viernes, 29 de enero de 2010

sólo hay dos actitudes, o amar, o el miedo

Nos enseñan a desconfiar, recelar, sospechar,
despreciar, odiar... ¡Que nos enseñen a
amar! Nos enseñan que el mundo es peligroso,
pudiendo enseñarnos que es fabuloso.

¿Por qué hacemos eso?
La educación aún premia las emociones defensivas
ante el mundo, en lugar de premiar
las emociones amorosas hacia el mundo.

Será por algo, ¿no?
Porque seguimos anclados en lo que hace
100.000 años resultó útil para sobrevivir en
entornos cuajados de peligros: herramientas
–miedo, angustia, tristeza, ira...– que
hoy quedan anticuadas y son ya un lastre.

¿Recibió usted de sus padres la educacióncorrecta?
Me dieron las dos cosas que hoy se sabe que
son los dos puntales de la felicidad.

¡Dígamelas, por favor!
Una: afecto. Dos: sentido de control sobre
tu vida.

Las ayudo a identificar cada una de sus emociones:
así entienden qué está pasándoles.

¿Hay emociones positivas y negativas?
No. Hay emociones útiles e inútiles. Si un
día están tristes, las entreno a no temer a la
tristeza y a saber qué está mostrándoles.
¿Y qué muestra la tristeza?
El temor por una pérdida: por una ausencia,
una carencia, porque algo termina... Si comprendes
eso, ¡lo llevas mejor! Si no, esa tristeza
puede agobiarte, angustiarte... y hasta
llevarte a medicarte sin necesidad.

Porque no escuchamos lo bastante las voces
de nuestras emociones. Habitúate a escucharlas
y entenderás tus pasiones. Y una vida
con pasión y sentido es más feliz.

¿Cómo puedo descubrir mi sentido?
Al levantarte, cuestiónate: “¿Qué me hace
hoy levantarme?”. El psicólogo Viktor
Frankl lo planteó más crudamente: “¿Qué
impide que hoy me suicide?”. Lo que se esconde
tras la respuesta es tu sentido.
Aliméntalo. De lo contrario, podrías matarlo
de hambre. Hazte regalos emocionales.
Quizá sea apuntarte a una clase de baile...
¡Siembra tu vida de pequeños cambios!

¡Los maestros son los niños! Ellos nacen libres,
con esa inocencia radical abierta al
misterio, a la confianza en la vida y al amor
al mundo. Si la conservásemos..., ¡seríamos
siempre creativos y felices!
Hay sólo dos modos de relacionarse con el
mundo: desde el miedoodesde el amor. Sentir
curiosidad por el mundo es amarlo, es lo
mismo. ¡Es lo que sienten los niños pequeños

Esa inocencia radical, ese amor, curiosidad...
es lo que luego nos enseñan a perder.


~

Conozco un estudio hecho sobre 5.000 personas:
un 10% declararon ser felices. Pues
bien, se observó que esas 500 personas habían
seguido un patrón común...
¿Cuál? Cuente.
Se habían marcado una meta. La habían
puesto por escrito (o se la habían contado a
conocidos), en una especie de compromiso
público. Habían establecido metas volantes,
etapas menores en el camino hacia su
gran objetivo. Y cada vez que alcanzaban
una meta volante, se gratificaban con algo.
Tomo nota.
Un amigo mío indio me dijo: “A vosotros os
entierran a los 80 años, pero os morís a los
20”. Me hizo pensar... Hoy sabemos que
nuestro cerebro es muy plástico: ¡podemos
reinventarnos cada día durante 80 años! No
lo hacemos. ¡Atrevámonos, pues es posible!

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