sábado, 18 de diciembre de 2010

Marx no menciona a los agricultores

En los países ricos también se constata la misma diferencia entre los niveles salariales de la industria y de la agricultura. Aunque la mayoría de los habitantes de Europa fueran todavía agricultores y ganaderos, en las obras de Marx y los primeros socialistas no se les menciona apenas; era entre los obreros industriales donde se descubría la pobreza más sobrecogedora, ya que la pobreza urbana tiene a menudo un aspecto más miserable que la rural. Cuando los obreros urbanos, con un creciente poder político, pudieron presentar sus demandas de salarios más altos y se beneficiaron de la mayor productividad en la industria, fueron los agricultores los que quedaron económicamente atrás. Los industriales, y también paulatinamente los obreros urbanos, gozaban de la protección de su gran poder de mercado, podían mantener los precios altos y evitar una “competencia perfecta”. El industrialismo consolidó así lo que John Kenneth Galbraith llamaba “el equilibrio de poderes compensados”, esto es, un sistema en el que la riqueza se basa en una competencia extremadamente imperfecta tanto en el mercado laboral como en el de productos físicos. El industrialismo era un sistema basado en una triple manipulación del mercado por parte de los capitalistas, los obreros y el Estado. La competencia perfecta de los textos de economía sólo se daba en el Tercer Mundo.

Alrededor de 1900 el sistema de bienestar europeo y el triple poder compensado en la industria había mejorado considerablemente la suerte de los obreros industriales. Poco a poco se fue configurando la idea de que no sólo se podía explotar a los obreros industriales, sino que las ciudades tembién podrían explotar a los obreros industriales, sino que las ciudades también podrían explotar a los agricultores. Esto llevó a plantear que también había que proteger la renta de los agricultores frente a la competencia de los agricultores de países más pobres, o de los que trabajaban en mejores climas. La protección de los productos agrícolas surgió pues de una lógica totalmente diferente a la de los aranceles industriales, que formaban parte de una estrategia ofensiva para fomentar el buen comercio, emular la estructura industrial de los países más ricos y orientar el sector productivo de cada país hacia las áreas en las que tenían lugar las explosiones de productividad, ya fueron tejidos de algodón, ferrocarriles o autómoviles. Los aranceles sobre productos agrícolas constituyen en cambio una estrategia defensiva con el objetivo de proteger a los agricultores pobres de los países industrializados frente a agricultores aún más pobres de los países pobres.




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