Cuando se habla de la liberalización del sector servicios en Alemania, el problema de fondo no son tanto los costes salariales, la competitividad o la deflacción. Se habla del papel de los colegios profesionales, del Estado y de la sociedad y, muy especialmente, del papel que desempeña en Alemania el sistema educativo, así como de la importancia que tienen los títulos académicos en el desempeño de algunas actividades labores y de cómo estos títulos se transforman, en ocasiones, en mecanismos corporativos que coartan la libre concurrencia y permiten ordenar el mercado laboral y las percepciones salariales.
En Alemania, desde 1870, el sistema educativo es la base angular de la segmentación social del país y de su mercado laboral (trabajos de Fritz K. Ringer). El hecho de tener el Abitur es vital para determinar el futuro laboral y social de los alemanes y, por cierto, tenerlo o no tenerlo es una decisión que se plantea a los escolares a los 12 años. Aquellos que escogen estudiar para ir a la universidad, se encuentran con un mercado laboral propio de las clases medias profesionales con buenas remuneraciones e incentivos sin necesidad que el Estado, a día de hoy, fije esas buenas condiciones laborales, como ocurría antes de la Segunda Guerra Mundial. Gran parte de esas buenas condiciones de trabajo se sustentan en asociaciones profesionales/corporativas que representan a sus asociados y que logran, gracias a una autonomía concedida tras la Segunda Guerra Mundial con la esperanza de fortalecer a la sociedad civil, ordenar mejor el mercado; es decir, aprobar estatutos, reglamentos, requisitos… que limitan la competencia y jerarquizan la oferta de trabajo. Obviamente, esto repercute en costes salariales más elevados, pero también en un mercado laboral que coordina mejor la oferta y la demanda de empleo al someterse a criterios uniformizadotes de perfiles laborales y educativos (en otra entrada de este foro discutimos sobre los problemas que había en España para lograr este “mejor” funcionamiento del mercado laboral).
El problema, como ocurre con estas organizaciones corporativas, es que estas demandas también son trabas a la libre competencia y a la consiguiente reducción de costes salariales.
Por el contrario, aquellos trabajadores que en Alemania han cometido la locura de no tener ningún título académico, se encuentran encerrados en nichos labores con unas condiciones de trabajo que, incluso aquí, darían escalofríos. Todos los que hemos estado un tiempo allí, nos quedamos sorprendidos de la cantidad de cadenas de distribución de alimentos y tecnología que existen en Alemania, de su feroz competencia de precios y de los baratas que resultan para los alemanes (quienes, a su vez, patean 5 km si hace falta para comprar el producto más barato). Claro, como aquí sí que hay competencia, los salarios dan escalofríos (inferiores al salario mínimo español) y no hay cortapisas a la libre iniciativa empresarial.
En mi comunidad autónoma, un profesor asociado de universidad cobra por ley la hora a 12’7 euros brutos, computando pagas extras, mientras que un camarero de una discoteca puede cobrar 12 euros en negro la hora. Que un Kellner cobre casi lo mismo que un Doktor, en Alemania es inconcebible.
Ahora bien, ¿quién debe decidir cuánto cobramos…? ¿El mercado, el Estado, las asociaciones corporativas como la de los controladores aéreos…?
La gente que se escandaliza tanto por el mercado dual español y exige inmediatas reformas, no sé que diría del mercado laboral alemán o francés, mucho más segmentados y correctamente “ordenados” por el Estado, sindicatos o asociaciones corporativas. Por otra parte, en Alemania, el Estado no tiene ya casi discrecionalidad para hacer las reformas necesarias para ajustas esos costes laborales mediante liberalizaciones, porque, como ya hemos comentado, sindicatos y corporaciones tienen una gran autonomía para decidir sobre su mercado laboral. Las negociaciones que cualquier reforma requiere en Alemania son titánicas en comparación con España. Pero, como ya se ha señalado, quienes no se encuentran protegidos por esa red de protección asociativa/corporativa se enfrentan a una cruda realidad sin paliativos.
