lunes, 20 de diciembre de 2010

hay que superar el dolor

Sin emociones no hay nada

Las emociones aunque son algo natural, son algo que tenemos que aprender a conocer, es decir, esa masa informe de emociones tenemos que aprender a comprenderla y a hacer de ella nuestra aliada.

-Tampoco basta con escuchar.

-No, hay que escuchar atentamente, porque a veces escuchamos y oímos más que escuchamos. Hay que aprender a escuchar de verdad.

-Y tampoco basta con llorar…

-No, porque hay que superar el dolor.

-Hay que llorar y luego hay que superar el dolor.

-Sólo así se supera.

-No hay que estancarse en esas emociones negativas.

-Y no hay receta mágica tampoco.

-No, no hay receta mágica pero no es tan difícil como las personas piensan. Yo creo que la receta mágica está en perder el miedo a sufrir. Perder el miedo a cambiar. Y ver la vida en vez de como una línea recta del nacimiento a la muerte, verla como un paisaje que tendrá sus momentos álgidos y tendrá esos desiertos en que no queremos estar pero que sin embargo nos ayudan a seguir el camino.

-Eso de no basta con llorar y hay que aprender a superar el dolor, es tanto como decir: el duelo.

-Claro porque todas estas emociones tan duras intentamos distraernos de ellas. Y es imposible. La vida está llena de emociones buenas y malas.
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Dice Josep Lopez, un psicólogo: “En seguida me sentí indignado por esa discriminación hacia el dolor emocional. ¿Acaso duele menos la pérdida de un ser querido que una piedra en el riñón? ¿Duele menos el rechazo de un amante que una torcedura de tobillo? Es más, ¿hay alguna diferencia real entre un dolor y otro? Decidí seguir leyendo para ver qué había detrás de aquel titular tan sugerente y descubrí con asombro el siguiente subtitular: “Un equipo de científicos de EE.UU. afirma que la zona del cerebro que procesa el dolor físico también se encarga de procesar el emocional”.”
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Las emociones son casi nuestra piedra de toque, repercuten directamente en nuestro comportamiento. Somos mente, cuerpo y emociones. Lo que no podemos hacer es a las emociones ignorarlas porque luego pasan al inconsciente y entonces nos controlan ellas como marionetas.

Es un espejismo creer que la infancia y la juventud nos iguala, en una sociedad donde la juventud es muy importante y además la juventud tiene esta sensación de poder comerse el mundo y a menudo no nos explican cuando somos jóvenes que esto se termina y se termina muy deprisa y luego te encuentras con la vida que has elegido tal vez a una edad muy temprana.

Los conocimientos académicos no sirven para vivir la vida, la procedencia social y académica no sirve a las personas para sentirse bien consigo mismas que es lo más importante. Serán muy inteligentes pero no tienen inteligencia emocional, no saben comportarse.

Está el miedo a las emociones negativas, porque no nos enseñan la introspección, nos enseñan distrayéndonos, a distraernos de ellas, pero no a ir a cada paso de cada emoción vital, conociéndonos.
Las emociones hemos de aprender a conocerlas. Nos puedes decir entonces que no basta con amar, ¿por qué no basta con amar? Porque las emociones aunque son algo natural, hay que aprender a conocerlas, a comprenderlas porque es una masa informe, para hacer de ellas nuestra aliada.
Y distinguimos entre emociones positivas y negativas, aunque realmente es una mala distinción, la distinción tendría que ser entre emociones útiles y perjudiciales. Porque algunas emociones nos ayudan a transformarnos y parte de la vida es la transformación. No hay que estancarse.

En nombre de un ideal o una ilusión eso ya es muy personal podemos ir. Yo creo que todos no hemos venido aquí para lo mismo, cada uno tiene que seguir su camino.

En el caso de los griegos intentaron contestarnos y nos dijeron: lo más importante es “conócete a ti mismo”. Yo creo que nos equivocaron, no terminaron de decirnos cómo, pero ya digamos que a medida que fuimos avanzando en la historia de la filosofía nos decían menos y menos lo que teníamos que hacer, lo más que escuchábamos era “renuncia a tus deseos” y yo creo que desde luego en ningún caso hay que renunciar a los deseos y a las emociones.

Las emociones son una especie de masa negra, por eso nada de reprimirse. Las emociones son la vida. Sin emociones no hay nada.
Estas cosas que parecen normales que no les prestemos atención pero que a todos nos abruman en algún momento de nuestra vida. Claro, es que vivimos con ello minuto a minuto. Es que las emociones son algo, es de lo que estamos hechos, de emociones. Para ser dueños y no cautivos de nuestras emociones, como hubiese dicho Shakespeare.

