El amor romántico, dice la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, no es una emoción. Es más bien “un sistema de motivación, un impulso que forma parte del sistema de recompensa del cerebro” El cerebro, en función de cómo transcurre la relación amorosa, une al impulso a una serie de emociones. La corteza prefrontal acumula los datos, los organiza y pone en pie estrategias para fomentar la relación amorosa.
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