Sobre la muerte
Cuando las personas logran atesorar una vida larga en la que van cubriendo sus distintas fases, necesidades y tareas a enfrentar, así como sus realizaciones y frustraciones, una visión panorámica de la totalidad de su vida se manifiesta con claridad en su conciencia. Para muchos representa el balance previo al final que se acerca, cuando se experimenta que ya no hay apenas futuro en la tierra y sí, en cambio, mucho pasado.
Cuando la vida declina, la mirada se orienta al pasado y trata de dar sentido a la vida vivida, ponerse en paz con lo obrado, con lo realizado y con lo no realizado, con los afectos y los seres queridos, con los aciertos y los errores, las ternuras y las culpas, lo que ha sido y lo que pudo haber sido, los logros y las frustraciones. Debemos, en fin, enfrentarnos a nosotros mismos y encontrar sentido. Ello requiere varias direcciones:
1.Asentir al pasado y a la propia vivencia de los tres pecados.
2.Lograr el orden y el amor en el Alma Gregaria.
3.Y rendirse a los enormes poderes de la existencia.
Frente a las miles de decisiones que creímos tomar, las que nos llevaron a vías de expansión o de retracción, de amor o de lucha, ante todas sin excepción y a pesar de los pellizcos de dolor que puedan seguir activos, esbozamos la sonrisa del que puede mirar como observador privilegiado y asentir a sus pecados y a sus logros. Inclinados ante el crepúsculo de poniente nos llenamos del amor que siempre estuvo en todo, en su trasfondo. En lo que dimos, en lo que hicimos, en lo que recibimos.
Morimos en paz cuando estamos en sintonía con la vida vivida y en paz con todos aquellos que contribuyeron a nuestro camino o nos acompañaron en él: padres, abuelos, hermanos, hijos, parejas, amigos, compañeros, socios, colaboradores, maestros, todos aquellos con los que tuvimos algún tipo de nexo o ontercambio. Logramos la paz a través del asentimiento y del movimiento emocional de amarlos a todos, con independencia de lo que nos dolió, o incluyendo precisamente lo que nos dolió.
La muerte nos verifica, o sea nos confronta con la verdad. No con la verdad que se parece a un argumento más para tener razón en nuestras cuitas, sino con la verdad que nos hace tomar la perspectiva adecuada y ver todo como un baile con sentido. Ante la perspectiva de la muerte concordamos con el sentido de lo que nos tocó tal como fue. En ella también amamos a los que parecían nuestros enemigos, porque la muerte no sólo verifica sino que también iguala.
De repente comprendemos que todos somos iguales, uno y el mismo, y que en la coreografía que nos tocó ejecutamos nuestros movimientos de la forma que pudimos y que la vida quiso igualmente que los otros ejecutaron los suyos.
Al fin la tarea es sencilla: ponerse en paz con todos, restaurar el equilibrio de lo que injusto y podemos compensar, asumir nuestras culpas y dejar las de los demás como parte de su camino, deshacer los secretos mantenidos, alegrarse por todo lo maravilloso realizado, bendecir la vida que sigue a través de nuestros hijos y bendecirlos a ellos (o a otros, si no hemos tenido hijos), dar por fin el lugar que le corresponde a cada uno.
Porque ante la muerte se agudiza el miedo pero también la valentía. Ya poco tenemos que perder y por fin somos un poco más libres para un últio intento de deponer la lucha, de rendir las armas y dejar caer la máscara del ego. Entonces ganamos tanta perspectiva que amamos con mayor facilidad.
Es la ultima oportunidad para lograr el orden en el Alma Gregaria. Es muy simple: reconocer y darle su lugar a todos y cada uno de aquellos que forman parte de nuestra red de vínculos, y que todos sin excepción puedan ser amados y dignificados, con total independencia de los hechos que hubieran sucedido. El orden encauza aquellas relaciones y vínculos que el amor encendió para crear las sinapsis de nuestra Alma. En una de sus facetas imperativas el orden es copulativo, se limita a sumar e incluir.
