martes, 14 de diciembre de 2010

denegación y acto inculto

denegacion y acto inculto

En el discurso de los hombres el mundo suele designarse como un conjunto de inanimados abstractos integrados en el universo del sujeto. La realidad aparece como un hecho ya cultural vinculado a la historia colectiva e individual del sujeto masculino.
Nunca deja de ser una naturaleza secundaria, arrancada de sus raíces corporales, de su entorno cósmico, de su relación con la vida. Esta relación sólo expresa denegación, y permanece en un perpetuo paso al acto inculto.
Sus modalidades cambian, la inmediatez ciega del acto permanece. Las relaciones del sujeto masculino con su cuerpo, con quien se lo ha dado, con la naturaleza, con el cuerpo de los otros, incluidas sus parejas sexuales, permanecen sin cultivar. Mientras tanto, las realidades que expresa su discurso son artificiales, hasta tal punto mediatizadas por un sujeto y una cultura que no pueden ser compartidas, lo que, sin embargo, constituye la finalidad de la lengua.
Más aún estas realidades están lejos de la vida que se convierten en algo mortífero, como ya diagnosticó Freud al hablar del privilegio cultural de la pulsión de muerte.
El mundo evoluciona. En nuestros días, su evolución parece entrañar un riesgo para la vida y la creación de valores. De estos últimos subsisten a menudo los sometidos al reino del dinero.
El peligro de los medios de comunicación desarrollados por las sociedades de responsabilidad exclusivamente masculina es que pueden impedir que emerjan otros medios de comunicación más vinculados a la vida, a sus propiedades concretas, o destruirlos si ya existen.
La dimensión sexuada es una de las más indispensables y no sólo para la reproducción, sino para la cultura y la conservación de la vida. Se trata, entonces, de saber si nuestras civilizaciones están aún dispuestas a considerar el sexo como una patología, una tara, un residuo de animalidad, o si por fin han llegado a ser lo suficientemente adultas como para concederle su estatuto cultural humano.

Semejante cambio pasa por la evolución de los aspectos sexuados de la lengua y de todos los medios de intercambio.

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Hoy se vende a través de la imagen también el lenguaje y todo, y no es cosa secundaria. Son medios de producción como pueden ser otros. Por tanto hay que tratar con ellos.
Hablo de la representación del cuerpo propio y de los afectos humanos. Tema del que poco he sacado en positivo. Y que siempre permanece inculto. Y que lo resolvemos casi por omisión siempre. Es decir como si no existiera, para ellos no tiene valor o si lo tiene es secundario. No quiero personalizar en nadie.
Para ellos solo tendría valor en tanto afecta a la genealogía masculina, al problema que hablaba al principio de generación y de valor institucional y social. Aquí es donde está el verdadero conflicto afectivo en el hombre.
Y la mujer no ha sabido entrar de lleno aquí, antes lo hacía por el matrimonio y ahora que se han liberalizado las relaciones ella queda como algo que tiene un valor secundario. Sólo en las relaciones entre madres e hijas se podría encontrar un valor de autorreferencia para ella misma.


Me gustaría destacar que a mi parecer no se habla de la dimensión sexuada de la vida o de la diferencia y tan sólo ésta queda como reducida a la reproducción.
La dimensión sexuada es una de las más indispensables y no sólo para la reproducción, sino para la cultura y la conservación de la vida.
 
Y se trata de saber si nuestras civilizaciones están aún dispuestas a considerar el sexo como una patología, una tara, un residuo de animalidad, porque eso es lo único a lo que se la ha reducido en internet o si, por fin, han llegado a ser lo suficientemente adultas como para concederle su estatuto cultural humano.

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