto de una causa, o de lo que somos causa parcial, de una causa original, en fin, realmente el mal parece ser que está en la causa, esto también lo dice Osho, cuando Confucio le pregunta a Lao Tzu por la causa de su alegría. En la causa pues está la infelicidad o el defecto, siendo la causa casi siempre una acción de causa-efecto, que es adecuado cuando se da plenamente de acuerdo con nosotros.

Yo creo que Osho sabe que esto es muy difícil de que se dé plenamente, y lo que hace es prescindir de este concepto de “causa”, que sin embargo en la filosofía occidental ha sido tan fructífero después para su desarrollo por la ciencia.

Lo cierto es que tenemos que seguir batallando con estos conceptos porque no hay otros. Y también está el vacío, porque el vacío si recurrimos a un físico, nos dirá que es lo que más abunda en la naturaleza, el vacío que traspasa todo el universo, y que traspasa a la propia materia. El hombre siempre ha tenido miedo al vacío, pero es lo que más abunda, la inmensa oscuridad del espacio, yo creo que ese vacío, ese misterio, utilizarlo como hace la filosofía oriental, es sabiduría en sí, porque es esa materia “oscura” que está ahí, y de algún modo nos condiciona.

Lao Tzu le respondió a Confucio:
-Tengo muchas alegrías. Entre las innumerables cosas que
engendró el cielo, la humanidad es lo más noble, y tengo la
suerte de ser humano. Ésta es mi primera alegría. Hay
personas que nacen y no viven un día o un mes, que nunca
han abandonado los pañales, pero yo he pasado ya de los
noventa. Ésta es mi alegría. La pobreza es común a la
humanidad, y la muerte es el final. Así pues, siendo parte
del común de la humanidad, y a la espera de mi final, ¿qué
sentido tiene preocuparse?

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Es decir uno se da cuenta de lo que es la alegría en cuanto toca los límites de ese final o de ese vacío, entonces todo cambia, o cuando ha dado todo de sí y se conoce a sí mismo en esencia.

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También me gustaría citar a Elsa: “La inocencia y la pureza no implican la represión o la eliminación de los deseos. Barrerlos al inconsciente significa que pasan a ocupar un lugar donde se tornan sigilosos y compulsivos. Hay que desenmarañar los deseos para poder dar respuesta a las necesidades profundas con alegría, con compasión y con inteligencia.”

Voy a citar finalmente a Virginia Woolf:
“Esto es lo peor de escribir, el tiempo que se pierde. ¿Qué puedo hacer con la última hora de la mañana? Dante otra vez. Con cuánta alegría salta mi corazón al pensar que jamás volveré a imponerme la carga de escribir un libro largo. No. En el futuro todos mis libros serán cortos.”

Para ella la alegría es también desnudez, algo que puede soltar y descubrir, la falta de una identificación o de una carga o de algún trámite, pero al mismo tiempo es positividad o acción, es que es un desaprendizaje que ha costado tiempo, dice ella, de algún modo.
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