martes, 14 de diciembre de 2010

otras técnicas que no son el psicoanálisis

Es interesante que nos reconozcamos en algunos aspectos. Pero seguro que no sólo en los negativos, porque las emociones negativas tenemos que verlas como circunstancias exteriores a nuestro propio yo, en verdad no tienen casi nunca relación con una circunstancia como dice el psiconalásis de la infancia o traumática, aunque puede que sí, -el psicoanálisis a veces trata de sacar de quicio, de llevar todas estas emociones hasta un límite, de exacerbar y recrear los pensamientos y tampoco es eso del todo-.

Yo pienso que la escuela del psicoanálisis está muy bien, tuvo su momento, pero ahora se está viendo que hay otros modos, tal vez tú dices que exacerbas tus sentimientos por luchar también contra un gremio hostil, pero deberías también luchar contra eso que está en ti mismo, no en otro, porque es la confusión de nosotros con ese ego o ese círculo social de amigos o lo que sea.


La forma tradicional por la que abogaría el psicoanálisis consistiría en dirigir de nuevo esta energía -trátese de una libido inhibida o por el contrario muy activa- hacia su cauce correcto o habitual.

El psicoanálisis hurgaría en las raíces familiares de este sujeto: tal vez un conflicto en la infancia. La sensación de estar privado de algo -de la aprobación o del amor materno, en este caso- se perpetuaría así en la edad adulta: el individuo seguirá castigándose a sí mismo y a su entorno por un conflicto infantil no resuelto. En teoría, si consigue desterrar el conflicto inconsciente -deshacer el condicionamiento infantil- este individuo podría interrumpir el mecanismo que le impide vivir de forma adecuada.


La Universidad de Wisconsin, Estados Unidos-, dice que existe un camino distinto, por el que abogan determinadas filosofías como el budismo, que consiste en no reprimir los deseos, pero tampoco en darles expresión ilimitada sino en intentar liberarse de estos deseos y emociones negativas.

Con este sistema clásico, no podemos librarnos de nuestros fantasmas emocionales sino que nos anclamos en ellos, porque nuestro esfuerzo se centra en encontrar la forma de expresarlos de la forma más segura posible, o en todo caso en eliminar o desactivar facetas o expresiones concretas -anecdóticas- de estas emociones negativas.

Las técnicas de meditación que recomienda el budismo se centran en el convencimiento de que las emociones negativas -el odio, el deseo, la envidia, el orgullo, la insastifacción...- no tienen el poder innato que pensamos que tienen. Son sólo, según esta filosofía, espejismos que asaltan nuestra mente, crecen de forma desproporcionada y nos encierra en un teatro mental peligroso.

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Pues fíjate ahí es donde hay que centrar la mente.

“ Para desactivar estos pensamientos o emociones -sugiere el monje Ricard- hay que saber reconocerlos antes de que desencadenen toda una ristra de emociones negativas de la que luego es muy difícil escapar. Esto se consigue aplicando un antídoto para cada emoción o pensamiento negativo. Con la práctica, nos acostumbramos de forma natural a liberar estos pensamientos cuando llegan a nuestra mente sin demasiado esfuerzo, y los sedimentos rocosos del inconsciente se convierten en hielo que se derrite a la luz de la consciencia ” .

Al final si nos damos cuenta, el cerebro responde a una máquina con un mecanismo que se puede cambiar sólo con algo de esfuerzo por nuestra parte y tampoco es que sea muy difícil, es cuestión de conciencia y de trabajar con nuestro cerebro que es muy plástico y se acostumbra al reflejo de ciertas imágenes pues trabajar con ellas.

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