De expectativas y esperanzas, podríamos hablar. Pero nadie objeta que las innovaciones y el conocimiento generen crecimiento económico pero la economía se ha externalizado y parece como si el cambio tecnológico y las nuevas innovaciones cayeran del cielo como maná. No se tiene en cuenta que el conocimiento cuando es nuevo, tiene altos costes y altas barreras. Y ahí es donde debería mirar el sector público por establecer un sistema de apoyo. De esta manera es muy fácil siguiendo la “ventaja comparativa” especializarnos en la gastronomía, en el turismo y en ser “pobre”.
No todos los bienes y servicios dan lugar a rendimientos crecientes al expandirse la producción, cuando los costes fijos son muy altos se dan importantes economías de escala o rendimientos crecientes, lo que a su vez crea barreras muy altas a la entrada de competidores, y se crea una estructura de mercado oligopolista muy alejada de la hipótesis estándar de la economía neoclásica, y es muy difícil competir con empresas con esa estructura de costes.
Lo cierto, es que vamos tirando y por eso no nos quejamos, porque dicen los nobles turistas que repiten y que vienen a España, es decir, que vuelven. Pero esto parece una gracia de la naturaleza.
Señalaba el economista el ejemplo exitoso de Iberia, de una economía de escala, con altos costes fijos, con altas barreras al conocimiento, pero creo que se reconocía que antes Iberia había sido una empresa pública, aunque con errores de gestión, pero yo creo que ese sistema de apoyo público y no otro es el que pudo gestionar los altos costes fijos de una economía de escala; no podemos sacar oro del maná y después atacar a la gestión pública de que no tiene éxito, y darle el éxito a la iniciativa privada que se ha aprovechado de esos costes, sería injusto.
Creo que ahí, es donde haría falta un sector nacional o autonómico que financiara el conocimiento y la innovación y que creara los puestos de trabajo. Pero hablando de conocimiento, es que todo está relacionado, no sólo se trata de conocimiento científico, sino del conocimiento sobre una totalidad, sobre la universalidad del cosmos.
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Siempre dirán que el quietismo de la filosofía, mucho más el de la filosofía española, es mucho peor que cualquier “eclecticismo”. Y después se nos tacha de eclécticos. A mí no me gusta ser una ecléctica, es como si estuviésemos aquejados de algo peor.
La vida necesita del pensamiento, de convicciones claras, de saber a qué atenerse. Pero no se nos da la visión de un “puesto en el cosmos”, la visión de un orden.
Mi formación es jurídica, pero el hombre no participa de forma creadora en el esplendor de la cultura moderna, donde se ha sentido humillado y sediento. Ni siquiera la ciencia y toda su obra de divulgación cuyos remedios han venido a ser más graves que la enfermedad. Y es que el hombre está aquejado de falta de pensamiento. Así ha saltado el furor de las masas. Y es que el saber ofrecido es inasequible, se gana inquietud con el conocimiento, y la ignorancia tampoco resulta habitable.
Vivir en crisis es vivir en inquietud. La crisis muestra las entrañas, el desamparo del hombre que se ha quedado sin asidero, sin punto de referencia. Entonces, en medio de tanta desdicha, tal vez tengamos el privilegio de poder ver más claramente. El privilegio del conocimiento. Que es visión y no sistema. Y a veces es deslubramiento como le pasa al perplejo, que está como sobrado de conocimiento.
La gravedad de la crisis en la falta de creencias suele coincidir con la sobreabundancia de ideas. Esta es la causa de nuestra inquietud, al fallarnos las creencias lo que nos falla es la realidad misma que se nos adentra a través de ella. La vida se nos vacía de sentido y el mundo, la realidad se desliza. Por eso estamos inquietos e inactivos.
Eso aclarará el por qué de la soledad en que nos quedamos en las épocas de crisis, siendo perplejos o eclécticos de todo o de nada, nos hemos cerrado a la realidad y ella se oculta de nosotros y la realidad de nuestra vida se halla en suspenso, que esa sería como su única trascendencia.
El ser humano es constitutivamente crédulo, sí, esto se sabe, que somos optimistas por naturaleza, eso dicen los estudios neurocientíficos, cualquier desconfianza o duda se produce sobre esta confianza anterior.
Mas sin esta disposición a aceptar y a fiarnos de “todo”, nada -por cierto que fuera- podría ser creído, como muestra claramente algunas situaciones históricas. Pues mientras mayor es la confianza, mayor es la realidad que puede penetrar. Así es que aceptamos la realidad pero porque también le demandamos algo, creencias a las que nos aferramos con más ahinco. Y es que hay un hecho todavía peor que el de la entera confianza, y es el hecho que nos ha llevado a destruirla, y es que no tenemos suficiente con ella, somos más que ella. Esperanza del pasado, y es que en el recuerdo parece alimentarse para recobrarlo todo. Y es que en la esperanza es donde está sin duda la totalidad, la universalidad del universo.
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La teoría de las expectativas racionales, bueno, no sé si esto es algo mejor para empezar a creer, pero te felicitamos por haber cenado con un Nobel, y por este artículo que nos has dejado, en el que profundizas mucho más sobre los temas de la economía.
(Espero que disculpe el obsevador economista la extensión de mi escrito, la ocasión lo merecía)
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