Y rendirnos a los grandes poderes, a la sexualidad y la muerte, es una de nuestras última tareas. Ambos son poderes que nos trascienden en mucho y ante ellos sentimos nuestra pequeñez. La vida se nos brindó como regalo durante un tiempo a través de la sexualidad de nuestros padres. Tomando la vida recibida mostramos nuestra rendición al gran poder de la sexualidad, puerta de entrada en la vida. Para encarnar la vida ha sido necesario encarnar una identidad, una profesión, un nombre, un proyecto, ser hijo de, o ser blanco o negro o judío o cristiano o mormón, y tener una historia personal. Ahora se nos exige el gran reto de liberar esa identidad y rendirnos al poder de la muerte, la puerta de salida de la vida, la gran niveladora. Rendirnos a su voluntad y entregarnos.
Joan Garriga
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yo creo que la muerte es como volver al origen.
Esta es una idea que extraigo también de Joan Garriga: “La meta es como el regreso a casa, como enseñaba Kavafis, en Itaca. Ya no vivimos en nosotros mismos, sino que somos vividos por la vida. La vida deja de pertenecernos porque hemos depuesto la presidencia del yo y algo más grande nos ha tomado a su servicio. Entonces nos volvemos espontáneamente benévolos y amorosos, y sensibles al sufrimiento y a la belleza del mundo. “
Entonces podemos sembrar semillas para el futuro pero solamente si hemos sabido ser vividos por la vida, o por esa otra vida que nos hace ver lo diminuto y pequeño que es el yo, y lo poco que sirve. Así podemos comprender mejor esa transición.
Uno ya parece libre de sí mismo, y al mismo tiempo pleno de algo mas grande. Y la muerte pues es como esa gran liberación, que nos inunda de amor y de un silencio infinito.
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En el tema de Opeth : Harvest. La muerte se ve como una salida.
En el huerto ando mirando detenidamente el camino por delante de la puerta.
Escenas marchitadas para nosotros que no podíamos esperar.
Agotado por la caricia más fría, acechando sombras delante.
El halo de muerte, todo lo que yo veo es la salida.
El lamento del doliente pero soy yo el que soy el mártir.
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Into the orchard i walk peering way past the gate.
Wilted scenes for us who couldn’t wait.
Drained by the coldest caress, stalking shadows ahead.
Halo of death, all i see is departure.
Mourner’s lament but it’s me who’s to martyr.
Es musica de black metal o de down tempo, doom metal, que es una música más suave o lenta pero que tiene ritmos oscuros que penetran esa idea lánguida de una cercanía con la muerte. Este estilo puede llegar incluso a tener grandes solos de guitarra y muchos temas armónicos, por eso a mí me gusta.
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Por otra parte, no siempre morimos en paz, no todas la muertes son iguales, aunque digamos que nos iguala. Hay también algo tocante a este punto oscuro y difícil de explicar. La muerte siempre nos confronta con la verdad. Pero yo creo que si superamos este dolor, como dice Joan Garriga, podemos amar con mayor facilidad.
Por otra parte también es como bendecir la vida que también continua a través de los hijos, o de los seres que nos dan testimonio, como también se ha dicho en algun que otro comentario. Es una especie de amor transitivo que se va traspasando de unos a otros, y que se comunica.
Pero la muerte no sólo verifica sino que nos iguala también, en el sentido de que descubrimos que todos somos iguales, y que lo otro era como una coreografía que nos había tocado danzar. Aunque esta idea, como las demás, pueden darse a interpretaciones personales. Aun así, nos verifica, es decir, nos pone en un juicio ante la verdad. Lo cual ya es un contrasentido, de la misma idea.
En realidad todo esto se debe a tradiciones espirituales y de sabiduría. Porque como dice, vuelvo a citar al mismo autor, del que he quedado impresionada por su libro, Joan Garriga: “Logramos la paz a través del asentimiento y del movimiento emocional de amarlos a todos, con independencia de lo que nos dolió, o incluyendo precisamente lo que nos dolió.”
