Cierto. España no es Grecia, como sostiene el Gobierno; pero Grecia tampoco es España. Al menos en cuanto a capacidad para mantener la recaudación fiscal en un contexto recesivo como el actual. Los datos que dio ayer a conocer Eurostat indican, en concreto, que los ingresos públicos en Grecia representaron en 2009 el 36,9% del producto interior bruto. O lo que es lo mismo, se situaron 2,8 puntos porcentuales por debajo del año 2007. Es decir, al comienzo de la crisis.
En el caso de España, por el contrario, la merma en la recaudación del Estado -incluidas todas las administraciones públicas- ha sido bastante mayor. Ha pasado de representar el 41,1% del PIB en 2007 al 34.7% dos años más tarde, lo que significa una caída de la recaudación equivalente a 6,4 puntos de producto interior bruto. Es decir, más del doble.
La Hacienda española ha sido, de hecho, la más perjudicada de la UE por la crisis en términos de recaudación, incluso muy por encima de Irlanda, donde también el ajuste inmobiliario –que determina en buena medida los ingresos fiscales- ha sido especialmente intenso. En Irlanda, la recaudación ha caído 2,6 puntos de PIB, menos de la mitad que en España. Pero es que en el conjunto de la zona del euro el descenso ha sido de sólo un punto de PIB, muy lejos del caso español.
Los datos de Eurostat son especialmente relevantes debido a que ponen de manifiesto de qué manera la crisis ha pasado factura en términos de recaudación. Hasta el punto de que los ingresos fiscales en España se sitúan ya a 10 puntos de la media de la eurozona, más del doble que al comenzar la crisis. Mientras en los países del euro la recaudación equivale al 44,4% del PIB, en España apenas representa el 34,7%. Esto quiere decir que este país no sólo tiene un problema desde el lado del gasto, sino también desde los ingresos públicos, lo que hace más difícil reducir el déficit hasta el 3% del PIB, tal y como se ha comprometido España a finales de 2013. Los gastos dependen de la capacidad del Gobierno para 'meter la tijera', mientras que la recaudación hay que vincularla a la capacidad del Estado para generar recursos. Y los ingresos derivados de la actividad inmobiliaria tardarán en llegar, al menos hasta que se normalice el mercado de la vivienda.
Eurostat confirmó ayer los datos avanzados por el Gobierno hace unas semanas, que suponen haber cerrado el año 2009 con un déficit equivalente al 11,2% del PIB, el más alto desde 1959. Muy lejos, en cualquier caso, del -4,1% registrado un año antes, y a años luz del superávit registrado en 2007, que marca el mejor año de la economía española desde el Plan de Estabilización. El año pasado el Estado se gastó 117.630 millones de euros más de lo que fue capaz de recaudar.
El ejemplo sueco
Tan imponente déficit explica que la deuda pública trepara el año pasado hasta el 53,2%, todavía sensiblemente por debajo de la media de la UE, pero hay que tener en cuenta el punto de partida. Y en 2008 se situaba en el 39,7% del PIB, lo que significa que ha crecido nada menos que un 29,4% en apenas un año. O un 47% desde el comienzo de la crisis. En Grecia, por el contrario, la deuda pública ha escalado hasta representar el 115,1% del producto interior bruto, lo que supone un aumento del 15,2%, la mitad que en el caso español. La distancia con la UE, sin embargo, continúa siendo importante. de 25 puntos de PIB, cinco menos que un año antes.
Las cifras de la agencia europea de estadísticas revelan que no todo en los países la caída de la actividad económica ha tenido efectos devastadores sobre las cuentas públicas. Ni siquiera en algunas de las naciones con mayor gasto público destinado a financiar el Estado de bienestar.
Este es el caso de Suecia o Luxemburgo, donde el desequilibrio fiscal representa menos del 1% del PIB. Un 0,5% en el primer caso y un 0,7% en el segundo. Y eso que en Suecia el gasto público representa nada menos que el 56,5% del producto interior bruto. La diferencia estriba, una vez más, en la recaudación del Estado, que lejos de caer, como ha sucedido en España de forma intensa, incluso ha crecido dos décimas en medio de la recesión, hasta el 55,7% del PIB. Por eso, la deuda sueca se mantiene en el 42,3%, por debajo de la española, cuando hace tres años era seis puntos porcentuales más elevada
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