Cuando nacemos nos dicen que no somos creativos, que la creatividad es un don de unos pocos, y a mí me dijeron que todos somos creativos, que había que encontrar una forma de expresarse.

“La sensación que yo tuve es que se podía hablar de las emociones de una forma más práctica como con la piel. Yo soy una persona muy emocional y a lo largo de mi vida me daba cuenta de que me habitaban todas estas emociones, pero que con todo lo que me habían enseñado, no me habían enseñado tal vez una de las cosas más importantes, es a reconocer estas emociones, a ponerles nombre y a convivir con ellas. Y claro el problema con eso es que si tú no te conoces bien a ti mismo y no conoces bien tus emociones, no controlas bien tu comportamiento. Esto es algo que muchas personas no se dan cuenta. Entonces no comprenden en qué emoción estamos navegando en un determinado momento del día o en una determinada etapa de la vida, es una pena porque realmente entonces nos dejamos llevar ciegamente por una corriente. Por eso tengo que lograr realmente transmitir lo que es una emoción y cómo podemos lograr a través de esta emoción una mejor vida. Todos tenemos una brújula, y es una brújula interior, cada uno tiene la suya. No pensamos, sino sentimos, estamos hechos de emociones. Al ignorarlas ellas nos controlan, y no hace falta rebelarse, hace falta conocerlas y entonces las podemos guíar. Muchas personas se sienten perdidas, expresando esta falta de rumbo, es la necesidad de encontrar una brújula.” (Elsa Punset)

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Cito a Cioran:

El ser mismo no es más que una pretensión de la Nada.

Y es que no hay vida más que en la falta de atención a la
vida. El espíritu se aja al acercarse a la salud: el hombre
es inválido o no es.

Pero continúa prefiriendo su propio fracaso a la
naturaleza que fracasa eternamente en la salud.
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Sabiduria para la existencia.

Los pueblos jóvenes sacrifican la dicha a la eficacia, y no admiten la legitimidad de ideas contradictorias, la coexistencia de posiciones antinómicas.

Todos sus éxitos les vienen de su salvajismo, pues lo que cuenta en ellos no son sus sueños, sino sus impulsos.

¿Que se inclinan a una ideología? Aviva su furor, hace valer su trasfondo bárbaro y les mantiene despiertos. Cuando los pueblos viejos adoptan una, les embota, mientras les dispensa esa pizca de fiebre que les permite creerse vivos de algún modo: ligero empujón de lo ilusorio…
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Ya no más aventuras colectivas, no más ciudadanos, sino individuos lívidos y desengañados, capaces todavía de responder a una utopía, a condición, sin embargo, de que venga de fuera, y de que no deba tomarse la molestia de concebirla. Si antaño morían por el sinsentido de la gloria, ahora se abandonan a un frenesí reivindicador; la «felicidad» les tienta.

Apostar a la desaparición de los instintos guerreros, creer en la generalización de la decrepitud o del idilio, el ver lejos, demasiado lejos: la utopía es presbicia de los pueblos viejos.

A lo máximo, concebimos la dicha; nunca la felicidad, privilegio de las civilizaciones fundadas sobre la idea de salvación y sobre la negativa a saborear sus males, a deleitarse en ellos; pero no como sibaritas del dolor, retoños de una tradición masoquista.

¿Quién nos columpiará entre el Sermón de Benarés y el Heautontimoroumenos? «Soy la herida y el puñal»: tal es nuestro absoluto, nuestra eternidad. (Verso del poema de Baudelaire «Heautontimoroumenos»).

Hemos elegido desaparecer por nuestras obras, no por nuestros silencios: nuestro futuro se lee en la risotada de nuestros rostros, en nuestros rasgos de profetas mortecinos y afanosos.
Mientras teníamos el prejuicio de la vida, abrazábamos un error que nos ponía en pie de igualdad con los otros…

Pero nos hemos evadido de la especie…
Desacostumbrados de ser hombres, rompiendo nuestra osamenta, nos ha reducido a una existencia fofa, invertebrada extendiéndose sobre la materia para mancharla de baba.
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The being himself is not any more than a pretension of Nothing. And it is why there is no life any more than in the lack of attention to the life. The spirit gets messed up on having approached to the health: the man is invalid or is not. But he continues prefering his own failure than the nature that fails eternally in the health.

While we had the life’s prejudice embraced a mistake that was putting us in foot of equality with others… But we have escaped of the specie…

Broken of the habit of being men, breaking our skeleton, it has reduced us to a spongy, invertebrate existence spreading on the matter to stain it with slobber.