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Y también agradecer a Paloma y a Elsa esta manera o este espacio para poder responderos y poder reflexionar cada día sobre temas tan bonitos y profundos.
muchos besitos!
virginiawoolf:
9 Julio 2010 a las 11:00 pm
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También sobre el dolor nos dice Joan Garriga:
“Penas, enfados, vergüenzas, culpas, angustias, negaciones, deseos de destruir o de destruirse, retos a la muerte o al destino, sacrificios, etc. constituyen huéspedes emocionales que pueden alojarse en nosotros durante el recorrido por el laberinto. Debemos aceptarlos hasta que, en su tramo final, el proceso se complete en el dolor, al que nos rendimos. Un dolor que nos vuelve humildes y reverentes ante la realidad. Abrirse plenamente al dolor es el último movimiento que precede a la expansión súbita de la sonrisa natural que preside la vida. Aunque pueda parecer un contrasentido, vemos que en el dolor se asienta la alegría de vivir, que las personas genuinamente alegres no han estado exentas de tragedias, y que pudieron superarlas con sentido. “Lo que no nos destruye nos hace más fuertes”, dijo Nietzsche.”
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Amar lo que es, dice este autor:
“La oposición a la realidad, que siempre es el momento presente, nos debilita. Y provoca que se esfume nuestra sonrisa del fondo de la conciencia y nos atrape un amargo rictus. ¿Por qué es tan importante la sonrisa? Porque nos hace felices y celebra la vida tal como es, porque sí, sin más. Cuando nos visita lo difícil, el desamor, las pérdidas, las tragedias, nuestra sonrisa queda entre paréntesis por un tiempo. Entonces enfrentamos la proeza interior de lo que supone “amar lo que es” y conectarnos con nuestro ser profundo. Si después de recorrer ese laberinto emocional encontramos la salida, palpamos el trofeo y saboreamos el fruto de un viaje que desemboca de nuevo en la sonrisa esencial.”
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Sobre la idea mística del amor, también digo algo, en el texto de María Zambrano, que está relacionado con la muerte, con la distancia.
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Sobre el amor dice también Joan Garriga:
“Al ir suspendiendo los juicios, que siempre vienen del pequeño yo, se hace sitio el silencio y, consecuentemente, el amor. Ya que el amor, el amor grande, viene del silencio y no evalúa, sólo acoge. El amor es básicamente apreciación y conformidad profunda con la naturaleza de las cosas tal como son, tal como suceden, y de las personas como son y como actúan. El amor grande es contemplativo.”
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Vincent:
7 Julio 2010 a las 12:47 am
A Juan (comentario nº 4): para los que no creeis én después de la muerte, sirve el consejo de El rey León y el ciclo de la vida. Cada persona que muere alumbra un nuevo nacimiento. Servimos de semilla para que florezcan nuevas formas de vida que dan abundancia y color a la tierra que todos hemos de cuidar. Yo es lo que transmito a los míos cuando sale el tema y quiero cree que cuando los padres faltemos, realmente habremos sembrado una buena semilla en nuestros hijos. Así, que, aunque pueda ser metafórico, irse para permitir a los que vienen detrás florecer me parece una buena explicación, teniendo en cuenta que al menos a mí, tener hijos me ha hecho sentir más responsable (y por tanto más maduro y más arriba en miciclo vital y por ende mayor), y la falta de mis padres me hace sentir más próximo a la muerte y más conservador y cuidadoso con todo lo que quiero, incluyéndome a mi mismo. Bueno, y claro, todo esto tan bonito no significa que no duela muchísmo a todos cuando ocurre.
Vincent:
7 Julio 2010 a las 12:55 am
A Victoria: tanto si es creyente como si no, además de lo del ciclo vital que comento antes, creo sirve y es bonito decir que los que faltan nos miran y nos cuidan desde alguna estrella que vemos por la noche. Si podeis localizar una concreta con tu hijo ahora en verano que puedes tumbarte con él a ver el cielo puede ser un rato fantástico. Tal vez no haga falta digas el abuelo está allí. Tal vez conq ue digas que era su estrella favorita yq ue seguro que os mira a través de ella por un agujerito para cuidaros. Bueno, tal vez, lo descubrirá más adelante,… pero no creo te lo tenga en cuenta sino todo lo contrario, recordará como lo reconfortaste gracias a tu historia. Y es todo caso, si tampoco sirve, si que servirá para pasar un arto tú y tú hijo juntos, relajados, con confianza y seguro sentirá que le das el cariño que en este momento de desorientación necesita. Cuídalo mucho.
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