El dualismo laboral en España pivota sobre: economía sumergida/legal, sector privado/público, pequeña empresa/gran empresa, sindicatos/no sindicatos… Estas diferencias en Alemania están más directamente enraizadas con el colectivo laboral/profesional al que afectan y su nivel formativo. Por tanto, la inequidad está más concentrada y menos generalizada/distribuída.
PD: Antes confundí a Carlos Cuesta con Carlos Paredes. Pido perdón por el error, pero juraría que a veces he leído por aquí posts de Carlos Cuesta parecidos.
En Alemania, desde 1870, el sistema educativo es la base angular de la segmentación social del país y de su mercado laboral (trabajos de Fritz K. Ringer). El hecho de tener el Abitur es vital para determinar el futuro laboral y social de los alemanes y, por cierto, tenerlo o no tenerlo es una decisión que se plantea a los escolares a los 12 años. Aquellos que escogen estudiar para ir a la universidad, se encuentran con un mercado laboral propio de las clases medias profesionales con buenas remuneraciones e incentivos sin necesidad que el Estado, a día de hoy, fije esas buenas condiciones laborales, como ocurría antes de la Segunda Guerra Mundial. Gran parte de esas buenas condiciones de trabajo se sustentan en asociaciones profesionales/corporativas que representan a sus asociados y que logran, gracias a una autonomía concedida tras la Segunda Guerra Mundial con la esperanza de fortalecer a la sociedad civil, ordenar mejor el mercado; es decir, aprobar estatutos, reglamentos, requisitos… que limitan la competencia y jerarquizan la oferta de trabajo. Obviamente, esto repercute en costes salariales más elevados, pero también en un mercado laboral que coordina mejor la oferta y la demanda de empleo al someterse a criterios uniformizadotes de perfiles laborales y educativos (en otra entrada de este foro discutimos sobre los problemas que había en España para lograr este “mejor” funcionamiento del mercado laboral).
El problema, como ocurre con estas organizaciones corporativas, es que estas demandas también son trabas a la libre competencia y a la consiguiente reducción de costes salariales.
Por el contrario, aquellos trabajadores que en Alemania han cometido la locura de no tener ningún título académico, se encuentran encerrados en nichos labores con unas condiciones de trabajo que, incluso aquí, darían escalofríos. Todos los que hemos estado un tiempo allí, nos quedamos sorprendidos de la cantidad de cadenas de distribución de alimentos y tecnología que existen en Alemania, de su feroz competencia de precios y de los baratas que resultan para los alemanes (quienes, a su vez, patean 5 km si hace falta para comprar el producto más barato). Claro, como aquí sí que hay competencia, los salarios dan escalofríos (inferiores al salario mínimo español) y no hay cortapisas a la libre iniciativa empresarial.
En mi comunidad autónoma, un profesor asociado de universidad cobra por ley la hora a 12’7 euros brutos, computando pagas extras, mientras que un camarero de una discoteca puede cobrar 12 euros en negro la hora. Que un Kellner cobre casi lo mismo que un Doktor, en Alemania es inconcebible.
Ahora bien, ¿quién debe decidir cuánto cobramos…? ¿El mercado, el Estado, las asociaciones corporativas como la de los controladores aéreos…?
La gente que se escandaliza tanto por el mercado dual español y exige inmediatas reformas, no sé que diría del mercado laboral alemán o francés, mucho más segmentados y correctamente “ordenados” por el Estado, sindicatos o asociaciones corporativas. Por otra parte, en Alemania, el Estado no tiene ya casi discrecionalidad para hacer las reformas necesarias para ajustas esos costes laborales mediante liberalizaciones, porque, como ya hemos comentado, sindicatos y corporaciones tienen una gran autonomía para decidir sobre su mercado laboral. Las negociaciones que cualquier reforma requiere en Alemania son titánicas en comparación con España. Pero, como ya se ha señalado, quienes no se encuentran protegidos por esa red de protección asociativa/corporativa se enfrentan a una cruda realidad sin paliativos.
El dualismo laboral en España pivota sobre: economía sumergida/legal, sector privado/público, pequeña empresa/gran empresa, sindicatos/no sindicatos… Estas diferencias en Alemania están más directamente enraizadas con el colectivo laboral/profesional al que afectan y su nivel formativo. Por tanto, la inequidad está más concentrada y menos generalizada/distribuída.