domingo, 24 de enero de 2010

amar implica atisbar el potencial luminoso

amar implica atisbar el potencial más luminoso que encierra otra persona. Sin embargo, solemos olvidar de forma rápida lo que atisbamos cuando empezamos a querer, ya que se trataba de un potencial, no de una realidad totalmente lograda. Cuando somos presas de nuestras propias necesidades y anhelos a lo mejor cargamos a la otra persona con la orden tajante de estar a la altura de todo lo que habíamos vislumbrado, ponemos una tremenda e injustificada presión sobre el otro. Pero no se trata de admirar al otro y de cosechar sobre la marcha sus frutos, sino más bien de contemplar sus posibilidades latentes y de facilitarle las condiciones que le permitan florecer.
Esa es la piedra angular de una relación de amor: crear las condiciones adecuadas para que el otro pueda ser lo mejor para sí o dar lo mejor de sí.
Nuestra tarea por eso no es buscar el amor sino que es buscar todas las barreras que oponemos a su llegada, después de haber atravesado un largo camino de búsqueda interior.
Yo creo que rechazar al otro ser humano, simplemente por ser humano se ha convertido en una neurosis colectiva, bueno esto lo dice una psicóloga Marianne Williamson, ya que nuestros compañeros son seres humanos como nosotros que pasan por el proceso normal de crecimiento; cuando renunciarmos a la obsesión pueril de escudriñar el planeta en busca de la persona perfecta, podemos empezar a cultivar la habilidad de tener relaciones compasivas. Dejamos de juzgar a los demás para relacionarnos con ellos.
Pero ¿por qué tendemos a vernos envueltos en relaciones que no son constructivas? Para el ego -es decir, para las defensas que presentamos ante los demás- aceptarnos como somos, sin defensas ni protecciones, implica que ya no es necesario ese ego, puesto que la autoaceptación es la muerte del ego. Por eso nos atrae la gente que no nos quiere,, desde el principio sabemos que no están con nosotros, más tarde cuando estas personas nos traicionan y nos abandonan, decimos que esto encaja perfectamente con el plan de nuestro ego: no quiero que me quieran. Porque el ego lo que hace es que confunde la excitación con el riesgo emocional, ¿por qué no nos atraen las personas agradables y bien dispuestas? Porque para el ego la persona amable y accesible no es suficientemente peligrosa o no nos excita, cuando la ironía es que es completamente opuesto, son las personas accesibles las que de verdad entrañan más riesgo, porque nos confrontan con la posibilidad de una intimidad auténtica. Son personas que podrían frecuentarnos durante tanto tiempo que llegarían a conocernos, socavarían nuestras defensas, pero no valiéndose de la violencia sino del amor.
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