We have chosen to disappear by our works, not by our silences: our future is read in the guffaw of our faces, in our characteristics of dim and laborious prophets.

Embrace the life’s prejudice.

Already not more collective adventures, not more citizens, but individuals livid and disillusioned, capable still of answering to a Utopia, to condition, nevertheless, that it should come from of out, and that they should not take to them the inconvenience to conceive her.

If long ago they were dying for the senseless of the glory, now they give up to a frenzy replevisor; the “happiness” tempts them.

To bet on the disappearance of the warlike instincts, to believe in the generalization of the decrepitude or of the idyll, to see far, too far: the Utopia is a farsightedness of the old peoples.

Wisdom for the existence.

The young peoples sacrifice the happiness to the efficiency, and do not admit the legitimacy of contradictory ideas, the coexistence of antithetic positions. All their successes come from their savagery, so what they counts in them are not their dreams, but their impulses.

Do they incline that to an ideology? It intensifies their rage, is been worth its Barbarian background and keeps them awake. When the old peoples adopt one, it dulls them, while it give dispensation this pinch of fever that allows them to believe alive somehow: light push of the illusory thing…

To the maximum thing, we conceive the contentment; never the happiness, privilege of the civilizations founded on the idea of salvation and on the denial to savour its evil, to be delighting in them; but not since like sweetoothed of the pain, shoots of a masochistic tradition.

Who will swing us between Benarés’s sermon and the Heautontimoroumenos? “I am the wound and the dagger “: such it is our absolutly, our eternity. (Verse of Baudelaire’s poem “Heautontimoroumenos”.
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Los grandes solitarios de antaño eran felices, no conocían la doblez, no tenían nada que ocultar: no se relacionaban más que con su propia soledad.

Ya no esparces a tu alrededor una vaga irradiación fúnebre, y no dejas al pasar un rastro de melancolía.

Tú arrastras tu desierto en las ferias y despliegas tus talentos de cancerígeno sonriente, de comediante de lo irreparable.

Pues el dolor, agente de separación, principio activo de individuación, niega las delicias de un destino normal.

Yo me dirijo sin fin, para descubrir un dios abandonado, y dormirme a la sombra de sus últimas dudas.
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Es curioso el dolor que puede llegar a producir algo que no es físico y si encima le sumamos la apatía que ese estado nos produce……entonces ya podemos hacernos a la idea de que vamos a cargar con una buena mochila cargada de peso y dolor en la espalda durante un largo periodo de tiempo.
Animos a todos lo que sentimos “dolor en el corazón”.

El comentario me ha recordado que la psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross decía que “cuando aprendemos nuestras lecciones, el dolor se va.” El psiquiatra Boris Cyrulnik también sugiere que las personas que superan mejor su dolor logran “insertarlo en una historia”, es decir, dotarlo de sentido. Son dos sugerencias… un abrazo: dice Elsa.

Curiosamente, eso es un cerebro que nos engaña, nos engaña porque él quiere que logremos sobrevivir en un mundo que percibe como muy agresivo y entonces nos está diciendo constantemente que hay peligros por todas las partes. Y nos fijamos tanto en esos peligros. Y los inventamos tanto a menudo que tenemos esta capacidad prodigiosa que no tienen los demás animales de inventar peligros (tanto de cosas buenas, también), y entonces a menudo los seres humanos se estancan en estos miedos, en estas iras mal expresadas, en vez de realmente dedicarse a fomentar sus emociones positivas y a vivir.
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En un mundo donde todo se mide, los afectos, también se miden los juicios morales, por ejemplo, lo hace la Universidad de Harvard, a través de eso que llamamos la encuesta del “juicio moral”.
Y yo me pregunto cómo deciden los humanos y cómo se puede saber qué es bueno y qué es malo.

-Hay varias teorías, este test en particular que mencionas de la Universidad de Harvard es de un biólogo llamado Marc Hauser, que es digamos uno de los grandes especialistas en moralidad. El ha escrito un libro que se llama “mentes morales” para saber si naturalmente somos morales o no. Su impresión es que sí y la impresión en general de los expertos es que los humanos son naturalmente empáticos y tienden a la justicia social siempre y cuando el entorno y el cerebro no les esté diciendo “cuidado, esto es peligroso”. Es decir, el humano cuando siente que está en un entorno justo, democrático, transparente, lo que nos dicen los expertos es que tendemos a reaccionar de forma justa, democrática y transparente.

Ahora bien, si pensamos que tenemos delante una banda de ladrones o de tramposos, entonces hacemos trampas y tratamos mal a los demás.

Por eso, el entorno es tan importante en nuestras tasas de felicidad.

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